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Junto al malestar de la sociedad emergen fuerzas y propuestas

El otro Chile está en movimiento

Por más de cuarenta años, y de modo ininterrumpido, se han privatizado nuestras vidas y sus formas de reproducción. La definición autoritaria de volver negocio aquello que antes fuera entendido como derechos sociales universales, fue consolidada en los gobiernos civiles protagonizados por la Concertación y la derecha chilena.

En nombre del crecimiento y bajo el estandarte de no volver a los días del autoritarismo, durante los 90 toda lucha fue frenada. El efecto de dichas prácticas no solo trajo consigo la desarticulación social, sino también terminó de privatizar lo que aún no había sido alcanzado, no bastó con la educación, la salud, las sanitarias y las pensiones. En los gobiernos de Eduardo Frei y Ricardo Lagos, los puertos, las carreteras y las cárceles incluso fueron entregados a manos privadas y el aplausómetro del empresariado chileno hacia la administración concertacionista alcanzó altos niveles. Por ello podemos afirmar que amplias capas sociales no solo fueron excluidas del pacto de la transición, posteriormente y con alteraciones sociales propias del modelo también siguieron siendo despojadas de sus derechos y comprendidas como sumatoria de individuos dependientes únicamente del esfuerzo propio, esfumando así la noción de colectividad.

Si bien con la vuelta de los gobierno civiles se dejó atrás el régimen autoritario, no quedó atrás el modelo económico y social, ni tampoco las formas excluyentes de hacer política; con ello no llegó ni la alegría pregonada, ni la democracia augurada. Lo que llegó fue el perfeccionamiento de la privatización: en primera instancia entraron los privados a servicios que antes habían sido de exclusividad estatal y, como si no bastara, se les dejó sin regulación y posteriormente se les subvencionó.

La postal de la desarticulación social y de una profunda mercantilización de la vida misma, fue acompañada de un profundo desapego de la política de la transición respecto de las necesidades sociales. La vieja política no sólo se volvió incapaz de procesar nuevos conflictos sociales, el escenario es peor: además fue incapaz de detectar el nuevo mapa social -fundamentado en el neoliberalismo del cual somos parte- en donde surgieron nuevas identidades, aspiraciones y conflictos propios de cursos de constitución de nuevos grupos sociales. Estos siendo expresivos de las contradicciones de los nuevos modos de acumulación que cobija el neoliberalismo a la chilena.

El descontento social
La revuelta pingüina de hace diez años trajo consigo la primera muestra orgánica de descontento social: si bien durante los (...)

Artículo completo: 1 346 palabras.

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Camila Rojas

Presidenta de la FECH.

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