El regreso a las calles

La otrora Concertación de Partidos por la Democracia tuvo la oportunidad de gobernar con relativa tranquilidad durante dos décadas, y es que la Alianza de la derecha no parecía un enemigo portentoso: nunca logró comprender las prácticas transicionales, tan bien diseñadas y aplicadas por los caciques concertacionistas.

La derecha en Chile quedo relegada a cumplir el rol de culpable y tener que poner la otra mejilla por haber defendido la dictadura. A pesar de insertarse muy bien en el juego democrático, este sector sabía que pasaría mucha agua bajo el puente antes de ganar una elección. Ya no era cuestión de fuerza, debieron comprender cómo construir un relato con visión de país y no una mera declaración de principios representativos de la elite. Al mismo tiempo la tarea de homologar intereses y limar asperezas partidarias no fue sencillo, las fugas de militantes y los outsiders aparecieron con velocidad, dando la sensación de dispersión en un bloque históricamente unido. No se permitirían una quinta derrota, ya que se constituiría el fracaso de su misión histórica y el recambio adelantado de sus liderazgos. Esto lo entendió muy bien Sebastián Piñera, quien, con una habilidad natural para direccionar proyectos complejos, aglutinó muy bien sus fuerzas, reordenando las tropas tras un objetivo claro y convenciendo a los caudillos con promesas de gloria. Finalmente, la elección sería sencilla: por primera vez, luego de la dictadura, la derecha llegó al poder, dejando en el piso y clavando la estocada final a los arquitectos de la transición, y es que con ello finalizaría un ciclo histórico...