En nombre del pueblo

La mirada occidental sobre el debate en torno a la democratización en China traza una oposición entre los “demócratas” y los “autoritarios”. Pero lo cierto es que, recuperando viejas concepciones chinas y europeas de democracias elitistas, unos y otros consideran al pueblo incapaz de ejercer su derecho a votar.

De un lado, los “demócratas”, defensores de un gobierno por y para el pueblo; del otro, los “autoritarios”, partidarios de la dictadura del partido único: este es el paisaje político chino que trazan la mayoría de los medios de comunicación occidentales. En realidad, los dos bandos no están tan alejados. Tanto los primeros como los segundos parecen querer determinar bajo qué condiciones el gobierno para el pueblo puede permitir la promoción del interés general en la estabilidad y la concordia. Ni siquiera para los liberales y los disidentes chinos la democracia directa podría lograr eso. El pueblo –esencialmente los campesinos y los migrantes– es presa de sus pasiones e instintos y, por eso mismo, vulnerable a todas las manipulaciones. Una “verdadera” democracia supone, pues, elites capaces de orientar la decisión popular apoyándose en la franja “ciudadana” de la población, es decir, la clase media urbana.

Esta forma de concebir la democracia no es ni nueva ni propia de China. El siglo XIX europeo no sólo consideraba las elecciones únicamente dentro de un sistema apto para guiar al pueblo, sino que, todavía hoy, muchos no reivindican sino una democracia controlada...