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Entre el “despertar de la sociedad” o el “desinfle del año después”. Los movimientos sociales y la izquierda no parlamentaria en la encrucijada. Por Andrés Cabrera y Felipe Pimentel

Un sugerente escrito editorializado por el diario El Mercurio hace poco menos de un año, constataba algunos de los elementos que –a juicio de la casa periodística de Agustín Edwards– constituían al movimiento de los indignados en el mundo, tanto en Chile como en el extranjero (1). A esta beta explicativa, se incorporaba un breve y consistente emplazamiento hacia el sector académico (intelectuales) y, quizás con más énfasis, a la institucionalidad política (en genérico, sin exclusión de las coaliciones políticas pos-transicionales).

Ciertamente, la relevancia del escrito –al menos para quien se plantea desde una vertiente crítica– se encuentra dentro de este segundo ámbito, específicamente, en su dimensión especulativa: en términos sintéticos, El Mercurio (investido de los temores históricos de la derecha chilena adscrita al segmento empresarial) se preguntaba en un tono inquisitivo: ¿Qué sucedería si el aumento en la capacidad asociativa de los movimientos sociales contemporáneos llega a conformar un peso político capaz de amenazar la estructura productiva del modelo neoliberal?

Evidentemente, no es muy difícil llegar a cuestionamientos como este, al menos, cuando leemos que el fenómeno de los indignados plantea, según El Mercurio, “un inmenso desafío para intelectuales y académicos, que deben proponer las soluciones teóricas al mismo, y para los políticos, que deben traducir esas soluciones a un lenguaje cotidiano y a actuaciones conducentes, procurando que en esa convulsión no se destruya la capacidad de generar riqueza, base fundamental de una convivencia social sustentable. Tales contagios emocionales colectivos, que periódicamente se dan en la historia por una causa u otra, no deben ser desatendidos, esperando que se desvanezcan por sí solos: mientras están activos, pueden producir considerables y costosas conmociones sociales. Baste recordar los casos de 1848 o 1968”.

¿No es acaso esta editorial un “llamado de atención” a la institucionalidad política del régimen democrático actual? La interpelación efectuada por El Mercurio a los Think Tanks de centro derecha y a la clase política en general, fue más que un simple “tirón de orejas”; también fue un “zamarreo” que concluyó con ciertas “tareas para la casa” de carácter obligatorio. En efecto, lo que estas tareas plantean como objetivo, sobre todo a la oficialidad política, es la de cerrar la “herida” que en el transcurso del 2011 fue abierta por la crítica social (2). Las diversas manifestaciones acaecidas durante dicho periodo (basta con recordar las protestas contra Hidroaysen; la demanda de fin al lucro enarbolada por el movimiento estudiantil y las emblemáticas manifestaciones de orden regionalista en Aysén; sólo por nombrar las más representativas) lograron incrementar los niveles de descontento hacia la institucionalidad política; fenómeno que incluso se mantiene hasta nuestros días.

Desde ésta perspectiva, y aún cuando no deje de ser contradictoria la evidente disparidad producida entre las percepciones económicas y políticas –en donde las primeras se evalúan óptimamente mientras que las segundas vierten un potente halo de ilegitimidad al actual modelo de representatividad democrática– (3) es imperioso que el movimiento de izquierda evalué, como instancia preliminar para futuras acciones, los modos en que la institucionalidad política está intentando superar sus grados de ilegitimidad.

Ciertamente, y a pesar de los matices programáticos y estratégicos que diferencian a dos de las coaliciones políticas más deslegitimadas en la historia del país, los llamados a trabajar por la recuperación de la credibilidad del sistema político, además de blindar el modelo económico neoliberal y sus eventuales descréditos ciudadanos en un futuro cercano, han sido unánimes. En términos concretos, la agenda propuesta tanto por el gobierno, como por las bancadas parlamentarias y los partidos políticos tradicionales en general tiene, al menos, tres ejes programáticos:

1) Recrudecer la legalidad coactiva vigente, poniendo mayores límites a futuras movilizaciones que intenten poner en tela de juicio los cimientos del sistema neoliberal (cuya expresión se ha manifestado, aún cuando sin la profundidad necesaria, en consignas como: no al lucro o renacionalización del cobre), operación promovida desde el Ministerio del Interior por medio de la de la Ley de Resguardo del Orden Público o Ley Hinzpeter.

2) Grabar en la ciudadanía un sentimiento de mayor participación social (individual y sin deliberación), a través de los cambios en el sistema electoral, estrategia llevada a cabo a través del sistema de inscripción automática y voto voluntario –ya en vigencia– además del proyecto de reforma al sistema binominal próximo a discutirse en el parlamento.

3) Blindar los niveles de aprobación del sistema económico neoliberal ante una eventual expansión de la crítica social, táctica impulsada por las próximas modificaciones al sistema tributario nacional que, con el supuesto fin de obtener recursos para educación, puede lograr incluso blanquear una profundización del modelo (4).

No cabe duda que el avance de cada una de estas “actuaciones conducentes a evitar contagios emocionales colectivos [recuérdese la interpretación de El Mercurio]” debe ser enfrentado por un estudio acabado por parte de los movimientos sociales y/o fuerzas de izquierda, a lo que se agrega, evidentemente, una práctica política lúcida por parte de las mismas. Lo que está en juego no es menor; o la crítica social logra profundizar la deslegitimación de la institucionalidad política republicana expandiendo su radio de resonancia a la esfera del modelo de mercado –cuna de la precarización de una inmensa cantidad de trabajadoras y trabajadores chilenos – o; por el contrario, la crítica social se termina por apagar en las reformas atomizadoras antes enunciadas o, peor aún; se desvanece en la voz de los mismos “representantes” políticos tradicionales que harán de dichas reformas el insumo idóneo para re-legitimarse ante la ciudadanía. Ambas posibilidades están a la vuelta de la esquina: de los movimientos sociales depende entonces que este 2012 sea el despertar de la sociedad (5) o, por el contrario, no sea más que el desinfle del año después(6).

Andrés Cabrera y Felipe Pimentel ambos, Licenciado en Historia con mención en Ciencia Política. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Miembros de la Universidad Popular de Valparaíso.

Notas:

La base de éstas reflexiones se encuentran ligadas al debate interno promovido por la Universidad Popular de Valparaíso en el marco de la Escuela de Formación Estudiantil Marcelo Barrios (agosto, 2012). Sin este espacio de discusión hubiese sido imposible bosquejar los presentes planteamientos. Tomando este antecedente, agradecemos los valiosos aportes otorgados por los estudiantes universitarios de la Unión Nacional Estudiantil que formaron parte de dicha Escuela. Para finalizar esta cita es menester destacar: 1) que las eventuales imprecisiones del texto son exclusiva responsabilidad de los autores; 2) que las interpretaciones asumidas en el escrito no representan, necesariamente, los posicionamientos organizativos, tanto de la UPV como de la UNE.

1) El Mercurio [Editorial]. ““Indignados” en el mundo”. Versión Online: 19 de octubre de 2011. Disponible en: http://blogs.elmercurio.com/editorial/2011/10/19/indignados-en-el-mundo.asp. ¡Léase!

2) Cabe destacar que es poco probable que el ciclo de protestas tienda a declinar, prueba de ello, es la revitalización del movimiento estudiantil; sobre todo, a partir de las acciones emprendidas por los/as estudiantes secundarios (asambleísmo; tomas de colegios) y los modos en que se plegará, tanto el segmento universitario como el gremio del profesorado, ante el decurso de la protesta llevada a cabo por la “avanzada pingüina”.

3) La última Encuesta Adimark y CEP arrojó resultados que no debiesen pasar desapercibidos. Para muestra un botón: el 55% de los encuestados por la primera encuesta evalúa positivamente la gestión del gobierno en materia de empleabilidad laboral mientras que la desaprobación de la gestión del Senado registra un histórico 73%. Véase: http://www.adimark.cl/es/estudios/documentos/07_eval.gobiernojulio2012.pdf

4) Un ejemplo quizás burdo, pero no por ello menos representativo: Obsérvese el debate en torno a las últimas columnas incorporadas en el cuerpo Ideas y Debates del diario La Tercera: Brito, Juan: “La juventud sobrevalorada”; Águila, Ernesto: “Nuevo modelo constituyente”; Ramos, Joshep: Impasse tributario: una pista de solución”; Castro, Rodrigo: “La felicidad del modelo”; Fernández, Mario: “Asamblea constituyente; Svensson, Manfred: “Cuidarse de la violencia”; González, Natalia: “Reforma tributaria: resultado incierto”; Buchheister, Axel: “Felices contra el modelo”; en fin, la lista podría continuar ad infinitum.

5) Garcés, Mario. El despertar de la Sociedad. Los movimientos sociales en América Latina y Chile. Lom. Ediciones Santiago 2012.

6) La Tercera [Opinión]. Jocelyn-Holt, Alfredo. “El desinfle del año después”. Versión Online. Sábado 18 de agosto de 2012. Disponible en: http://diario.latercera.com/2012/08/18/01/contenido/ opinion/11-116343-9-el-desinfle-del ano despues.shtml

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