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Entrevista al Rector de la Universidad de Talca, Álvaro Rojas, por Alex Ibarra y Hans Schuster

El tránsito de la universidad profesionalizante a las universidades complejas y descentralizadas.

Entrevista a Alvaro Rojas (A.R) Rector Universidad de Talca. Realizada por Alex Ibarra Peña y Hans Schuster (I.Y.S).

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I.y.S: Partiremos agradeciendo que haya aceptado este diálogo en esta serie de entrevistas a algunos rectores de universidades chilenas, la cual hemos titulado -inspirados en Jorge Millas- “La idea de Universidad”. Sin duda usted es una figura señera debido a los varios periodos que ha sido electo para asumir el rectorado de la Universidad de Talca. La línea de desarrollo de esta universidad luce hoy día alto reconocimiento en el ámbito de la gestión institucional y de la producción científica. Reconociendo estos logros importantes, ¿qué visión tiene de la formación humanista de los profesionales chilenos egresados de las universidades? ¿Cómo se está realizando la formación integral de los estudiantes en la universidad?

A.R: Sin lugar a dudas, la característica principal de la formación profesional en el conjunto universitario del país, dice relación con el imperio de un modelo “profesionalizante”, que se origina en la consideración de la educación superior como un mercado y a los estudiantes como clientes que demandan “un bien privado”. Un modelo que se aplica desde la reforma universitaria de los años 1980–1981 y que por casi cuatro décadas se ha mantenido con escasas modificaciones. Unos siete años antes las ciencias sociales fueron prácticamente desmanteladas de las entonces 8 universidades existentes en el país. Los modelos formativos vigentes tienden a estructurarse en las demandas del mercado profesional; es más, los criterios de acreditación institucional y de carreras de pregrado buscan encontrar esa característica en los planes formativos.

El Sistema de Información de Educación Superior (SIIES) dependiente del Ministerio de Educación entrega a los futuros postulantes información actualizada de las carreras más demandadas, el ingreso promedio posible de obtener a 3 y 5 años de ejercicio profesional, por institución y profesión, entre otros. Los estudiantes, en general, tienden a recibir estas señales y a reaccionar en torno a ellas. En la actualidad la mayor demanda tiende a concentrarse en áreas donde se da una mayor certeza de un empleo, con mejores niveles de ingreso (salud e ingenierías) y tiende a ser más limitada en el vasto campo de la educación y de algunas ciencias sociales.

En el actual sistema espacios para una formación más integral y humanista son limitados, toda vez que el mercado destaca como relevante en lo relativo a la empleabilidad de las distintas profesiones, además del dominio disciplinar propio, el manejo de lo que se ha dado en llamar habilidades blandas (soft skills), es decir, resiliencia, liderazgo, capacidad de trabajo en equipo, manejo del stress, entre otras, y también en lo posible el dominio de un segundo idioma. Algunas universidades han integrado a sus planes de estudios programas formativos en humanidades, del tipo “liberal arts”. Otras, como el caso de la Universidad que me honro en dirigir, junto a la formación en habilidades blandas, se entrega de manera obligatoria a todos los estudiantes de la Corporación un programa de formación fundamental (PFF), donde se entregan contenidos para la mejor comprensión de contextos sociales y culturales, junto a la formación en responsabilidad social durante el último año de formación, no desde la teoría, sino que de la praxis en comunidades. La instrumentalización de la política pública por miradas de mercado es lo que una adecuada reforma educacional debe considerar y no centrarse exclusivamente en temas de regulación y financiamiento.

I.y.S: En los últimos años se ha logrado aumento de recursos económicos a las universidades, en parte por las demandas que se vienen haciendo por los estudiantes desde la década del 90. Este ingreso de dinero puede verse justificado en que se puede observar un aumento en la producción de las universidades que aún se vienen recuperando del daño que les causó la dictadura cívico-militar. Usted es un buen conocedor de las universidades regionales, ¿nos puede aportar un balance en torno a la producción científica que realizan las universidades de provincia?

A.R: El esfuerzo del Estado desde el año 1990 se ha centrado en lo fundamental a financiar la demanda por estudios. Primero a través de aumentos progresivos de la partida presupuestaria del crédito fiscal, posteriormente crédito solidario, pero muy especialmente a través del conocido Crédito con Aval del Estado (CAE), implementado a partir del año 2004. Es así, que en tan solo 15 años, entre los años 2000 y 2015, del total financiamiento estatal a las instituciones de educación superior, el aporte a los estudiantes creció de un 29% a un 74%. El aporte público al CAE se ha transformado en la principal partida del financiamiento público a la Educación Superior y sus beneficios recaen principalmente en la matrícula en instituciones privadas. El resto de los aportes públicos han crecido a la tasa anual de crecimiento del inflactor de la economía y dicen relación con aportes basales y convenios específicos de desempeño. El financiamiento de la matrícula le ha permitido en algunas universidades ampliar su oferta de postgrado y destinar algunos recursos destinados a investigación científica y programas de vinculación con el medio. El grueso de las instituciones privadas ha sostenido con estos recursos sus proyectos corporativos de ampliación de infraestructura y desarrollo de los respectivos proyectos institucionales.

Es importante destacar que las universidades pertenecientes al Consejo de Rectores de Universidades Chilenas (CRUCH) generan alrededor de un 85% de la producción científica del país, no obstante la presencia universitaria en prácticamente todo el territorio nacional, los recursos para el desarrollo de la Ciencia y Tecnología en el país se concentran en un 60% en la Región Metropolitana. El aporte de regiones en materia de producción científica es superior al de la capital, generándose en éstas un 50% de las publicaciones científicas del país. Se trata de un esfuerzo relevante, que tiene a las universidades tradicionales, como la de Concepción, Católica de Valparaíso y Austral, como actores relevantes, pero que se complementa de manera importante con el aporte de otras instituciones más nuevas, como es el caso de la Universidad de Talca, de la Frontera, Tarapacá y Valparaíso para citar algunas. Es un proceso que está en marcha, pero que tiene una clara dependencia del desarrollo del postgrado, fundamentalmente del doctorado y éste a su vez, de la capacidad que tienen hoy las distintas regiones y universidades de atraer capital humano altamente calificado. Se puede destacar además, que la investigación realizada fuera de la capital tiene una mayor cercanía con temas de interés productivo y social de la ciudadanía de los espacios donde estas universidades se emplazan.

I.y.S: En algunos de sus discursos como autoridad académica se ha referido a la responsabilidad del Estado en el financiamiento de la educación superior. ¿Qué elementos considera como prioridad en el desarrollo de las políticas educativas para el aseguramiento de la existencia de universidades que no tengan que financiarse a partir de los altos cobros a los estudiantes? ¿Qué visión tiene de las reformas en torno al lucro que hace algunos años instalaron los estudiantes como una demanda social del pueblo chileno?

A.R: En la tradición chilena y por cierto que la de la mayoría de los países del mundo, las universidades han sido financiadas con recursos basales del Estado. Hecha esta precisión es importante subrayar una situación que diferenció la realidad del mundo desarrollado, de la vastedad de naciones en vías de desarrollo. A mayor grado de desarrollo de los países, mayor fue la cobertura de matrícula que se le dio a sus estudiantes, obviamente en un proceso de crecimiento que se experimentó en estas naciones durante todo el siglo XX. Los países de menor grado de desarrollo, lograron tasas de cobertura de la cohorte entre 18 y 24 años, que es la que se mide, sensiblemente más bajas. En términos comparativos hacia la década del 70, un 35% versus un escaso 6 a 8 %. Fue la entrada en vigencia de la denominada “sociedad del conocimiento“, en las dos últimas décadas del siglo pasado, gatillada por el avance de las ciencias de la información y comunicación, entre otros, lo que hizo necesaria la formación profesional para el desempeño laboral en este nuevo contexto. Los países desarrollados e industrializados supieron hacer crecer su oferta de formación profesional, sin modificar significativamente su modelo de financiamiento, en tanto que los países en vías de desarrollo, ante la incapacidad del Estado de acoger esta nueva demanda, debieron recurrir al aporte privado, concretamente de las familias y de la iniciativa privada en materia educacional. De esta manera en muchos de nuestros países el sector terciario o de formación técnica y profesional fue un interesante campo para el emprendimiento y expresión de la iniciativa privada, que de otra manera se hubiese implementado en otros sectores de la economía. La nueva demanda en consecuencia tuvo un fuerte componente de privatización de la educación superior sin la adecuada implementación de un sistema robusto de aseguramiento de la calidad garantizado por el Estado, como garante de la fe pública.

Al Estado le hubiese sido muy difícil lograr las tasas de cobertura de matrícula que se demandaba y es aquí donde los tres conceptos enarbolados por la demanda estudiantil en Chile a comienzos de la presente década: “calidad, lucro y gratuidad”, tienen su sustento. Programas de estudios innecesarios y superfluos, instituciones universitarias que banalizaron el concepto republicano de universidad; espacio de emprendimiento sin normas mínimas de calidad a precios que no se compadecían con el nivel de ingreso de las familias y demandas de inclusión social y gratuidad han sido los temas que inspiran las reformas que tenemos por delante. El Estado intenta hacerse cargo de un tema que se le escapó de las manos y que tiene un profundo arraigo social: la formación profesional de la juventud. Se desarrolló un sistema universitario y profesional altamente desregulado en calidad, precios y mercado profesional. Un sistema que establece un conjunto de demandas que la actual reforma pretende resolver, pero parece importante destacar que la institucionalidad propiamente estatal, representa a cerca de un 16% de la matrícula, la que además sólo se verifica en el nivel universitario, ya que tanto en el nivel de Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales no existe a la fecha institucionalidad pública.

La reforma ha sido asociada fuertemente con la gratuidad, la demanda final del movimiento estudiantil del 2011. Pero no parece prudente y no responde en absoluto a la expectativa social el no abordar temas de la institucionalidad y sus mecanismos regulatorios, el fortalecimiento de la educación universitaria estatal, el establecimiento de un sistema sólido de aseguramiento de la calidad, entre otros. Sólo así podremos haber marcado un hito relevante en uno de los principales motores del desarrollo futuro del país.

I.y.S: Uno de los temas que destacan en su gestión de dirección de la Universidad de Talca es la internacionalización que ésta ha tenido. Profesores e investigadores extranjeros que la visitan, captación de un importante número de estudiantes de pasantía. Pero, además el desarrollo de una infraestructura para el estudio de idiomas de los estudiantes nacionales. De hecho su gestión ha sido reconocida por la Embajada Alemana que le otorgó la Cruz Oficial de la Orden del Mérito de la República Federal Alemana. ¿Nos puede explicar los principales logros de esta política institucional por la internacionalización de la universidad?

A.R: La Universidad de Talca, inició muy tempranamente su preocupación por vincularse a instituciones multilaterales de cooperación científica, así como también con universidades de otros países, toda vez que supo leer adecuadamente el signo de los tiempos. El país se abría a la comunidad internacional, después de casi dos décadas de enclaustramiento, la economía avanzaba en una serie de acuerdos comerciales. Las universidades europeas principalmente se demostraban muy proclives a buscar acuerdos de cooperación y colaboración, de cara al reciente acuerdo de Bologna (1999). En los primeros años de los 90 se establecieron las primeras redes de cooperación, que abarcaban tanto temas de movilidad estudiantil, como de colaboración en materias de gestión estratégica y de la calidad, fundamentalmente en Europa. Posteriormente esas cooperaciones se han ampliado a prácticamente todos los continentes, a más de 300 universidades, pero muy especialmente al ámbito de la investigación y el postgrado. Los acuerdos de la Universidad de Talca con el Instituto Fraunhofer de Alemania y el Campus Davis de la Universidad de California, son demostraciones efectivas del avance en esta materia y del nivel de complejidad de las relaciones internacionales. Anualmente unos 150 estudiantes de la Universidad hacen estadías de un semestre en el extranjero, en tanto que la Universidad acoge a un número similar de estudiantes extranjeros. La Universidad de Talca, con cerca de un 17% de sus profesores extranjeros, es un ejemplo de apertura a nuevas ideas, nuevas culturas y nuevas visiones de mundo.

La cooperación internacional y el proceso de internacionalización en su conjunto es uno de los pilares de una gestión moderna y la consolidación de líneas de trabajo en el postgrado e investigación vigentes y actualizadas. Ubicado en una de las regiones más remotas de la geografía mundial nuestro país necesita de vínculos sólidos en materia de cooperación científica, toda vez que de la conjunción del trabajo de nuestros académicos, ya sea chilenos o extranjeros, con instituciones internacionales fortalece y actualiza nuestro trabajo académico. En este esfuerzo individual, o bien en las redes de trabajo en las que he participado como coordinador científico (Alemania), o bien en su directorio (CINDA y COLUMBUS) he buscado siempre el interés del conjunto de las instituciones de nuestro país, no restringiendo los espacios de colaboración estrictamente a la institución que represento. Sabido es que las redes de cooperación científica más sólidas son de carácter multi-institucional e intentan convocar miradas diversas a los grandes temas de la comunidad científica internacional.

I.y.S: Existen varias críticas a lo que podríamos llamar “centralismo” que favorece el desarrollo de nuestras grandes metrópolis en desmedro de otras zonas geográficas de nuestro país. Parte de la visión de la Universidad de Talca va más allá de la identificación con esta ciudad en particular, de ahí que se promueva una visión identitaria con lo que podríamos llamar el Valle Central de Chile. ¿Qué efectos políticos y culturales involucra esta idea del Valle Central?

A.R: Nuestro país puede ser considerado, a lo largo de su historia, como un caso de descentralización frustrada, sustentada fundamentalmente en el mundo político. No hay que entregar muchos argumentos, más que la evidencia objetiva, que para un país con las características geográficas del nuestro, el centralismo es una barrera estructural a su desarrollo. Un inicio pro federalista fue frustrado drásticamente por el régimen de Jose Joaquín Prieto, curiosamente conocido por el nombre de su principal ministro Diego Portales. Este hecho, que pudo haber sido relevante para la fase de conformación de la República de Chile, es un lastre que hemos acarreado por ya dos siglos. La esencia de la vida administrativa y política las antiguas provincias, hoy regiones, se sustenta en torno a su relación directa con la capital. No existen relaciones entre las regiones, que no sean las que ocurren a lo largo de su sistema carretero o ferroviario. Dicho de otra manera los habitantes de cualquier región, independiente de la distancia de la capital, sólo tienen dos espacios vitales relevantes: su propia realidad regional o provincial y Santiago. No existe por ejemplo en la política nacional bancadas transversales de parlamentarios del sur o del norte, teniendo una serie de temas que resolver en común. No existe una instancia de estructuración administrativa que agrupe a los gobiernos regionales de dos o más regiones. Lo mismo ocurre intrarregionalmente, un habitante de Curicó, Linares o Talca o resuelve sus problemas en su propia ciudad o debe viajar a Santiago. El fracaso del modelo de reorganización administrativa se aprecia en el hecho que todas las antiguas provincias, aspiran a ser regiones, de hecho ya se han creado tres nuevas y dos regiones más aspiran a ser escindidas. En el fragor de las giras de los candidatos presidenciales estos temas se solicitan y, para la impronta que tienen nuestros políticos, el hecho de seguir atomizando la administración regional es poco relevante.

El concepto de “Ciudad Valle Central” desarrollado en la década del 90 por nuestra Universidad, particularmente por la Escuela de Arquitectura, se fundaba en la necesidad de conformar en el eje de las ocho a nueve ciudades de nivel de desarrollo intermedio que existen entre Rancagua–Chillán. Se trata de la generación de una estructura administrativa y de gestión regional, que la concibiera como un territorio de desarrollo de innovación, de inversión pública, que las uniera entre sí, toda vez que comparten un patrimonio social y cultural único en el país. Es el territorio depositario de la identidad nacional. Un territorio inteligente que especializara a sus ciudades en distintos temas, por ejemplo en el área deportiva, educación superior, salud, minería, enología y viticultura, fruticultura, energías limpias, entre tantos otros temas. De esta manera, la inversión pública no debiera ser repetitiva y reiterativa en cada ciudad. Un gran centro de salud podría localizarse en alguna de ellas y hacer converger a los habitantes de las otras ciudades a la búsqueda de la solución de alta complejidad requerida. Análogamente un gran centro del deporte o una universidad de gran complejidad. Lo importante era darle a “ciudad valle central”, visibilidad regional, nacional e internacional. Primaba también el deseo de conservar un capital cultural, todavía bien arraigado en esta zona del país. Un capital que nos da identidad, sobre la cual es posible proyectar al mundo global la idea de lo auténticamente chileno. Un patrimonio intangible que vemos cómo se nos arranca de las manos. Pero un capital cultural sustentado en un territorio moderno, conectado, que congrega al capital humano en un territorio amplio y compartido. Se trata tal vez de una utopía, pero que conceptualmente tiene mucho sustento en experiencias de otros países, que tienen muy buenas líneas de comunicación y transporte y por sobre todo, con lógicas de descentralización.

Toda Universidad está confrontada con el fenómeno de la modernidad tecnológica y con los de la cultura e identidad. El primero de ellos genera constantemente nuevos desarrollos y sus productos tienen altos gados de obsolescencia en muy pocos años. Las universidades no escatiman recursos en mantener un nivel tecnológico, particularmente en las denominadas TIC’s, sin reserva un espacio presupuestario satisfactorio. Lo mismo no ocurre en materia cultural, teniendo presente que a los bienes culturales, estructuran patrimonio, acervo, capital. Representan la sensibilidad de una época, de un período, de momentos cruciales de la sociedad y deben ser adecuadamente protegidos. La Universidad de Talca en este sentido ha reservado de manera especial un espacio en la adquisición y conservación de bienes culturales, por cuanto lo entiende como propio de una universidad pública con sentido de trascendencia.

I.y.S: Como Ministro de Agricultura en el primer Gobierno de Michelle Bachelet seguramente tuvo acceso a una mejor comprensión de las necesidades de los pueblos originarios. Una deuda político y social de los gobiernos chilenos se relaciona al reconocimiento de nuestros pueblos originarios, los cuales han sufrido una fuerte discriminación. ¿Cómo la Universidad viene en parte a dar cumplimiento del Convenio 169 de la OIT, destinado a contribuir a la revitalización y fomentar las expresiones artísticas y culturales de los pueblos indígenas presentes en Chile y de la comunidad afrodescendiente de la Región de Arica y Parinacota?

A.R: La Universidad de Talca es una institución del Estado y como parte de él se siente con la responsabilidad de proteger los derechos de nuestros pueblos originarios, tal como lo establece el convenio internacional, cuya constitucionalidad fue ratificada por el Tribunal Constitucional y decretado por el Gobierna de la Presidenta Bachelet el 2008. El convenio establece que la acción en este campo debe ser coordinada y participativa con estos pueblos, más que impositiva y unilateral. En consecuencia manifestamos toda nuestra disposición a avanzar en este tema. Debe en todo caso destacarse, que las características del proceso colonizador primero y republicano posteriormente, desplazó de manera importante a los pueblos originarios, al sur del río Maule. Si bien la población originaria se estima en un 3 a 4% del total regional, sus formas y estructuras de vida han sido fuertemente aculturizadas, en un proceso que también le ha dado una cierta impronta al fenómeno campesino, tremendamente característico del Maule y la “maulinidad”. Nuestra Editorial y nuestro programa de extensión cultural ha reservado espacios para acoger las distintas expresiones artísticas, no obstante lo anterior, la deuda nacional que existe respecto de este tema debe ser saldada, teniendo las universidades públicas un fuerte rol en este tema.

I.y.S: Considerando la historia de vuestra casa de estudios ¿Cuál es su mayor desafío como Rector de la Universidad de Talca y en qué consistirá el legado de la gestión que usted realiza?

A.R: El desafío que pienso me corresponde desarrollar en mi rol como rector de una universidad estatal no metropolitana, es el poder demostrar que las regiones, no obstante todas las inequidades existentes en el país, en materia de desarrollo social, cultural y económico, pueden construir planteles de educación superior de excelencia indiscutida, internacionalizados, modernos, con mirada de futuro y pertinentes a su entorno geográfico (Valle Central). Una universidad en este caso que pueda convocar a los mejores, alumnos y profesores y que el resultado de su trabajo académico trascienda al medio, permitiendo mejorar las condiciones de todos sus habitantes y del país. Un espacio que tenga a la formación de capital humano, con sólidas convicciones democráticas y ciudadanas en el foco de su trabajo. Profesionales con mirada universal, capaces de desempeñarse local y globalmente. Un plantel que ayude a combatir el desarraigo de la juventud inteligente del territorio, que mira a la capital, como el único objetivo relevante para sus aspiraciones personales.

La Universidad de Talca aspira a ser reconocida más como un proyecto cultural de envergadura, que de un proyecto intelectual, que busca en algunos espacios de las ciencias una presencia sesgada, elitista o de algún nivel de refinamiento intelectual. Ser una universidad que pertenece y se identifica con un espacio significa por sobre todas las cosas tener espacios de acogida, de inclusión, de formación y desarrollo de personas.

Este tipo de universidad no puede estar exclusivamente reservada a la capital, ya que las hay, tanto públicas, al menos dos y varias privadas. En consecuencia, el desafío principal es luchar contra quienes quisieran que nuestras universidades tengan niveles de desarrollo acotados a espacios administrativos, a disciplinas específicas o a funciones meramente docentes. Esa idea ha recrudecido en el contexto de la reforma educacional, cuyo sesgo centralista puede ser uno de los grandes obstáculos a nuestro desarrollo. Ser una buena universidad pública, no requiere de un excesivo control y disposiciones administrativas. Sólo se requiere de asegurar una buena gestión, disponer recursos para su desarrollo y concentrar capital humano avanzado, capaz de darle sustento a la diversidad de iniciativas que surgen en la academia.

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