Todo el mundo parece estar esperando el advenimiento de la clase media china. Los medios de comunicación occidentales, porque la consideran la “partera” de la sociedad civil, de la democracia… y de nuevos mercados; los chinos, porque esperan formar parte de ella, lo cual sería una prueba de modernidad y de logro personal; los intelectuales y periodistas locales, porque ven en ella el fermento de una “concientización política”; por último el Gobierno, porque la considera un sinónimo de estabilidad y de mano de obra calificada, racional y de consumo inteligente.
Este nuevo estrato social apareció en los años noventa. Educado, citadino, se caracteriza por el acceso a la “pequeña prosperidad” (xiaokang) que permite aprovechar las ventajas de la sociedad de consumo: un techo y una alimentación suficiente –con lo que ya contaba la mayoría de los habitantes urbanos de la China socialista–, pero también un departamento y un auto, la posibilidad de comer afuera, tomarse vacaciones, etc...
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