Al igual que Apple, las multinacionales han afinado sus técnicas de evasión fiscal. El problema es más agudo en los países del Sur, a menudo despojados de sus recursos naturales y excluidos de las discusiones internacionales sobre la fiscalidad de las empresas.
En el nuevo orden mundial, las multinacionales poseen un inmenso poder económico y ejercen una influencia política decisiva. La falta de coordinación entre los regímenes fiscales de los Estados les permite minimizar sus obligaciones tributarias, a menudo en detrimento de los países donde operan. Un regalo del cielo incrementado aun más por los paraísos fiscales –como Irlanda– y los centros financieros offshore –como las Bermudas–, que permiten disimular los movimientos de fondos transfronterizos así como la identidad de los dueños de empresa y de los particulares que los aprovechan. En el sistema actual, el peso del impuesto, por lo tanto, cae de manera desproporcionada sobre el único factor de producción incapaz de “libre circulación”: la mano de obra...
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