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¿Fue necesario el Golpe Militar; se podría repetir, quién debe resolver los conflictos políticos? Por Enrique Astorga

Por los boquerones que abrieron las bombas que cayeron sobre la Moneda, entró a gobernar una de las dictaduras más autoritarias y sangrientas que recuerda la historia de América Latina. Estremecedores relatos del Golpe y Gobierno Militar han develado a la conciencia del pueblo chileno y del mundo las barbaries cometidas.

Llegó a la Moneda el liberalismo ultra, sin más idea de gobierno que dejar el país en manos de las fuerzas ciegas del mercado, donde se mueven con entera libertad los capitales nacionales y externos, que se transformaron en las fuerzas vivas que organizaron la economía y la sociedad chilena.

Los militares hicieron añico el proyecto de sociedad más igualitario que estaba construyendo el gobierno del Presidente Allende. De los escombros de la sociedad del bienestar, surgió una sociedad de mercado que es una enorme maquinaria de transferencias de poder, dinero y valores que realiza la población, especialmente los trabajadores, a favor de una minoría que acumula, allá arriba, en todas las actividades de la economía.

El resultado es que tenemos un país rico, pero, fuertemente intervenido, convertido en botín de las trasnacionales y oligarquía nacional, sin que tengamos posibilidad de cambiar la situación por los candados políticos, y sin poder contar con los recursos necesarios para enfrentar las reformas urgentes a la educación, salud, previsión, vivienda, infraestructura, propiedad de los recursos naturales, etc.

Semejante sociedad es un orgullo para la derecha; suponen que el Golpe salvo al país, evitó que cayera en las garras del comunismo mundial o en el caos de la UP. Han montado cuentos de brujas para lavarse las manos y engañar. La derecha ha escrito la historia oficial distorsionando los grandes temas nacionales: ¿fue necesario el Golpe en 1973?; ¿podría repetirse?, y en caso de conflicto social ¿quién debe resolver sobre el camino a seguir?

¿Fue necesario el Golpe de Estado?

Para buscar una respuesta lo más objetiva posible se requiere indagar en las causas del Golpe. Hay causas aparentes o pretextos y causas reales o de fondo. Muchas personas opinan que el Golpe se podría haber evitado. Recientemente el ex Presidente Lagos afirmó que durante el gobierno del Presidente Allende las instituciones y los poderes del Estado funcionaban. Michelle Bachelet, a su vez, dijo en el acto de los 40 años del golpe, que en esos años “se requería más democracia, no un golpe”, el “golpe -continuó afirmando- era evitable”. Incluso, el Presidente Piñera, en el acto organizado en la Moneda, afirmó que “el golpe fue predecible, pero no inevitable”.

Los pretextos.

Los resquicios. La causa que más aludían por los políticos de derecha de aquel entonces, eran los llamados resquicios legales; eran procedimientos compulsivos autorizados en distintos cuerpos legales, que permitían expropiaciones o intervenciones de empresas por decreto presidencial o incluso, de algunos ministerios. Los resquicios fueron para el Gobierno de Allende una vía legal y una oportunidad para efectuar cambios profundos, que no podían llevarse a cabo por la vía del Congreso debido a los quorum requeridos. Después, durante 17 años, los militares manejaron el país a punta de Decretos Fuerza y la derecha guardó grato silencio.

Grupos armados. También se esgrimía a favor del golpe que habían peligrosos grupos armados en Chile; tan peligrosos eran esos grupos que el Ejército los desbarató en unas cuantas horas. En Colombia y México hay grupos armados, desde hace varias décadas, con gran poder de fuego, y no se les pasa por la mente a los militares asumir el poder de la Nación para combatirlos.

Discursos. Otros opinan que influyó en el Golpe la declaración de un líder, de una de las tantas fracciones del PS, proclamando la vía armada, en un país de amplia clase media, mientras la gran mayoría de las fuerzas que acompañaban al gobierno de Allende estaban por la vía pacífica, siendo uno de los tantos llamados que cayeron al vacío.

Guerra Civil. La derecha vio en los desórdenes, que ellos mismos participaron activamente en provocar, el inicio de una guerra civil; sin que tuviera ninguna de las características de una verdadera guerra civil (enfrentamiento armado, paralización de las instituciones, desmoronamiento de los poderes del Estado, bandas descontroladas, muertos por todos lados, etc).

Crisis económica. También se afirma que la Unidad Popular (UP) produjo una grave crisis económica y social, pero resulta que según datos de Cepal, la economía de Chile creció en promedio -durante el gobierno de Salvador Allende- en 1.2% anual, mucho más que en los primeros 10 años de dictadura; el salario real, el desempleo, la distribución de ingresos, presentan mejores indicadores que en el largo período del gobierno militar; no así la inflación que se disparó por el aumento de la demanda debido a salarios reales más altos y al sabotaje que hicieron algunos gremios empresariales. Durante la dictadura se produjeron crisis económicas mucho más serias y nadie pensó en un Golpe de Estado.

Resumen: los resquicios legales estaban contemplados en diferentes cuerpos jurídicos; las instituciones funcionaban; los grupos armados eran débiles con armas y artefactos livianos frente a un Ejército profesional; el país estaba dividido políticamente, pero muy lejos de una guerra civil; la crisis económica no fue tal, incluso algunos indicadores fueron de los mejores; había crecido el apoyo de la población a la UP llegando al 43% del electorado.

Las razones de fondo.

Los EEUU tenían varias razones para intervenir contra el gobierno de Allende: en primer lugar, el Gobierno de la UP –cómo era común en América Latina- se cerraba en torno a la tesis cepaleana de la industrialización hacia adentro, mientras las trasnacionales -con alta tecnología y abundante stock- necesitan con urgencia imponer un modelo de economía abierta. Desde el inicio del gobierno de la UP, la derecha preparaba un texto de apertura (Ladrillo), elaborado por U. de Harvard y la U. Católica, con el fin de abrir la economía chilena al mercado externo, desmantelar al Estado y privatizar empresas públicas; el propósitos oculto era apertrechar a las FFAA de una nueva ideología, como quedó confirmado luego del Golpe.

En segundo lugar, los EEUU no permitirían –en medio de la Guerra Fría- la propagación de una revolución socialista, por la vía pacífica, manteniendo las libertades, que nacionalizaba los recursos naturales, expropiaba empresas monopólicas, algunos bancos extranjeros, tierras de latifundios, incluyendo empresas trasnacionales y fortalecía la capacidad empresarial del Estado. El gobierno de la UP buscó alcanzar una sociedad más igualitaria, redistribuyendo el capital monopolizado, a diferencia de lo que plantea, hoy día, las fuerzas de izquierda, de redistribuir una pequeña parte de las utilidades del capital concentrado.

En el último año de gobierno de la UP hubo inflación y desabastecimiento, el boicot se intensificó, se financiaron los paros del transporte y bloqueos de carreteras; la agricultura reformada –donde no bajó la producción según estudios de FAO- no tenía cómo acarrear los productos a la capital.

¿Podría haberse superado los problemas políticos y económicos? Indudablemente que el país podía ordenarse y consolidar los cambios. ¿Quería la derecha y los EEUU superar la crisis? En absoluto. Desafortunadamente, la DC y la derecha movieron los hilos para que la Cámara de Diputados, la Contraloría y la Corte Suprema hicieran sendas acusaciones al gobierno.

Para la derecha la causa del Golpe fueron los desórdenes, y guardan silencio sobre la participación que ellos tuvieron en provocarlos. Alegan que se había sobrepasado el estado de derecho cuando ellos mismos lo promovieron. Los desórdenes fueron la respuesta de la derecha y la CIA a los cambios profundos que llevó a cabo el gobierno de la UP, como está ampliamente documentado.

El pretexto más difundido del Golpe fue para tranquilizar al país, pero la razón de fondo, la verdadera, fue para tranquilizar los negocios de la oligarquía y del Imperio, y echar andar una revolución capitalista que requería refundar la institucionalidad, la economía, la política y las relaciones entre capital y trabajo.

Visto en la perspectiva del tiempo, se observa claramente, que mientras para la derecha y la CIA el golpe era necesario, para las FFAA fue una intrusión indebida a favor de uno de los bandos, con la idea fija del anti marxismo y del liberalismo a ultranza. Las FFAA escogieron la peor de todas las opciones. En esta trenza de intereses se fraguó un Golpe que impuso a sangre y fuego un capitalismo ultra amparado por una democracia hecha a la medida de los grupos dominantes.

¿Podría repetirse el Golpe Militar?

¿Qué significa ser golpista? Promover las condiciones que permitan la irrupción de la fuerza militar con el propósito de derrocar y apoderarse del gobierno establecido, para resolver un conflicto político a favor de uno de los bandos. De aquí surge un principio básico: quien defiende el golpe del 73’, es un golpista potencial. Fue más fácil que la izquierda dejara de ser revolucionaria, a que la derecha dura, la vinculada a los monopolios privados, deje de ser golpista, ellos todavía aplauden el Golpe. La derecha por las armas volvió a apropiarse del país, porque el proyecto socialista chileno no fue derrotado por la política, ni por la soberanía popular, sino por el alzamiento militar patrocinado por los EEUU y la Oligarquía para destruir una economía y una institucionalidad. Las armas dispararon contra un proyecto de sociedad, para proteger otro que convenía a los EEUU y oligarquía criolla. En esos momentos el peor enemigo de la derecha era una democracia que no los protegía. La historia confirma que la democracia vale en la medida que la derecha la controle.

La conducta actual de la derecha tiene varios vericuetos sinuosos: por una parte, apoyan el Golpe de Estado (eliminó a los enemigos de la oligarquía y del imperio); pero, no justifican los “excesos” (no apoyan los crímenes, con lo cual se eximen de culpa, y trasladan a los militares toda la responsabilidad penal); sin embargo, comulgan con la reforma económica e institucional que impuso el Gobierno Militar (les devolvió sus bienes, se apropiaron de las empresas públicas, amarró el modelo a la Constitución, y promulgó normas que hacen imposible el cambio constitucional); también apoyan la política social de la dictadura (bajó los costos de la mano de obra, combatió las organizaciones de clase y redujo los derechos laborales). Pero, como el diablo baila donde están los intereses, los aplausos de la derecha a los militares golpistas terminó al final, en 1988, en traición (en el año 73’ toda la derecha fue golpista, salvo alguna excepción honrosa, cuando se sintieron protegidos y seguros con el sistema político y económico incorporado a la Constitución del 80’, una parte de ella le dio vuelta la espalda a su protector y votó por el NO contra la continuidad del Gobierno Militar).

Recuperar confianzas.

Para recuperar confianza en las FFAA, no basta el loable anuncio de “Nunca más se Repita”, manteniendo la misma doctrina militar que permitió el golpe. No basta que hoy tengamos FFAA obediente a una Constitución, cuando fue fabricada por ellos mismos. No basta que se declaren independientes de la política y de los grupos o clases sociales, cuando buena parte de la derecha y del empresariado resucitaron o surgieron bajo el techo protector de la administración militar.

Se requiere algo más importante para cerrar las puertas a otro Golpe: que efectúen una profunda revisión crítica de sus principios, de sus relaciones con los EEUU, con el papel desempeñado en los 17 años de golpe, redefinan su posición frente al poder civil, y revisen la doctrina de Seguridad Nacional; para que en ningún caso intervengan destruyendo la institucionalidad democrática, ni sustituirla por una confeccionada a la medida de los intereses de uno de los bandos; que interioricen la idea que el peor delito que pueden cometer es maltratar a su propio pueblo, que es la matriz que produce soldados y recursos. Los militares son espectadores, no actores del poder civil. Las crisis políticas por profunda que sean no la resuelven las FFAA.

Las crisis políticas ¿quién debe resolverlas?

Un tema es, que las FFAA se hagan una catarsis como cuerpo armado y revisen su ideario, y otro, que se incorpore a la Constitución el derecho soberano del pueblo -como la instancia superior y definitiva- para resolver los conflictos políticos y aquellas decisiones de gobierno que atañen al interés de la sociedad chilena. Un país se estabiliza cuando incorpora la opinión del pueblo a las grandes decisiones nacionales. Lo que autoriza o permite la ciudadanía no es tema de conflicto. Quien garantiza el orden constituido es el pueblo no las armas. Los países que consultan a sus pueblos no tienen crisis inmanejables. Mientras más poder tenga el pueblo para resolver los temas que atañen al interés nacional, menos espacio tendrán los conflictos y los golpistas. En Chile nadie es más fuerte que las FFAA, pero, también, en democracia, nadie es más poderoso que la voluntad de los ciudadanos. Es indispensable que el pueblo tenga injerencia y mecanismos para resolver los problemas internos para evitar conflictos mayores que se resuelvan por la fuerza o represión.

En Chile tenemos ad portas un período complejo de luchas sociales por cambios. Los cambios sociales implican resistencia y lucha de intereses, ese es el proceso dialectico de reacomodo que siguen las sociedades en busca de un destino más equilibrado; que los cambios sean bruscos o suaves depende de las fuerzas internas, magnitud y profundidad de ellos.

Una democracia, como la chilena, sin mecanismos para desfogar sus tensiones políticas, acumula presiones y conflictos cada vez más graves. Para que la institucionalidad no se rompa, y podamos resolver las diferencias sin represión o sin un baño de sangre, es necesario fijar los procedimientos para dirimir los conflictos políticos que afecten al país. El temor al Golpe se elimina o disminuye significativamente trasladando el poder final a la decisión de la soberanía popular. Allí se encuentra la última instancia, la palabra final.

Enrique Astorga Lira

Abogado y ex consultor de Cepal, Pnud y OIT.

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