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Los objetivos estudiantiles para el 2012

Hacia un movimiento político social

“Para nosotros, toda sociedad debe ser una escuela, y la escuela debe ser parte integrante de esa gran escuela que debe ser la sociedad. Pero no la tradicional, introvertida, satisfecha de una enseñanza que puede ser bien impartida, pero que no traspasa más allá de sus muros; porque pensamos en la escuela abierta, plenamente integrada a los procesos que inquietan, preocupan e interesan a la comunidad”.

Hace 41 años Chile necesitaba una reestructuración profunda de su sistema educativo y que este fuera puesto al servicio de las necesidades del pueblo. Hace 41 años hubo un intento por parte del Gobierno Popular de Salvador Allende por lograr configurar un sistema educativo integral, puesto a completa disposición de las necesidades de las grandes mayorías.

Sin embargo, dicha rica experiencia fue cortada de raíz con el golpe cívico-militar de 1973, y desde entonces la educación chilena se ha divorciado completamente de aquellas necesidades, siendo secuestrada por los intereses del mercado y del capital chileno y transnacional. La dictadura hizo su parte desmantelando el sistema educativo anterior, colocando los cimiento del actual sistema, y la democracia pactada concertacionista aportó con la profundización de dicha mercantilización, ampliando el sistema crediticio, transnacionalizando su capitalización, e incrementando explosivamente el endeudamiento de cada chileno y chilena por concepto de educación.

Las principales consecuencias de este proceso apuntaron a la configuración de un mercado de la educación inspirado en una serie de principios ideológicos donde quedara consagrada la libertad de enseñanza por sobre el derecho a la educación, el rol del Estado quedaba reducido a la figura de Estado subsidiario, con el consecuente abandono de las universidades estatales, arrojadas a un mercado desregulado bajo el principio de la “competencia”, y a una progresiva agonía financiera por la implantación de la política del autofinanciamiento.

La educación concebida como un bien de consumo transformó al estudiante en un cliente apetecible por la banca nacional y extranjera, y trasladó la tarea de sostener la totalidad del sistema a cada familia chilena, ya sea por el pago directo de aranceles y matrículas, o a través del endeudamiento progresivo de millones de chilenos que han visto cómo sus sueños de superación económico social se truncan al tornarse en verdaderos prisioneros de créditos usureros.

Resistencias Durante este proceso de mercantilización de la educación, el movimiento estudiantil fue incapaz de articular una lucha de resistencia. A finales de la década de los 90, y producto de la incorporación del proyecto de Ley Marco, se logró reconfigurar expresiones de descontento que se materializaron en movilizaciones a nivel nacional y que permitieron la activación de una coordinación nacional de federaciones estudiantiles, dando origen a la actual Confech. Dichas movilizaciones, si bien lograron detener el proyecto -junto a otros actores educativos que tampoco se mostraban muy convencidos con dichas propuestas- no fueron capaces de levantar una voluntad en torno a aspectos programáticos. Así, cuando se separa la Ley Marco en dos emblemáticos proyectos, (...)

Artículo completo: 1 561 palabras.

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Marjorie Cuello Araya

Secretaria General de la Federación de Estudiantes Universidad de Valparaíso.

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