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Historia de dos tragedias.

A finales de enero, en Bogotá, un sujeto llamado Harold Vera cruzó las puertas de una clínica dedicada a la cirugía estética. Llevaba de la mano a una bella muchacha de Tolima, Edna Patricia Espinoza, 19 años, larga cabellera negra y madre de una niña de tres años. Era una “Miss”, es decir una muchachita pobre con un buen cuerpo que ofrecer al mejor postor. Edna Patricia era “Mis Tanga 2008”, y en esa misma clínica ya se había operado anteriormente la nariz y le habían implantado los senos desproporcionados que abultaban su blusa.

También a finales de enero y cuando faltaba poco para su cumpleaños número cincuenta, el millonario bogotano Andrés Piedrahita bebía lentamente un zumo de frutas tan amargas como su suerte: el grupo económico que presidía, Fairfield Greenwich, había perdido siete mil quinientos millones de dólares de sus clientes de todo el mundo, en el fraude organizado por Bernard Madoff en Wall Street. El gran problema que le amargaba el zumo era que ninguno de sus clientes sabía que los fondos confiados a su custodia se habían volatilizado.

Edna Patricia tomó asiento en la sala de espera, y con movimientos de cabeza asintió a las instrucciones de Harold Vera, su manager. El hombre vestido con la suprema elegancia de los truhanes del Caribe, le explicaba que para ser “Miss Tanga” por muchos años necesitaba varios centímetros más de trasero, pues el tanga en tanto prenda para lucir el culo, exigía más carne, siempre más carne. Luego de la operación se reunirían con el presidente del concurso y la chica sabría qué premios le correspondían. Así, confiada y sonriente, entró al quirófano para que le aumentaran el volumen del culo.

Piedrahita dejó el amargo zumo de frutas a medio vaso, enseguida se incorporó y meditó unos minutos frente al diploma que lo acreditaba como egresado de la Boston University School, y se dijo que la vida amenazaba con tornarse dura; no podría celebrar su cumpleaños en la isla de Capri, como todos los años, y mucho menos volar en su “Gulfstream 200”, su avión privado valorado en veinte millones de dólares. Los inversionistas estaban furiosos y era menester guardar las apariencias de perjudicado por Madoff. Convenía olvidar temporalmente su mansión de Chelsea, esa bella casa de cuatro pisos, y tampoco debía pensar en “Son Simonet” la casa de Palma de Mallorca decorada con obras de Botero y provista de un encantador bar estilo marroquí en el que se sentía tan a gusto el príncipe Pablo de Grecia, entre otros ilustres invitados. Sí, la vida se tornaba dura para el afectado multi millonario.

Edna Patricia se tendió boca abajo en la mesa de operaciones, y muy pronto empezó a sentir los efectos de la anestesia. Y también las manos del doctor Soler acariciando sus nalgas al tiempo que alababa la belleza de esos glúteos. El doctor Soler era un médico militar que jamás se había especializado en cirugía plástica y estética. La chica adormecida sobre la mesa de operaciones era apenas “Mis Tanga”, y a los dieciséis años había parido a otra futura “Miss”, así que la falta de experiencia no tenía la menor importancia. Pese al sedante, Edna Patricia sonreía, tal vez pensando en la colección de muñecas “Barbie” que eran parte de los premios recién ganados. El médico militar pinchó, comprobó la insensibilidad de la bella durmiente, y empezó a inyectar grasa en los glúteos.

Piedrahita se dirigió al salón con formidables vistas sobre Bogotá. Ahí, un fiel secretario explicaba a un periodista del diario español El Mundo, que este era un serio traspiés para su jefe, pero que el doctor ya estaba pensando en algo, con el apoyo de Corina, su agraciada esposa de la que el Times de Londres dijera: “Corina es fundamental en el trabajo de su esposo, es encantadora, suave, hace amigos con facilidad y supervisa las espléndidas cenas que sirven a los socios. Es una mujer que está pendiente de todo, del papel higiénico decorado con motivos egipcios, de las vacaciones invernales junto a sus cuatro hermosas hijas en la mejores estaciones de esquí europeas, y del yate de 50 metros que mantiene atracado en Montecarlo. Una sonrisa de Corina bastó para que su esposo contara con el apoyo de Michael Picciotto, jefe de la Union Bancaire Privée.”

El doctor Soler no pertenecía a la plantilla de médicos contratados en esa clínica y, tal vez por eso, apenas Edna Patricia dio síntomas de entrar en un paro cardíaco, arrojó la mascarilla, los guantes de goma, el batín verde, y salió a toda prisa del quirófano. El resto del personal trató de reanimarla durante media hora, mas todos los esfuerzos resultaron infructuosos. “Mis Tanga 2008” murió con su nuevo culo a medio completar. En la sala de espera, su compungido manager maldecía su suerte: Edna Patricia no cumpliría con la gira mostrando el culo por toda Colombia, y a él se le esfumaba el 80% de las ganancias.

Piedrahita enseñó al periodista unas fotos de su mansión de Chelsea, del yate, la casa mediterránea de Palma de Mallorca, y unas fotos de sus bellas hijas practicando equitación en los prados del Country Club. Enseguida le ordenó al secretario que le entregara al periodista el álbum de prensa, destacando una entrevista reciente que le hicieran en la revista Caras: “estudió en el colegio anglo colombiano, se graduó en el English School y viajó a los Estados Unidos a conquistar el sueño americano. Supo aprovechar su don de gentes y carisma para hacer contactos, se ganaba a la gente, tenía ese talento para conquistar en cuestión de minutos. Era genuino, sencillo, inteligente, y se vestía siempre impecable. Esta habilidad social le abrió las puertas de las mejores fiestas, de los eventos más importantes de la Gran Manzana.” Usted comprenderá- dijo el secretario- que este traspiés lo tenga muy deprimido, y por lo tanto le ruego que sus preguntas sean breves y precisas.

Edna Patricia Espinoza, “Miss Tanga 2008”, regresó a Tolima en un ataúd sin barnizar. Su manager, pese a los desesperados intentos –según sus propias palabras- no logró que los organizadores del concurso pagaran el premio ni entregaran los regalos. Miss Tanga había incumplido el contrato que la obligaba a mostrar el culo por todo el país, y una muchacha muerta, por muy hermosa que sea, y Edna Patricia lo era, simplemente no vende.

Andrés Piedrahita, silencioso en la terraza de su pent house de Maniatan, maldice a Bernard Madoff por estropearle la fiesta de su cumpleaños, y mira fotos en las que se ve junto al magnate Alberto Cortina, al Príncipe Felipe y a la Princesa Letizia, a Pablo de Grecia, y suspira como sólo pueden hacerlo las víctimas de las grandes tragedias. Estas dos tragedias son rigurosamente ciertas. La vida es un paño de lágrimas.

Luis Sepúlveda, 7 de abril de 2009

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