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Huxley versus Orwell o la distopía de la democracia moderna. Por Arolas Uribe

Dicen que Huxley, y no Orwell, estaba en lo cierto (1). Dicen que vivimos en “Un mundo Feliz”, en una era hedonista y sensorial, de “sobre información” irrelevante, que nos impulsa a la pasividad. Una era en la que la narrativa de George Orwell no encuentra asidero. Yo no estaría tan segura.

“1984” y “Un mundo feliz” son dos posibles infiernos y prisiones de la humanidad. Dos distopías sobre la distorsión de la cultura. La primera a través del dolor, la tortura, la vigilancia y la censura. Lo más parecido a una dictadura. La segunda, mediante la exageración kitsh de la libertad, el placer y el individualismo. Muy similar a la democracia neoliberal. Dos caminos que parecen disociados, pero que en realidad son dos caras de una misma moneda.

La historia de la filosofía nunca ha separado esas dos dimensiones de la política de los hombres (¿y mujeres?). Todo indica que al convertirnos en personas, en sujetos de derecho, en seres morales y en animales políticos, la contradicción entre la vida y la muerte, lo totalitario y lo libertario, la tortura y el placer, se hacen carne en nuestro cuerpo. La historia de nuestra organización política es la historia de una contradicción, la historia de cómo ni Huxley ni Orwell estaban equivocados, sino de cómo, a partir de ambos, se explican perfectamente las sociedades (pos) modernas.

Un ejemplo. Cuando Giorgio Agamben quiso explicar qué es un campo de concentración (2), no pudo dejar fuera este punto. ¿Qué lo diferencia a usted de un judío en Auschwitz, de un comunista en Villa Grimaldi o de un esclavo en el circo romano? Nada, excepto que en su caso la humanidad no lo ha desprendido, nadie lo ha prescrito como sujeto de derecho. Al menos no todavía. He ahí una escalofriante contradicción. La ley, la que está hecha para cuidar nuestros cuerpos del dolor, se suspenderá y se dejará caer sobre nuestros mismos cuerpos en cuanto osemos romper sus normas. La ley cuida al cuerpo sometido y obediente, al bello Alfa que consume soma en su casa sin cuestionar la distopía; pero desaparecerá y torturará al obrero curioso que se rebele, al Winston Smith que burle el ojo del Gran Hermano. La ley, dirá Agamben, es una norma moral, que puede proteger sagradamente y destruir sin vacilar al mismo cuerpo. La diferencia radicará en nuestro sometimiento y en quien dicte dónde comienza y termina el límite del hombre que vale, del hombre que calza en la distopía.

Esta contradicción, esta paradoja de ofrecer libertad a cambio de estar atado, no aparece sólo en Agamben. Ya es reconocible en Platón, quien afirma tenazmente en La República que la política es una tarea reservada sólo para quienes tienen los dotes para ejercerla, pero ésta en cuanto cae en las manos equivocadas, se pudre y ya no puede causar más que un espejismo de la política verdadera. ¿Cómo proteger la libertad, la democracia, el bien y la justicia, cómo mantenerla en las manos sabias y correctas? Sólo con la esclavitud, con la injusticia de suspender la libertad de algunos, so pena de hacer valer la promesa democrática, al mismo tiempo que se viola. Para hacer el bien, esparcir el mal; para estar en paz, hacer la guerra. En el pensamiento de Orwell, para cumplir la promesa del Ministerio del Amor, permitir en su interior la existencia de la Habitación 101. Dulce y agraz. Serás libre mientras estés subyugado a mis reglas.

La vida moderna no es todo luz o todo sombra. Para que podamos ver la luz y tengamos la libertad de caminar en paz por las calles, el precio es que quienes disienten con el sistema e intentan subvertirlo estén en la oscuridad o simplemente ya no estén, porque fueron desaparecidos. Para vivir en la libertad del consumo es necesario someter el cuerpo al trabajo. En la dictadura de Pinochet hubo vida cotidiana, nacieron niños, se celebraban matrimonios. En la democracia de Piñera también hay totalitarismo, hay ley Hizpeter y mapuches torturados. Un delicado equilibrio entre Huxley y Orwell.

La lista de filósofos políticos que, al igual que Agamben, explican esta paradoja es extensa. Jacques Rancière definió política bajo esta contradicción: dirá que para que haya subjetivación política o “libertad”, es necesaria la sujeción política, es decir, una atadura, una “no libertad” (3). Para ser libres debemos donar nuestra libertad. Etienne Balibar advertirá que la misma palabra sujeto, con la que tanto nos gusta tratar, contiene en sí misma la contradicción (4), antes explicada por Rancière: sujeto tendrá dos acepciones, subjectus -sujeción o sumisión- y subjectum -sustancia individual, libertad-. Cada vez que decimos “somos sujetos”, decimos que somos libres, pero atados, todo en una misma oración. Incluso Foucault dirá lo propio sobre el liberalismo: en tanto promete libertad, sujeta a los hombres (5).

Llevado a la menudencia de la práctica cotidiana y doméstica, mientras la neolengua de Orwell se debate en los libros de historia, disputando si hablamos de dictadura o gobierno militar, el soma de Huxley se consume por broadcasting, con una televisión que en su sobreabundancia de información, finalmente, no nos dice nada. Sobre el Gran Hermano ya ni metáforas es necesario hacer luego del destape de Snowden y pareciera que las probetas en las que los alfa, beta y epsilon se creaban en Un Mundo Feliz son los colegios segregados entre estudiantes ricos y pobres y entre estudiantes talentosos y desventajados.

La democracia y la dictadura es una inflexión que mostrará su cara en el momento que resulte oportuno o en el momento en que permitamos que se den ciertas relaciones de fuerza. Pero la vida no es sólo 1984, ni tampoco Un Mundo Feliz. La democracia del hedonismo es un cuadro de bifrontismo con el totalitarismo represivo. Ni Orwell ni Huxley tenían razón, pero ninguno de los dos estaba equivocado.

*Arolas Uribe es Periodista y estudiante de Magíster en Comunicación Política en la Universidad de Chile. En Twitter @arolasuribe.

NOTAS:

(1) “Orwell VS Huxley – La explicación de por qué nadie hace nada” http://pedacicosarquitectonicos.com/2013/08/30/orwell-vs-huxley-la-explicacion-de-por-que-nadie-hace-nada/

(2) Agamben, G. “¿Qué es un campo?”.

(3) Rancière, J. (2006). Política, policía, democracia (1a ed.). Chile: LOM Ediciones.

(4) Balibar, E. (2000). Sujeción y subjetivación. En Arditi, B. El reverso de la diferencia: identidad

(5) Foucault, M. (2012). Nacimiento de la biopolítica (1a ed.). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

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