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LEGITIMIDAD Y REFUNDACIÓN por Ángel Saldomando

Chile comienza a tener un tufo no de modernidad sino que de otras épocas. Un malestar que se generaliza, barreras de contención que caen, una omnipresencia policial, montajes y criminalización de la protesta.

Si la política, en el buen sentido, no retoma su capacidad de transformar el conflicto en una solución social legitima, el camino será arduo, la cuestión es que esto ya no sólo compete al gobierno.

La lista de conflictos que comienza a emerger también tiene algo de otra época, eso no es casual, esa lista es del tamaño de los derechos negados, de la enorme frustración de una sociedad indefensa que mastica su infelicidad y de la ceguera política de una elite política obsoleta. El movimiento estudiantil hizo envejecer de un solo golpe a la constitución, a todas las componendas y sus representantes y a los recién llegados a la moneda. Basta ver a esos jóvenes dando lecciones de política y negociación.

Legitimidad

El conflicto de la educación destapó la olla, hizo la alquimia más explosiva de todas, un conflicto sectorial que se transforma en un problema de modelo de sociedad. La cuestión no se debe a intransigencias de unos y otros, acordémosle por un segundo algo de voluntad a las partes. La razón es que la calidad de la educación en conflicto, tiene que ver con dos aspectos claves: normas constitucionales y desigualdad sistémica. Si tuviéramos una base de normas igualitaria pero funcionando mal se podría arreglar, pero aquí es la estructura del sistema la mala y eso no se puede arreglar ni con mucha plata. Hay que hacer cambios. La derecha entiende el fondo del problema pero no puede reaccionar, visceralmente el tema sistémico no le entra. Se aterran, ofrecerán lo que sea, incluso el triunfo moral del movimiento con tal de no ir al fondo. No pueden, son hijos de ese fondo que los hizo ricos, pudientes, elitistas y herederos sin ninguna aprobación ciudadana, de un sistema hecho a su medida.

La derecha está confrontada a una grave crisis de legitimidad, no solo política sino que del sistema que deben gobernar, la bomba de tiempo se la dejó la concertación pero a estas alturas ya no importa. La batalla de la legitimidad la derecha la perdió.

La cuestión es que detrás de la locomotora de la educación se vienen otros conflictos y quizá, vayamos hasta pronosticar, vendrá la primera huelga general en serio con este gobierno.

La primera y más trascendente lección del conflicto en torno a la educación es sobre la legitimidad. Es el inicio del rescate de la presencia de la sociedad en la política, esta dejar de ser solo legal desde arriba, requiere aprobación ciudadana, compresión, tolerancia y adhesión, las cuatro categorías están hoy en el tacho de la basura.

Pero en Chile es imposible saber si la falta de legitimidad tiene una base de mayoría capaz de reorientar el curso de las cosas, es imposible hacer un referéndum sobre temas de sociedad y el sistema electoral es uno de los filtros más escandalosamente desiguales de América Latina.

Cuando la legitimidad se quiebra la legalidad no aguanta y forzar la normalidad sobre ella, solo acarrea mas conflicto y represión. Los políticos de poca monta en el gobierno y fuera del debieran saberlo. Toda la historia social tiene su raíz en esta contradicción. Ya tenemos los intendentes, alcaldes y ministros oficialistas, con rostro crispados, rictus amenazadores reclamando orden, pero si el orden no es legítimo sólo habrá garrote.

Refundación

Esto tenía que ocurrir, era una cuestión de tiempo. El punto es que estamos ahí, en el momento en que se rompe la legitimidad y la legalidad se convierte en una simple y banal justificación del poder. La pregunta surge natural ¿Se puede refundar la legitimidad y la legalidad? O estas irán ¿Separándose cada vez más? El conflicto sobre la educación está haciendo escuela en este sentido.

Tres vías se dibujan en el tiempo con diferentes plazos y posibilidades. Una es el dialogo político cupular, uno más, decantado socialmente. Es decir entran solo los que se puedan manejar y se trabaja con los mínimos posibles, la escuela de la concertación en suma.

La segunda es más ambiciosa. El conflicto de la educación instala un proceso abierto y plural. Se genera una dinámica de búsqueda de soluciones y se funda un nuevo espacio social y político que podría ser en una versión ambiciosa, el propio fiscalizador de los acuerdos a que se llegue. La tercera es una forma quizá mixta, pero cuyo resultado no es un acuerdo refundador y el desenlace es que cada uno termina empujando su agenda en orden disperso.

Pero el conflicto de la educación ha revelado la otra dimensión, la sistémica, esa quedará inevitablemente vinculada a la lista de conflictos que una y otra vez la estarán planteando a su modo.

Frente a esto es claro que el país comienza a bordear la necesidad de la refundación, es un proceso de construcción de una nueva conciencia nacional y de una nueva ética de lo público.

Las voces que argumentan sobre la necesidad de una Asamblea Constituyente tienen buenas razones, las conocemos todos. Otros conocen las posibilidades reales de modificaciones parciales a la constitución, de manera a tener mejores leyes pero con una mala constitución.

Pero hay que ver como la refundación adquiere legitimidad y visos de mayoría, hasta que se pueda verificar y quienes y como impulsaran esta tarea frente a la sociedad toda. Marchas y movimientos masivos son expresión de que una parte importante de la sociedad tiene una posición, pero es siempre una parte, no sabemos si es mayoría. Y frente a ella tenemos una clase de derecha política y económica que nunca ha podido diferenciarse, es retrograda en ambos términos de la ecuación, por eso es que nunca hubo posibilidad de negociar un pacto social progresista en chile, faltaba un interlocutor, a pesar de que tiene base social.

En otros países la derecha política entendió que debía domesticar a sus cocodrilos para negociar. Por el contrario este es el país donde la derecha política y económica, la misma cosa en el fondo, hace pedazos primero a sus connacionales, antes de ceder para construir un modelo de sociedad más justo y libre.

No tenemos una burguesía esclarecida, ni políticos avanzados audaces, la historia nos dejó eso. Pero tenemos movimientos sociales, intelectuales, técnicos, artistas, feministas, jóvenes, indígenas, movimientos regionales que podrían confluir en una demanda común.

Puede que ayude a desarrollar esa nueva conciencia nacional, en cualquier caso canalizar las fuerzas existentes y crecer ayudará. Las fuerzas que se han manifestado con sus propios formatos organizativos, podrían llamar a una conferencia nacional, donde se acuerde aunque sea incipiente, una agenda nacional y se convoque a un referéndum social, con urnas de sur a norte y que la ciudadanía se exprese en un tiempo a acordar. La política tiene sus tiempos y la sociedad en su diversidad los suyos. Pero la prueba más importante será la madurez política para forjar esa convergencia.

Se trata de generar de la emergencia de un movimiento constituyente con sus propios tiempos sociales y políticos, no para legitimar o contener el poder, objeto de casi todas las constituyentes, sino para indicar el camino de la refundación democrática.

Estamos entrando en una nueva fase histórica, qué duda cabe, pero el tufo de pasado que nos trae la coyuntura y la vieja política no debe cerrarnos la exploración de nuevos caminos

Angel Saldomando. Julio 2011

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