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La Universidad ARCIS más allá del PC

En las últimas semanas se han sucedido varias acusaciones que han involucrado a personas e instituciones que hasta hace poco estuvieron relacionadas con la Universidad Arcis. Algunos datos parecen preocupantes y, de confirmarse, obligan a que quienes resulten involucrados asuman sus responsabilidades. En otros casos, la información que ha circulado no parece aún clara, lo que obliga a acopiar más antecedentes y actuar con mayor prudencia, de modo que la situación no afecte gratuitamente la imagen de la universidad.

Las auditorías, por ejemplo, aplicadas por la CNA no arrojaron evidencias de dineros recibidos o utilizados en forma irregular; las dudas sobre los dineros venezolanos deberían despejarse con los propios venezolanos, para confirmar si efectivamente fueron enviados, y con los posibles receptores, Ical e Inversiones Nazareno; el monto de las deudas deben ser precisado, pero no a partir de un informe realizado por una empresa no acreditada y que se sustenta en errores importantes; el patrimonio actual de la universidad incluye el inmueble de calle Libertad, por tanto se falta a la verdad cuando se pone en duda algo que está documentado. Por todo lo anterior y por otras situaciones no del todo claras, pareciera más adecuado esperar los resultados de la auditoría externa que ha sido contratada por la propia universidad y que debería despejar varias de las dudas planteadas, y que los reportajes y denuncias no han llegado a aclarar, debido justamente a que la información no ha sido todavía contrastada o es aún incompleta.

Por otra parte, no se puede enlodar, como lo ha hecho el diputado Kast, el prestigio de la universidad con aseveraciones falsas e injuriosas. Por ejemplo, la obtención de la acreditación en dos oportunidades por parte de la Universidad Arcis se ajustó a todos los procedimientos vigentes. Los tribunales se pronunciaron al respecto en la primera ocasión (a raíz de la investigación que afectó a Eugenio Díaz) y nadie ha dudado hasta ahora del actual directorio de la CNA, el que otorgó la acreditación por segunda vez.

En todo caso, más allá de la veracidad o no de las denuncias planteadas, y de la guerra sucia en que se ha involucrado la derecha, nada se ha dicho del lugar que ha ocupado la Universidad Arcis en el desarrollo de la reflexión académica y la creación artística del país. Pareciera que todo ese legado nunca hubiera existido y no tuviera lugar en el balance catastrófico que algunos dibujan de la institución, a partir de hechos puntuales que la propia comunidad rechaza en la medida que sean comprobados, y de la información falsa que otros divulgan, con el propósito de afectar su futuro. Con ello, se intenta instalar la idea de que la universidad ha actuado bajo lógicas mercantiles, cuyo único objetivo ha sido generar ganancias para un grupo pequeño de personas que han lucrado con ella. Lamentablemente algunas voces internas, preocupadas de aclarar situaciones confusas y provocar la intervención del gobierno, han facilitado que el foco de atención se centre en esos aspectos.

Todas las evidencias demuestran que la universidad vive su actual situación, en gran medida, por su constante rechazo a acomodarse a una lógica que la inmensa mayoría de la comunidad ha rechazado en forma permanente. En otras palabras, si se hubieran aplicado los criterios economicistas y de lucro que algunos denuncian muchas carreras que han sido el alma de la institución no seguirían abiertas. Teatro, danza y cine son escuelas de reconocido prestigio, que han recibido de parte de la institución importantes inversiones en infraestructura, a pesar de no generar rédito económico y situarse en un precario equilibrio presupuestario. La decisión de mantener abiertas estas carreras se distancia mucho de los criterios que han aplicado otras universidades, incluidas las estatales, que poco han apreciado el aporte de las artes a su desarrollo estratégico. La alta morosidad de los alumnos es otra evidencia de la ausencia de un criterio mercantil, que en otras instituciones se traduce en impedir el ingreso a las salas de los estudiantes que no están al día en sus cuotas o de llevar a cabo procedimientos draconianos de cobranza.

La Universidad Arcis, por tanto, puede exhibir con orgullo una larga tradición de consecuencia en ese plano, a costa de mantener una frágil situación financiera, que en parte se habría podido revertir si se hubiera volcado a satisfacer solamente la demanda por carreras cortas, técnicas y de pizarra y plumón, como lo han hecho otras instituciones académicas. Esta decisión no ha sido fácil, porque incluso en ocasiones la tentación por cambiar de estrategia ha logrado contagiar a algunos, ante la falta de apoyo por parte del Estado, que sólo se ha limitado a observar a la distancia el aporte de universidades como Arcis. La creación de sedes regionales respondió a esa razón y fue revertida, con un alto costo para la propia institución.

Lamentablemente la memoria es frágil y pocos de los que hoy apuntan con el dedo se hacen cargo de las dificultades que la institución ha enfrentado para sobrevivir en un contexto tan adverso. A pesar de ellas, el legado ha sido innegable, a menos que la presencia en sus aulas de figuras intelectuales como Antonio Negri, Tomás Moulián, Nelly Richard, Jacques Rancière, Gabriel Salazar, Atilio Borón, Felix Guattari, Eric Hobsbawn, Ernesto Laclau y Jacques Derrida, y de artistas como Joan Manuel Serrat, Raúl Zurita y Pedro Lemebel no hayan significado nada para el desarrollo intelectual y creativo del país. O que los numerosos concursos y premios obtenidos por sus profesores y exalumnos (como Fondart, Altazor, Fondecyt) sean producto del azar.

La riqueza de la Universidad Arcis se refleja en los cientos de profesionales que desde diferentes carreras de las artes y las ciencias sociales se han titulado y hoy aportan con su trabajo, sus competencias y capacidades, en distintas instituciones, públicas y privadas. También se manifiesta en el aporte académico a nivel de postgrado, que mira al país y Latinoamérica como una unidad indivisible, potenciando sus capacidades económicas, políticas y culturales.

Sería absurdo negar que la universidad esta enfrentando problemas complejos, y que parte de ellos se generaron o no se detuvieron a tiempo por la debilidad de los mecanismos internos de control y por una situación de desprolijidad administrativa que no fue solucionada. También resultaría deshonesto y falto a la verdad suponer que toda la crisis se ha debido a la acción malintencionada de un grupo, sobre el cual descansan todas las culpas. Más bien, un juicio equilibrado y desapasionado pareciera indicar que fue una acumulación de factores los que llevaron a la actual situación, tanto de orden interno como externo. Saber en detalles cuáles son estos factores requiere una investigación seria, sustentada en una lectura puntillosa y técnica de la información, y verificada adecuadamente. Todo esto necesita ser aclarado, sin que ello signifique poner en duda la honestidad de la inmensa mayoría de los trabajadores y académicos que han trabajado por mantener el proyecto del Arcis en pie.

Es en momentos de crisis cuando las personas y las instituciones ponen en tensión sus capacidades, su patrimonio simbólico y su potencial creativo. La estabilidad institucional que otras universidades pueden exhibir pudiera ser un norte deseable para algunos que, desde la comodidad y la seguridad, prefieren producir vida universitaria rehuyendo las tensiones de una sociedad y de un modelo educacional en crisis. En la Universidad Arcis, en cambio, la situación ha sido otra y hemos debido enfrentar con toda crudeza desafíos complejos, a veces resolviéndolos adecuadamente y en otros, quedando en deuda. En esta institución no somos complacientes y el desafío sigue en pie para los académicos, estudiantes y funcionarios que han decidido permanecer en ella para dar continuidad a un proyecto que el país necesita.

El desafío por delante es grande, porque no afecta sólo a una universidad, sino a todas sin excepción. Sólo así podremos atacar el contexto que ha provocado la pérdida de sentido universitario de muchas instituciones, algunas de ellas dedicadas sólo a rentabilizar inversiones; varias desarrollando una feroz competencia por indexar y estandarizar su producción académica, con perversos incentivos económicos, y otras volcadas a aplicar múltiples estrategias de sobrevivencia, como el caso de Arcis, para poder llevar a cabo su vocación genuinamente universitaria.

Reducir la historia de la Universidad Arcis, incluyendo su actual crisis, a la relación que tuvo ésta, por algunos años, con el PC es una absurda y caricaturesca forma de entender un complejo escenario, que va mucho más allá del PC.

Consejo académico Escuela Latinoamericana de Posgrados Universidad de Artes y Ciencias Sociales, ARCIS

Santiago, 1 de septiembre de 2014

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