La bomba Murdoch

En julio de 2011 los británicos descubrían el escándalo de las prácticas periodísticas del hebdomadario News of the World. Pero este tema conducía a otros: la concentración de la propiedad de los medios de información, la mercantilización de ésta, las connivencias políticas. El magnate Rupert Murdoch es emblema de todos ellos.

La última investigación estuvo de más. El 5 de julio de 2011, el tercer imperio mediático mundial, el de Rupert Murdoch (cuyos 53.000 empleados operan en cuatro continentes), tambalea: la revelación de que un periodista de News of the World, el título con mayor tirada de la prensa dominical británica (2,7 millones de ejemplares), tuvo acceso a la casilla de mensajes telefónicos de Milly Dowler, una niña de trece años de edad asesinada en 2002, provoca una ola de indignación en el público. Por otra parte, los británicos se enteran de que la piratería también afectó a los buzones de voz de las familias de militares muertos en Afganistán. Aunque este tipo de intrusión en la vida privada de personalidades de gran notoriedad se conocía desde hace tiempo, el recurso a este modo de intromisión en la intimidad de simples particulares golpeados por la tragedia supera los límites de lo aceptable, límites que ya habían sido ampliamente transgredidos por la prensa popular del país.

El blanco de la indignación fue News of the World. El periódico dominical que Murdoch compró en 1969 –y que constituyó el primer jalón en su carrera mediática en el Reino Unido– se especializó muy rápidamente en ruidosos escándalos, malversaciones y tráficos diversos, que revelaban a un equipo de periodistas convertidos en maestros en el arte del disfraz y la infiltración...