Más allá de los resultados que obtenga el movimiento estudiantil, los cambios ya están aquí y vinieron para quedarse. En pocos meses ha hecho un rápido aprendizaje, se sabe dónde poner la fuerza porque ha identificado la médula de las contradicciones que aprisionan a un gobierno de derecha, que pone su ideología por delante.
Desde hace más de cinco meses, todas las reivindicaciones sectoriales del movimiento estudiantil se han ido articulando a través de un eje central: la desigualdad que impera en Chile. La desigualdad entendida como una perpetuación de ésta, ha sido el foco que nos permitió hacer emerger el descontento que ha estado latente en amplios sectores de la sociedad y que no se expresaba en forma abierta, debido a un autocomplaciente discurso de las autoridades de gobierno.
Una vez instaladas las demandas sectoriales ancladas en la idea de que éstas son justas porque hay una perpetuación de las desigualdades, el proceso comenzó a profundizarse y fuimos de a poco entrando –junto a la ciudadanía- en los problemas de fondo. Al inicio, no era llegar y plantear el debate constitucional porque no iba a ser comprendido; ello requería un proceso de aprendizaje –de la sociedad en general y de nosotros en particular- que es, tal vez, nuestro mayor éxito.
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