La derecha empresarial toma el mando de la oposición

Como ha sucedido con todos los gobiernos de la transición, y particularmente los concertacionistas, el de Michelle Bachelet también ha desmovilizado a las fuerzas que le llevaron a ganar las elecciones con un margen significativo y luego a desdibujar el programa de cambios que propuso al país. Desde la administración de Patricio Aylwin hasta Bachelet ha sido una constante, los cambios profundos quedan al margen ante la priorización de la “gobernabilidad”, el “crecimiento”, la “estabilidad económica”, el cuidado a la “inversión” y otros “relatos” que finalmente han privilegiado las correcciones al modelo neoliberal por sobre las reformas que permitan avanzar hacia un Chile más igualitario y más democrático.

Los casos de corrupción en las elites políticas y empresariales que reventaron hace un año y que dejaron al descubierto el sistema de financiamiento ilegal de la derecha política por parte del grupo Penta, luego se extendieron a sectores oficialistas que usaron métodos similares para beneficiarse de los aportes de la empresa Somquimich, terminaron por paralizar al gobierno cuando desde otra arista la propia presidenta Bachelet fue golpeada por los negociados de su entorno familiar. En ese contexto, el freno a las reformas “estructurales” prometidas las hicieron naufragar por el simple expediente de no contar con las energías de la elite gobernante para empujarlas. La desmovilización facilitó la presión implacable de los empresarios para obstaculizar los cambios, obligar a revisar los que ya estaban en curso (como la reforma tributaria), colocar en rumbo errático la reforma educacional, cercenar las aristas de la laboral y obligar a descartar la reforma al sistema de pensiones, diluir el cambio constitucional y postergar la descentralización...