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La derecha nunca había gozado tanto el sexo-género. Por Victoria Aldunate Morales

Fin de marzo, las denuncias de violencia hechas por mujeres pueden volver a tratarse como pataletas de locas despechadas –y llamarles SAP, Síndrome de Alienación Parental-, pero demos gracias a María en semana santa que igualmente la muerte por femicidio logra seguir neutralizando aquello de “Violencia Cruzada”; porque si a una la matan, ya no la culpabilizan.

El viernes 8 de marzo la locutora de la radio Bío Bío -muy popular entre movimientos sociales- entrevistó a la ministra de la mujer de Piñera. Esta señora dio algunas cifras y subrayó que el gobierno está integrando una campaña sobre la violencia en los romances de jóvenes. Ella cree que es una medida radical de esta administración política y la compara con su campaña de “maricón es el que le pega a una mujer”, que fue muy exitosa y acogió, desde la Derecha, a la diversidad sexual, especialmente a los hombres homosexuales que ahora ya todo el mundo debe nombrar en inglés: “gays”.

Terminó la entrevista, la locutora dijo un lugar común sobre “la fuerza de las mujeres” y un comentarista deportivo que se integró al panel le replicó con un chiste sobre la belleza femenina felicitándola “en este día”. Vino el deporte. Sonaba como algo muy pero muy serio: el desgarro de un jugador. Y luego la noticia que el comentarista deportivo “debe dar”, pero que “no le hace honor a esta sección”: la condena de un futbolista estrella por violencia contra una mujer -al parecer contra su novia-. El equipo radial lamenta que un jugador tan brillante se vea envuelto en una noticia “tan desafortunada”, (sólo desafortunada). Otro locutor dijo que no hay que olvidar “los triunfos que el hombre le ha dado a su país”, la entrevistadora reforzó esta observación y no hizo ningún comentario sobre la violencia contra las mujeres de la que había hablado con la ministra derechista hacía no más de 10 minutos.

La equidad de la violencia machista

La parada estaba solitaria y oscura. Un hombre pasó de largo, llegaron más autobuses, pero ninguno era el mío, vino un tipo caminando en un sutil zigzag, no tan obvio como cayéndose de borracho -más bien par de cervezas- y fue directo a donde estaba yo. Salté como resorte al lado contrario y me puse a maldecir -para mis adentros- al transanfiasco Laguista, esta “Obra Pública” concertacionista que nos hace esperar horas para llegar a destino. El tipo del par de cervezas parecía tranquilo y me avergoncé por haberme escapado de su lado como si oliera mal. Llegó una pareja, el tipo cambió su actitud y me siguió: “Oye!”, “¡Oye a dónde vai tan solita!”… Mi olfato no me había engañado, el tipo sí olía mal. ¡Andate a la mierda!, le dije, y él me insultó amenazante, luego de unos segundos se alejó. Noté que la pareja me miraba extrañada… ¿Sería yo una puta? ¿Sería la mujer del tipo? –esposa o prostituta, ¿cambiaría algo?-... o qué pensarían, no sé, pero no soy pacifista, si volvía el tipo, yo le pegaba. ¿Qué dirían entonces: riña callejera, pelea de pareja, violencia cruzada? ¿O quizás hablarían de una “agresora de hombres?”…

El concepto “violencia de género”, en la vida cotidiana y “ciudadana”, está operando como un tipo de violencia “simétrica”, “neutral”, “equitativa”. Es como en la violencia intrafamiliar o incluso en leyes para combatir la Violencia contra las Mujeres como el proyecto de Ley Integral Contra la Violencia a las Mujeres, de Bolivia, donde las esposas –y demás mujeres- tienen el reconocimiento de agresoras (Art. 6). En $hile, en los medios, ya se habla de “cifras negras de hombres víctimas de violencia”.

El maltrato infantil cada vez se menciona menos y en su lugar se subraya “malos ejemplos” de adolescentes encapuchados y niños delincuentes, niños indeseables que deben ser encarcelados y a los que no debe dejarse salir por la puerta giratoria hasta que maduren. También se habla cada vez más de denuncias falsas de abuso sexual y pedofilia, y se las generaliza como algo que está sucediendo. La violación que había dejado de ser un delito de honor y habíamos revelado como un crimen contra la libertad sexual y abuso de poder patriarcal, se ha colocado en duda nuevamente porque ¡oh coincidencia!, justo cuando los abusadores estaban sintiéndose señalados y menos campeones que antes, se vuelve a sospechar -ahora con investigaciones y lenguaje comunicacional siglo 21- de las abusadas.

Surgen o se subrayan denominaciones institucionales, algunas judiciales y otras psicológicas, como por ejemplo “habilidades parentales” a las que -cómo no- en ocasiones se les aplica el enfoque de género y se pueden nombrar como “marentales”. El diagnóstico de “carencia de habilidades marentales” entonces, se le puede aplicar a una mujer que no logra cuidar a sus hijos e hijas. Por ejemplo cuando ella vive en un ruco –casa improvisada con cartones en la extrema pobreza- con hambre, drogas, alcohol y violencia machista como escenario. Ahí no se juzga a la riqueza concentrada en las manos de unos pocos, si no a la mujer pobre; se la cataloga de “madre sin habilidades marentales” y se le arrebata a los hijos para derivarlos a alguna institución social de beneficencia. Las antiguas víctimas han dejado de serlo, en su lugar se posicionan los –ahora- ex agresores.

Seguimos siendo unas zorras

Se nos acabó el cuarto de hora de “discriminadas” a las mujeres, es hora de refregarnos en la cara que nada ha cambiado en la raíz aunque en apariencia se modificara (La paradoja moderna). Volvemos a ser tan malvadas, falsas y mentirosas como siempre, y se refuerza en el imaginario, la calidad de “sospechosas” que tal vez por un momento palideció a partir del velo que varios feminismos quitaron a los antaño “crímenes pasionales” y nombraron femicidio. Por otra parte, muchas mujeres parecen haber descubierto cosas como “lo de la casa también es trabajo” y “me gusta el sexo”. O peor se dieron cuenta de que les gustan otras mujeres. Si esas constataciones chocan en nuestro interior con aquello de “madre ante todo” o con la credencial de decencia que nos proporciona ser madres y esposas, cada una lo sabe. La cuestión es que muchas mujeres populares –no hablo de elites- verbalizan aborrecer ya ciertos yugos con los que sus madres y abuelas también vivieron resentidas, pero calladas. Parece que estas nuevas generaciones de mujeres no quieren repetirse el plato. Y no es por las políticas generistas, ninguna institución nos está “liberando”, somos nosotras, y es materia para otra reflexión.

La cosa es que justo ahora se subraya en las instituciones que siempre nos destrozaron a las mujeres y a las madres –los juzgados por ejemplo- conceptos como “habilidades marentales”, SAP, violencia cruzada, entre otros (¡y los que aparecerán!). Ya no se requiere entonces para la redacción institucional, culpabilizarnos de las mismas maneras vulgares de antes, ahora hay un lenguaje docto que sirve para decirnos lo mismo de siempre: que somos unas zorras, perras, miserables, malas y brujas (denominaciones que debo reconocer no me molestan –y hasta me gustan- pero reconozco ofensivas desde la misoginia, el machismo y el racismo).

Me parece que la derecha mundial y la criolla nunca habían gozado tanto el sexo y el género. En el Reino Unido por ejemplo, el conservador David Cameron, dicen, twiteó contra la violencia “de género” el 14 de febrero. Y nuestras criollas políticas derechistas sostienen que ellas con Piñera han logrado lo que pocas: disminuir los femicidios y se ofendieron mucho con sus pares de la Concertación que decían todo lo contario. Buscaban novedades para marzo y sacaron el “brazalete electrónico” para los agresores y el viejo “botón de pánico”, ahora para las mujeres agredidas. Luego Piñera anunció 10 medidas bien matizadas con conceptos como igualdad de género, de oportunidades, cambio cultural, buen trato y bla, bla, bla. A todas luces plagio, robo de ideas, porque esas son gracias de las generistas progresistas, que las derechistas, muy buenas alumnas, aprendieron a usar. Sólo el Papa argentino parece no haberse dado por enterado de lo importante que pueden ser las “políticas de género” para maquillar la arremetida contra las mujeres y el feminismo, y para reinventar –como se dice poéticamente- el patriarcado. La equidad ahora incluye no sólo postnatal masculino y tuición compartida, si no borrón -total y absoluto- y cuenta nueva.

En tanto la relación existente entre el capitalismo, grandísimo hijo de su padre el patriarcado, sigue muy, pero muy vigente. Las empresas transnacionales o los propios Estados –también los que fungen de progresistas- se apropian de la tierra para la expansión de monocultivos y las mujeres que siguen a cargo del Modo de Producción Doméstico y participan en el Modo Capitalista como mano de obra barata, no pueden asegurar el alimento de las familias, deben acceder a empleos precarios, irregulares, deben migrar, son explotadas doméstica y sexualmente. Con los megaproyectos de minería llegan bases militares y el comercio sexual fortalece el control sobre los cuerpos de las mujeres. Se busca maneras, incluso desde miradas socialistas, de seguir controlándonos y se propone cobrar impuesto de castigo a las mujeres que se niegan a parir*. Seguimos siendo sus vientres incubadoras. Se intensifican los recortes neoliberales en Europa, EE.UU. y sus eternas esclavas coloniales, nosotras, nos vemos más arrinconadas que nunca por esta nueva colonialidad del Poder establecido y fáctico.

Tanta lucha, tantas rebeldías, política lesbiana y feminista rondando las vidas cotidianas y eróticas desde la autonomía de las mujeres, y por otra parte, la academia y las instituciones hablando en feminista, nos adentraron en un contexto que es considerado “demasiado favorable a las mujeres” y eso es un “exceso”. Pero Marzo terminó. Igualmente las noticias la equidad y dicen que se han hecho mesas redondas en la ONU que “subrayan la necesidad de identificar las causas subyacentes de la discriminación y la falta de oportunidades de empleo para las mujeres”... ¡En buena hora! ¡Tal vez las descubran!

Victoria Aldunate Morales,
Feminista autónoma wallmapu cooams, coordinadora organizaciones autónomas mapuche de Santiago

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Imagen a partir de cuerpos pintados en La Victoria con las kallejeras

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