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La diferencia entre naturaleza y cultura: temporeros de Atacama. Por Ximena Valdés S.

Por debajo, esta vez con los aludes de Atacama, no se puede confundir naturaleza con cultura. Cierto es que Chile se ubica en una repisa frágil colgada a los Andes, de nieves y lluvias que se precipitan por los ríos dejando atrás a veces todo lo que encuentran a su paso. Poblar “una loca geografía” no puede sin embargo ocultar lo que ocurre en esos valles que miran con su producción minera de subterra y de uvas –de subsole- al mundo exterior. Se trabaja para exportar ¿pero cómo se hace? Si hoy hubiese en Chile un Baldomero Lillo describiría ciertas situaciones de los trabajadores de la uva que son mujeres, que son mapuche, que son peruanos, ecuatorianos, bolivianos, que son jóvenes que vienen de todo Chile y de los países andinos a las faenas de la uva como un “Chifón del Diablo” que se escapó de las profundidades del carbón de comienzos de siglo XX a la superficie de los valles donde se cultivan las uvas: el valle de Copiapó, el Huasco, Elqui…

Las agroindustrias productoras de uva generan los empleos temporales que explican las migraciones laborales a los valles. Los temporeros son una suerte de nómades asalariados que viven en campamentos durante la estación que se inaugura en primavera y finaliza hacia fines del verano. Muchos hombres y mujeres de Copiapó también trabajan en las temporadas, una buena cantidad de temporeros locales y migrantes luego de terminada la temporada por los 15 de febrero se van a los valles de más al sur a trabajar en la cosecha y empacadoras. Hacen su salario siguiendo la maduración de la uva. Pero la uva también hizo que migrantes del sur se quedaran por el norte, en poblaciones precarias ubicadas en hondonadas de quebradas o en laderas de los cerros de San Antonio, Los Loros, Tierra Amarilla e incluso en las partes altas de la ciudad de Copiapó al lado de peruanos y bolivianos que se los maltrata más que a chilenos. De ahí a que los empresarios quieran aumentar la cuota de migrantes extranjeros.

Las labores temporales son duras, no necesariamente bien pagadas, no siempre con resguardo de las pocas y limitadas normas laborales es decir, hay trabajo precario y relaciones laborales informales mediadas generalmente por sistemas de subcontratación.

El salario se hace a costa de la extensión de la jornada laboral hasta las 18 horas diarias muchas veces. Así se ganan las ‘moneas’ que trabajando las jornadas habituales del período de industrialización, las peleadas 8 horas del movimiento obrero del siglo XX, apenas se come cuando la mayoría de los hombres y mujeres –una buena cantidad de jefas de hogar- de las temporadas tienen que llevar esas ‘moneas’ a sus casas para vivir durante los “meses azules” invernales. ¿Y los campamentos? Ahora se pueden ver arrastrados por el barro. Se puede comprender porqué en los medios de comunicación la gente del sur pregunta por sus familiares de los cuales no saben su suerte. Y eso que los campamentos algo han mejorado gracias a la presión ejercida por las organizaciones sociales del valle de Copiapó, la Red de Mujeres de Atacama, la Pastoral de los Temporeros y la vergonzosa poca cantidad de sindicatos frente a más de 100 empresas dentro de las cuales la conocida Frutícola Atacama (de la cual por algo se habla en estos días) tiene un copioso prontuario de denuncias laborales, incluso una temporera muerta por inhalación de gases en el frigorífico hace algunos años.

Al afirmar que no se puede confundir naturaleza con cultura (empresarial), justamente nos referimos al problema de las condiciones de trabajo de la enorme cantidad de hombres y mujeres que laboran en la fruta. Desgraciada esta ocasión esta para verlo por la tele, en nuestro país donde los temporeros ni siquiera tienen derecho a negociación colectiva a raíz de normas laborales que tienen la vida dura, que en años el Parlamento y los gobiernos se han negado a cambiar.

 

Ximena Valés es coautora del libro Trabajos y familias en el neoliberalismo. Hombres y mujeres en las faenas de la uva, el salmón y el cobre, LOM 2014. CEDEM, Docente Geografía Rural en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Dra en Estudios Americanos.

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