Pensar acciones de empoderamiento, de agencia, de desarrollo de capital cultural y social, de participación; en definitiva de fortalecimiento comunitario, en el marco de un país que representa el experimento económico por excelencia de Friedman y sus secuaces es sin duda como nos diría Sánchez (2006) una tarea que reviste dimensiones éticas, políticas e ideológicas. Favorecer la transformación social, recuperando la memoria histórica de las experiencias del poder popular desarrollado por el Mirismo y su continuidad histórica en diferentes expresiones orgánicas y sociales es una tarea prioritaria para quienes se identifican con la vereda de la periferia histórica y política de este país. La psicología Comunitaria no puede quedar atávica del corset académico y científico, tampoco puede hacer un acto de entreguismo suicidario en su coquetería como niña símbolo en las estrategias de implementación de políticas sociales de los gobiernos transicionales y aliancistas.
La psicología comunitaria debe apostar a la construcción del Poder Popular Comunitario. Un marco de sentido transformacional donde el fortalecimiento comunitario, la acción política y la organización a partir de la participación y el empoderamiento, vayan de la mano con acciones sistemáticas de recuperación de memoria histórica, acciones de hostigamiento y sabotaje al poder financiero transnacionalizado, acciones de solidaridad activa con las luchas sociales y populares de otros pueblos, como es el caso palestina, esa victima predilecta de Israel y su criminal invasión o como la acción criminalizante de las luchas y reivindicaciones con que el Estado chileno responde a la legitima demanda del mapuche.
La psicología comunitaria, que se identifique con el desarrollo del poder popular comunitario debe entender que la movilización y la protesta social y ciudadana son un mecanismo tan cotidiano y urgente como la necesidad de participación y empoderamiento. La psicología comunitaria que desarrolla esta identidad propuesta de disciplinariedad militante debe asumir una práctica transformacional y libradora, entendiendo que se constituye en la práctica y la relación cotidiana con los sujetos desde las entrañas mismas del monstruo, pues nuestras poblaciones, periferias y barrios constituyen la esencia digestiva de la maquina neoliberal: la barriada, la villa, la población son el alimento de la bestia. A ellos consume tanto a nivel de explotación para su reproducción como también desde la alienación que les genera con la invención de una falsa fantasía de bienestar, libertad y felicidad desde sus dispositivos de reproducción cultural y tecnológica.
El Poder Popular Comunitario, desarrollado desde la psicología comunitaria en tanto acción ética, política e ideológica y en tanto asume de manera condicionante que la libertad y el desarrollo de mayor bienestar para nuestros ciudadanos, pobladores mujeres y niños implica el desarrollo de una organización que posibilite la redistribución en las relación de poder, no perdiendo de vista que el verdadero objetivo de transformación es el neoliberalismo y todas sus formas de explotación en la nueva era del colonialismo y la esclavitud. Pues nos brindan trabajo precario y nos asfixian con las fantasías de consumo que representan el yugo global en esta nueva esclavitud que tiene su fundamento en el desarrollo tecnológico y financiero observando con estupor como la clase política gobernante se hace cómplice de este entramado digestivo neoliberal.
Es tarea entonces de la Psicología Comunitaria sumarse a los inagotables y diversos esfuerzos de resistencia global y disponer su trabajo en la construcción de una correlación de fuerzas que fortalezca el espacio comunitario, que desarrolle poder popular y que impulse la trasformación de las actuales formas de dominación por espacios de construcción social con mayor participación, democracia e igualdad.
Marco Silva Cornejo Mg. en Ciencias Sociales Aplicadas