Los fundamentos de la “primavera árabe” se encuentran mucho más allá de las reivindicaciones por las libertades públicas y la democracia. Hay que buscar en la economía política las razones del rechazo de esta “excepción árabe”, a la cual el nuevo despertar quiere poner fin: regímenes autoritarios y estables desde los años 1970. Porque, en esta parte del mundo, las monarquías son absolutas y las repúblicas están dominadas por presidentes de por vida (y cargos hereditarios) y porque un poder supremo se ha erigido por encima del Estado y de las instituciones construidas durante la independencia, y ha conseguido medios para durar.
¿Cómo? Ciertamente ese poder tenía los servicios de seguridad que controlaba directamente y que escapaban a toda supervisión de los parlamentos e, incluso, de los gobiernos. Así, no era raro ver a un miembro de esos servicios reprender a un ministro o imponerle una decisión. Pero también era necesario financiar a esos aparatos –tentaculares–, como a las diferentes redes clientelares de los partidos únicos o sometidos. Y los fondos no provenían realmente de los presupuestos públicos, como los de la policía o el ejército, sino de diferentes fuentes de ingresos...
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