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De la inmigración a la integración

La especificidad de la cuestión inmigratoria en Alemania

Con los gritos de “extranjero sucio, turco asqueroso” un diputado turco fue agredido en Berlín el 20 de mayo pasado. Este ataque simbolisa la escalada de las violencias racistas, que son muy fuertes en el este de Alemania, no se minimizan en el oeste. Pues, Alemania, país de inmigración no se reconoce aún como tal. A pesar de los tímidos avances de la ley votada en el 2000, su firme convicción de la “comunidad nacional” bloquea cualquier tipo de real integración.

Días después de las elecciones legislativas del 18 de septiembre de 2005, que tuvieron como resultado la derrota de la “coalición roji-verde”, el ex ministro del Interior Otto Schilly aún se alegraba de la ley de inmigración vigente desde el 1 de enero de 2005, calificándola de “salto cualitativo en la promoción de la integración”. Según él, gracias a esta ley el gobierno federal había introducido un “cambio de paradigma”.

Pero, ¿qué cambió?. Alemania acogió a millones de personas: algunas viven allí desde hace treinta años, pero aún no se los considera ciudadanos. ¿Lo serán en virtud del nuevo “paradigma”? ¿Es a ellas a quienes se dirigía la campaña de 30 millones de euros que, a fines de 2005, invadió las pantallas de la televisión alemana repitiendo: “¡Alemania sos vos!”?

En realidad, esta propaganda no apuntaba a los 4,4 millones de “extranjeros” que viven en Alemania desde hace más de diez años. Ni tampoco a los 2,4 millones que trabajan allí desde hace más de veinte años. La ley sólo habla de agrupar a las “fuerzas alemanas para Alemania”, las “estrellas alemanas”, los “investigadores alemanes”, las “mujeres alemanas” y los “hombres alemanes”. Mientras tanto, los extranjeros deben asistir a los “cursos de idioma e integración” que la ley de inmigración establece como obligatorios.

Artículo completo: 314 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de julio 2006
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Albrecht Kieser

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