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La fuerza del destino: el Ensayo General. Por Paquita Rivera y Alex Ibarra

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El “Ensayo General” es uno de los rituales culturales gratuitos más potentes que se mantiene por décadas en la ciudad de Santiago al amparo del Teatro Municipal. Este significativo encuentro es una de las manifestaciones más fieles en el reconocimiento a la calidad del coro y de los músicos de nuestro principal teatro nacional, en el que también brota el agradecimiento sincero de los artistas hacia el público, existe muestra de reciprocidad. En esta ceremonia cada acto es aplaudido con euforia para estimular las interpretaciones que se van presentando en escena. Por cierto, que esta muestra de reconocimiento a la calidad resulta importante sobre todo en aquellos momentos tristes de las reiteradas crisis que ha sufrido este emblemático teatro. No es extraño el déficit económico actual de esta sala: los gobiernos de derecha habitualmente suelen castigar los presupuestos destinados a cultura.

El filósofo y músico austriaco Kurt Pahlen publicaba en Argentina en 1944 sus importantes estudios de historia de la música, en el cual incluía los productos de músicas nacionales que se venían creando a lo largo del territorio americano. Durante la primera mitad del siglo XX la actividad creativa de composición musical es altamente sustancial. En estos destacaba la existencia de múltiples teatros por nuestro territorio continental que albergaban las distintas expresiones musicales, pero con un predominio de las representaciones operísticas. Desde comienzos de la segunda mitad del siglo XIX ya se da vida a los teatros Gran Teatro de la Habana (1834), Municipal de Santiago (1853), Teatro de Caracas (1854), Colón de Buenos Aires (1857), Metropolitan Opera de Nueva York (1880); y en los comienzos del siglo XX el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México (1904), Teatro Municipal de Río de Janeiro (1905), Teatro oficial Sodre de Montevideo (1915).

El Teatro Municipal de Santiago fue inaugurado con la presentación de la ópera “Ernani” de Verdi en 1857. También fue acogiendo la producción nacional de óperas modernas, por ejemplo “La Florista de Lugano” (1895) y “Lautaro” (1902) de Eliodoro Ortíz de Zárate, “La Salinara” (1900) de Domingo Brescia, “Caupolicán” (1902) de Remigio Acevedo, “Lord Bayron” (1910) de Luigi Stefano Giarda, “Sayeda” (1929) de Próspero Bisquertt, etc. Aunque como destacaba el ya citado Pahlen lo más relevante en la creación musical chilena es el género sinfónico, no es inexistente la creación operística, recién el año pasado se estrenó “El Cristo del Elqui” (2018) del compositor Miguel Farías.

Como podemos ver hay una tradición cultural en torno a la ópera representada en el Teatro Municipal de Santiago. Esta expresión musical, habitualmente mal entendida como perteneciente al consumo de las clases sociales privilegiadas, encuentra un lugar de acogida en sectores amplios de la población. Las tematizaciones del amor y la tragedia están abiertas a todo tipo de espectador. El “Ensayo General” sigue siendo aquella ocasión propicia del encuentro emotivo entre los artistas y el público que reconoce la calidad de los espectáculos que se presentan en este centro cultural que alberga la música. En esta instancia, desprovista de convenciones y obligaciones “sociales”, somos testigos del hecho artístico a tiempo real. Somos los extasiados observadores de la recreación de la obra atemporal y en permanente actualización. La ópera como género, en su multiplicidad de posibilidades de reinterpretación, nos invita a sumergirnos en el placer estético de sonoridades, colores y trama literaria, que nos es posible disfrutar liberados del “rito” de “Ir a la ópera”. Es la tradición del Ensayo General la que deseamos rescatar y relevar, apelando al complejo momento político en que el oscurantismo cultural quisiera apoderarse de cada espacio en que es posible ver desplegada una manifestación de la altura y complejidad como es el género de la Ópera. Más aún, cuando por una afortunada tradición, esta exquisitez artística, es acercada a la persona “de a pie” permitiéndole el acceso y a través de éste, la posibilidad de desarrollo de una capacidad crítica y rica en conceptos estéticos y por qué no, hasta espirituales.

Esperemos que el halo de superstición que rodea a la ópera “La fuerza del destino” de Verdi, que tuvo que esperar sesenta años para volver a ser puesta en escena, no sea la antesala para el ocaso de esta institución cultural, dada la crisis presupuestaria que enfrenta. Es necesario defender el patrimonio que representa este Teatro Municipal de Santiago más allá de su valor arquitectónico. Es loable la actividad cultural que realiza este espacio como bien lo saben los que anualmente acceden a los abonos y también aquellos que no pierden la oportunidad de asistir al “Ensayo General”. Ojalá la divinidad ayude a que en esta relación amorosa no se cumpla la sentencia trágica: “Un río de sangre entre tú y yo. ¡Fatalidad!”, aunque seamos –por cosas del destino- parte del último filón inkario.

Paquita Rivera.
Alex Ibarra Peña.
Colectivo de Música y Filosofía:
“desde la reflexión al sonido que palpita”.

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