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La ley de los canallas

Se trata de una de las escenas de culto de la película de Michael Curtiz Casablanca (1942). Rodeado de algunos de sus hombres, el capitán Renault, jefe de la policía local, va a clausurar el café de Rick (Humphrey Bogart) y exclama: “¡Estoy sorprendido, realmente sorprendido de descubrir que aquí se realizan apuestas!”. Segundos más tarde, un croupier entrega un fajo de billetes al policía: “Sus ganancias, señor”. El capitán agradece en voz baja, guarda el dinero y ordena: “¡Todo el mundo afuera, rápido!”.

En el escándalo financiero en torno a la fijación fraudulenta de una tasa interbancaria británica –la London Interbank Offered Rate (Libor)–, resulta difícil identificar al policía corrupto, al ser tantos los aspirantes a ese papel. Cada día, una veintena de grandes instituciones financieras (Barclays, Deutsche Bank, HSBC, Bank of America, etc.) fijan el nivel de la Libor, que sirve de referencia para transacciones por un monto total equivalente a 800 billones de dólares (no, no es un error de tipeo), particularmente en el mercado de los productos derivados (1). Las sumas en cuestión son hasta tal punto siderales que incitan a la prensa no especializada en temas financieros a concentrar su atención en pequeñeces, pero de escala humana: padres que cobran asignaciones familiares sin que se verifique la asistencia de sus hijos a la escuela, empleados griegos que complementan sus magros ingresos trabajando al negro. Despotriquemos contra ellos; la ira de los gobernantes y del Banco Central Europeo les está reservada.

Aunque la manipulación de la Libor pueda parecer complicada, es tan ilustrativa como la escena de Casablanca. Preocupados por mejorar su estado de salud con el fin de obtener fondos a bajo costo, los grandes bancos, cuya palabra daba fe, redujeron durante años la tasa a la cual tomaban préstamos. Dicha tasa declarada determinó luego la de la Libor y, por ende, la de sus futuros préstamos... “Físicamente enfermo” ante el “descubrimiento” de que (...)

Artículo completo: 624 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2012
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