La política migratoria “para ordenar la casa” según se anuncia, está nutrida de una visión unilateral, aparte de racista y racializada. Se la construye desde el que llega a pedir trabajo (que, cuidado, puede ser un narco, delincuente o terrorista en el discurso oficial) y no desde quienes se ven favorecidos con los miles y miles de hombres y mujeres que han llegado a Chile a trabajar en casas particulares, consultorios, hospitales, agroindustrias, constructoras, servicios varios…. Normalmente con pésimas condiciones de trabajo sumadas a salarios más bajos que los que percibe la fuerza de trabajo chilena. Claro está, no son, en el discurso oficial los migrantes actuales, aquellos industriosos teutones que llegaron a Chile en el siglo XIX ni los rescatados de Europa post II Guerra por los gobiernos de la época de los juicios posguerra.
Esta mirada unilateral sobre las migraciones y los migrantes, actores principales del problema en la política de “normalización migratoria” que propone el gobierno actual, oculta a otros actores e intereses: quienes se favorecen con las migraciones y quienes profitan del estatuto precario del trabajador migrante. Las denuncias de trata de personas y de sobreexplotación laboral son numerosas, llegando a conocerse aquella ejercida sobre trabajadores agrícolas paraguayos en un fundo de un ex candidato presidencial y ex senador, la internación de trabajadores agrícolas nepalíes por una empresa especializada en internación de “nanas” asiáticas, reiteradas denuncias de maltrato a migrantes haitianos de parte de empresas frutícolas y así en adelante...
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