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La tarea es unirse en torno a un programa político que interprete la voluntad popular. Por Enrique Villanueva

Durante el mes de Septiembre se han escrito una cantidad importante de artículos reflexionando sobre el golpe de estado de 1973 y sobre el gobierno del presidente Allende. Es una tarea que es necesaria para fortalecer nuestra memoria histórica y que debiera ser permanente, para que no sea a semejanza de la cueca una actividad solo del mes de la patria.

Mas allá de todo análisis y visiones políticas, el gobierno de la Unidad Popular es parte de nuestra historia y como tal tenemos derecho a recordarlo también en sus méritos, como un momento de alegría y de optimismo que nos impulso a soñar en un Chile distinto, asumiendo de corazón el camino hacia el socialismo. Para quienes nos comprometimos de esta manera con su proyecto, fue un proceso que se manifestaba en todas sus expresiones posibles: en el arte, la cultura, la poesía, en la aparición de nuevos liderazgos.

Allende represento una corriente política y social que rompió con el conformismo en el cual la sociedad había estado sumida por largo tiempo, esperando sus pueblos, cambios que se diluían entre las promesas incumplidas que le hacían los gobiernos de turno.

Si bien es cierto que el triunfo de Allende no fue por mayoría absoluta este ganó y bien, legalmente y en el ejercicio de los derechos democráticos, tampoco podía ser de otra manera, porque enfrentó a grandes poderes económicos y políticos desde mucho antes que fuera candidato.

A pesar de ello Allende fue consecuente con el desafío de cumplir el programa que se le había planteado al pueblo y por el cual este había votado, un programa que significaba algo mas que buenas intenciones, que requería de cambios de mentalidad y de cultura política, de preparar a muchos cuadros jóvenes. Esto se constituyó en un reto para una dirigencia de la izquierda que tenia el poder para hacer la revolución, lo que requería unidad, mucha unidad, generosidad, capacidad de escuchar y sobre todo, decidirse a luchar.

Si uno revisa el contenido del programa de la UP, llegara a la conclusión de que este no fue un mero ejercicio intelectual, contenía la exigencia de una decisión política profunda, porque se atrevió a embestir de frente los grandes intereses nacionales y sobre todo extranjeros que controlaban nuestra economía. Esto significó desafiar y luchar a la vez, contra los consorcios financieros, los monopolios industriales y el latifundio.

El programa de gobierno de Allende fue un “proyectil” que apuntó directo al pulmón del sistema, el cual se constituyó en el punto de partida para construir un nuevo estado y crear una nueva economía. Podemos ser muy críticos y reconocer que la preparación para esta lucha gigantesca no fue suficiente frente a las condiciones adversas que crearon los enemigos del proceso, pero la gran razón por la cual dieron el golpe de estado en 1973 fue el programa de gobierno por el peligro que este representaba para los intereses que estaban en juego.

Vale la pena entonces resumir al menos, los logros del gobierno de Allende partiendo por la idea y practica de construir una nueva economía, por lo cual sus esfuerzos se centraron en la constitución del área de propiedad social, ya que el cambio estaba en el sistema de propiedad de la producción, no en el nivel del intercambio. Por esto el programa popular despertó obviamente una respuesta rabiosa de parte de los grandes monopolios mineros, industriales financieros y de distribución.

Lo anterior llevaba consigo la nacionalización del cobre y de nuestras riquezas naturales, con ello se quería transformar la capacidad económica del Estado como base de la prosperidad del país. Decisión que despertó la negativa de los Estados Unidos y decidió su apoyo a los conspiradores que derrocaron al gobierno de Allende.

El Gobierno Popular asumió también el control de los bancos nacionales y las funciones de éstos se orientaron en beneficio de los medianos y pequeños industriales, mineros y agricultores. En Chile las instituciones bancarias eran los principales vehículos de once clanes económicos, los cuales concentraban la mayor parte del poder industrial, comercial y financiero del país.

Paralelamente, el gobierno desarrollo medidas concretas en beneficio popular, todo ello en el marco de transformaciones radicales de la estructura económica. Fue impuesta una drástica redistribución de ingresos a través de la política de precios, sueldos y salarios, medidas tributarias, que se acompañaron de mejoras sociales urgentes, encaminadas a satisfacer las necesidades fundamentales de la población esperanzada y que eran la base del cambio.

Durante los primeros años se logró un aumento significativo de la producción industrial (cifras superiores al 100%) y se logro disminuir la cesantía. Y el aumento del consumo no fue sólo concebido con un propósito social, sino también como un recurso técnico para expandir la Producción.

En el plano social se mejoro el Servicio Público, y se hicieron eficientes los servicios del estado; se desarrollo un programa social extensivo; en todo el país fue entregado gratuitamente medio litro de leche diario a todos los niños de Chile y los policlínicos periféricos fueron puestos sin costo al servicio de toda la población. Con esto la tasa de mortalidad infantil descendió considerablemente, al amparo de una política de protección a la madre y al niño.

El gobierno intensificó la construcción de viviendas populares, llegando a duplicar los metros de construcción, en comparación con el periodo anterior. Y la educación recibió un impulso importante, expresado en su extensión masiva a toda la población escolar, para reducir el analfabetismo (12% en 1971 y 10.8% en 1972) y en la ampliación considerable de las matriculas en todos los niveles de la enseñanza.

Se trabajo en las pensiones mínimas, en la protección de la invalidez, en el Servicio de invalidez, para proteger a los ancianos. La previsión social fue extendida a mas de 100 mil pequeños comerciantes, feriantes, mas de 20 mil pequeños industriales y artesanos, a los deportistas profesionales, actividades conexas y transportistas. Durante el año 1971, el producto nacional bruto aumento por sobre el 6%. Dos sectores decisivos, industria y construcciones, aumentaron en un promedio superior al 8% y 10% respectivamente. Por su parte, la minería del cobre, a pesar de los problemas generados por su nacionalización, no interrumpió su crecimiento.

En el plano cultural los intelectuales progresistas y los trabajadores de la cultura, del arte, crearon un gran movimiento cultural, e inician programas y se comprometieron en la búsqueda de nuevos valores, consecuentes con el proceso social que se construía. Este movimiento cultural busco un vinculo estratégico con los nuevos objetivos políticos económicos y sociales planteados por el gobierno de Allende. Se la jugaron por una cultura que recogiera las aspiraciones y el pensamiento de los chilenos, del pueblo trabajador y que superara los viejos esquemas del poder que también se expresaban en la deformación cultural nacional.

En todos estos terrenos se avanzó e hicieron cosas importantes pero no se resolvió el problema del poder lo que requería de una transformación de las FFAA. Cuando en Chile se planteo abiertamente la construcción del socialismo, esto requería también de fuerzas armadas para la revolución, lo que no era un problema táctico, sino que estaba ligado a la lucha por el poder y a la construcción permanente y estratégica de la correlación de fuerzas.

Esa es parte de nuestra historia, que es necesario comprender y no olvidar para entender la realidad actual e inspirar el camino futuro, al final de cuentas el origen del sistema actual es el derrocamiento de la Unidad Popular. Para mi y entendiendo que el país ha cambiado y mucho, el gobierno socialista sigue siendo un periodo que inspira o debiera hacerlo, el pensamiento de una izquierda que quiere realmente cambiar la situación actual en que vivimos, Hoy a mas de cuarenta años de distancia del golpe de estado de 1973, nos enfrentamos a una situación en la cual detalles mas, detalles menos, la disyuntiva es unirse en torno a un programa político que represente el sentir del país para terminar con la especulación y para cambiar la institucionalidad política que sustenta un sistema económico abusivo.

La historia nos lleva nuevamente y por las razones que sean, a que en esta ocasión la Concertación y los partidos que están fuera de ella, se enfrenten a una disyuntiva, que el movimiento social que irrumpió en el escenario político, particularmente el movimiento estudiantil, movió el escenario hacia la izquierda. Un proceso que a mi entender es la gestación de un país que vio y sintió, como en 20 años la administración del sistema económico ideado por la dictadura de Pinochet, nos empobreció y terminó por rematar lo que quedaba de nuestras riquezas naturales.

Los estudiantes lanzaron dos “torpedos” al corazón del sistema, cuestionaron la piedra angular de la economía de mercado, promoviendo de manera acertada el fin del lucro y la educación gratis y de calidad. De igual forma, la situación de los pueblos indígenas que quedó subsumida en la dinámica de la movilización estudiantil, aun cuando logran estar presentes con sus demandas por justicia, territorio y autodeterminación.

Fue un golpe certero pero que no altera la base ideológica del gobierno, el cual continúa en la búsqueda abierta y a como de lugar, de nuevos focos de renta y lucro privados que aseguren los intereses de los grupos económicos que le sustentan. En términos de una posición de izquierda, esta es la contradicción principal hoy, entre una derecha que simplemente ha radicalizado su ideología neoliberal que se contradice con los principales problemas que enfrentamos los chilenos y que queremos se resuelvan a nuestro favor.

Por eso es que la propuesta de una Asamblea Constituyente y el diseño de una nueva Constitución, así como el cambio del sistema electoral binominal por uno proporcional, es hoy una cuestión indiscutible y necesaria de alcanzar. Con lo cual estamos en presencia sin lugar a dudas, de una masiva demanda ciudadana por la recuperación de la soberanía perdida.

Tal cual lo soñó Allende hace cuatro décadas, la solución a los problemas que tenemos se encuentra en el potencial actual del que disponemos como país, en las riquezas del cobre y otros minerales, en el potencial hidroeléctrico, en nuestra superficie agrícola, en el potencial de trabajo, en la educación y en la capacidad técnica y profesional de que disponemos. Un potencial que es obstaculizado por un sistema especulador, generador de desigualdades, que no puede resolver los problemas fundamentales del país, los que se derivan precisamente de sus privilegios de clase a los que jamás renunciarán voluntariamente.

Aunque no es nuevo decir que en el país su economía crece, este crecimiento no le llega a la gente, es importante repetir que por el contrario, el sistema económico y las desigualdades que genera, tienen al país en una crisis social e institucional cada día mas evidente. Cuestión que se ha acrecentado durante este gobierno el cual ve la realidad nacional a través de encuestas y de su óptica, la del pequeño grupo que es dueño de nuestra economía.

Esta crisis institucional se manifiesta por una parte en la creciente desconfianza de la ciudadanía en sus instituciones, en que el parlamento y el gobierno son cada vez mas lejanos de los problemas y de la solución de los conflictos que vivimos los chilenos. Por el contrario la respuesta del presidente empresario Piñera y sus ministros, es la criminalización del movimiento social, inmiscuyéndose además en la independencia de los demás poderes del Estado.

Con todo esto la realidad actual ha elevado nuestras expectativas y es una vara alta para el gobierno que asuma en el próximo periodo, pero sin olvidar que los escollos por superar son duros. Se asientan en una Constitución que a pesar de las enmiendas realizadas sigue siendo la Constitución de Pinochet, diseñada para proteger los intereses del sistema económico que nos impusieron. Por eso es importante estudiar el programa de la Unidad popular, no para repetirlo sino que para tener un referente real que buscó cambiar nuestra realidad en un momento determinado. Al igual que ayer si queremos seguir por la ruta de cambiar el sistema que cada día nos exprime mas y mas, tenemos que luchar en contra de gobiernos que legislan a favor de unos pocos, de los grandes capitalistas y sus socios, de las compañías que dominan nuestra economía, de los dueños de grandes extensiones de tierras que impiden un acuerdo de paz con el pueblo mapuche.

En síntesis gobiernan a favor del pequeño grupo de empresarios que controla la economía, la prensa y otros medios de comunicación, por ende el sistema político. Al igual que en los años 60 y 70 nos enfrentamos a los especuladores que a través de los gobiernos de turno estrujan al Estado bajo la amenaza que no habrá inversión privada si las ayudas y garantías que piden no se les otorgan, se dan el lujo de producir lo que ellos quieran con el dinero de todos los chilenos, aumentando día a día las ganancias en desmedro de la precaria situación laboral de la mayoría de los chilenos.

Creo que hemos llegado a un punto en el cual afortunadamente los discursos vacíos llegan menos, aunque la realidad de la organización de los trabajadores es precaria aun, en cuanto a su número, su organización, su lucha y sobre todo en cuanto a la conciencia de su poder. Pero hay señales significativas, los estudiantes pusieron el pie en el acelerador, las organizaciones sociales y de los trabajadores propagan la voluntad de cambios profundos, con una acertada crítica del orden establecido generalizando el llamado a una Asamblea Constituyente y por recuperar la soberanía ciudadana.

La tarea es unirse en torno a un programa político que interprete la voluntad popular, proyecto en el cual la izquierda debe reclamar su lugar.

Dr. Enrique Villanueva M Vice Presidente Centro de Estudios Exonerados Fuerza Aérea CEEFA.73

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