Laicismo, el triunfo del equívoco

Entre las sesenta propuestas del candidato socialista, François Hollande, para las próximas elecciones presidenciales francesas figura la inscripción en la Constitución de la ley de 1905 que instaura la separación de las Iglesias y el Estado. ¿Esto significaría el final de las concesiones hechas a las religiones desde hace más de cincuenta años? Mientras que el Islam concentra la atención general, son las Iglesias cristianas las que llevan la ofensiva contra el laicismo, en particular en la educación nacional.

Piedra angular del modelo republicano, el laicismo es actualmente objeto de una unanimidad engañosa. La recuperación del término participa de una desnaturalización del concepto, el cual reviste hoy sentidos muy diversos y a veces antinómicos. Utilizándolo como fachada, la extrema derecha y la derecha concentran sus fuegos sobre el Islam, con segundas intenciones evidentes: “Aunque se quiera ocultar, las violaciones del laicismo son efectuadas por algunos grupos político-religiosos musulmanes, que pretenden imponer leyes religiosas en detrimento de las leyes de la República. Es por eso que el laicismo se desploma”, declaraba la presidente del Frente Nacional, Marine Le Pen, el 3 de abril de 2011. En el ámbito institucional, la ofensiva llevada sobre la escuela por la Iglesia Católica, con el apoyo de políticos electos locales o nacionales, tanto de derecha como de izquierda, favorece el cuestionamiento de la neutralidad del Estado...