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Las cartas sobre la mesa: programas y política. Por Ángel Saldomando

Por algún lado hay que comenzar y esta cita del presidente vale aunque no sea una maravilla de expresión analítica, algo que sin duda lo caracteriza.

Afirmó Piñera: “Cuando uno ve esas voces del apocalipsis uno se pregunta en qué país viven. Es tan fácil criticar es tan fácil destruir, lo difícil es aportar. Cuando escucho a los candidatos en debates o foros, es como si Chile fuera un país que no sirve para nada y que hay que cambiarlo todo. Yo me pregunto, ¿en qué país viven?”. (El mostrador 14/10/2013)

La cita se devuelve como un boomerang pero a cada uno de nosotros ¿Y yo, usted y aquel en qué país viven? Es claro que hay muchas realidades diversas, pero poco a poco una cierta articulación temática de los problemas del país comenzó a surgir. Ello ofrece una interpretación conservadora y otra de intencionalidad transformadora. Todos sabemos que algo hay que cambiar pero que, cómo y hasta dónde es algo que está en disputa. La controversia está estimulada por los movimientos sociales y las elecciones pero también intuimos que es el modelo de país en el que vivimos lo que se interroga.

Desde que país hablamos

La coyuntura electoral y los planteamientos programáticos, son el complemento indispensable del nuevo ciclo político abierto hace 3 años. Es un momento para constatar la incidencia política de los temas de país que han salido a la superficie, es el momento de contarse, de evaluar que peso tienen las expectativas y luego como quedará la cancha.

Pero desde ya hay aspectos para considerar.

Puede decirse que tenemos tres tipos de conglomerados pese a la dispersión en nueve candidatos. Uno habla desde el modelo de país vigente, (Bachelet, Matthei). Otro desde la farándula histriónica (Parisi, Holt). Otro desde la crítica en sus diversas expresiones (Marco E, Claude, Roxana, Sfeiz). Pero es claro que con la probabilidad de un triunfo de Bachelet quien quede como la segunda fuerza u otras reducidas a meros testimonios marcará hasta cierto punto, junto con las parlamentarias, un cierto clima político; mas que una verdadera correlación de fuerzas cerrada. Y esto no es menor. Dado que la pérdida de centralidad de la institucionalidad y de los partidos deja abierta la posibilidad para que los movimientos sociales y reivindicativos pesen más.

Pero esto, hay que reconocerlo, no se jugará sólo entre un gobierno y los movimientos sociales como algunos imaginan en una dicotomía simplista. Se jugará a tres bandas, entre el gobierno y los grupos de poder económico, verdadero puntal del modelo, el sector conservador de la nueva mayoría y la necesidad de responder a las expectativas que tiene una frontera zigzagueante entre sectores de la nueva mayoría y fuera de ella.

Sin que esta última franja haya constituido, hasta ahora un polo de referencia política y social consistente y a escala nacional. Y esto también hay que reconocerlo, le da una gran autonomía al futuro gobierno, que si los datos valen, Bachelet cuenta con el respaldo de la mayoría de los potenciales votantes. Y si la composición y expectativas de esos sectores dan evidencia sobre una intencionalidad de exigir mejoras sociales, regulación económica y mejor gestión de servicios, también se puede identificar un anclaje socialmente mesurado, políticamente cauto y con capacidad movilizadora intermitente y segmentada.

Pero hay aquí una contradicción entre las expectativas y la rigidez del modelo de sociedad que tenemos y la propia gestión que propone Bachelet, cuyas palabras claves son prudencia, responsabilidad y control social. La tensión entre los tiempos, la capacidad de cambio real y la posible exasperación de algunos sectores pueden constituirse así en una mezcla difícil de administrar.

No es casual que el programa de Bachelet sea una pieza maestra de surf político. Identificación de problemas sin diagnostico de causas. Parece que la desigualdad, y el estado de los problemas energéticos, laborales, ambientales, la salud y la educación se instalaron como consecuencia natural o cayeron del cielo. No se menciona una sola vez el modelo económico y la dictadura. Todo es un sinfín de arreglos sobre una misma línea de continuidad. Lo que puede denominarse una tentativa de paso del modelo de oligopolios con asistencialismo al de a un capitalismo inclusivo. Pero aun así las causas de la no inclusión costará removerlas.

La idea soterrada es continuidad y ajuste sin drama por eso en el programa no hay causas, ni responsables. Está políticamente descontaminado.

Sin duda que el margen de maniobra dependerá del ciclo económico y de la eventual redistribución que se logre. Del otro lado dependerá de situaciones al límite, como la ambiental, la educacional, la salarial y laboral.

En este sentido y otra vez si los datos valen, en la agenda temática las principales preocupaciones ciudadanas están en salud, seguridad y educación. Y dato no menor, parece ser la clase media la más radicalizada en este plano, mientras que otros temas más políticos retroceden en las prioridades a medida que se desciende en la escala de educación e ingresos. Es preocupante que lo temas ambientales, derecho humanos o las reformas políticas vengan en la cola de las preocupaciones, aunque sean reconocidas por la opinión en porcentajes altos dada la situación de la que se viene. Si bien la hegemonía política y cultural de la derecha parece muy debilitada en frente tampoco hay una nueva lista para sustituirla.

Esto revela los matices del inicio de un nuevo ciclo político. Pero también una cierta sintonía con la evolución de las coaliciones progresistas que sustituyeron a las corrientes más neoliberales en América Latina. Los discursos más o menos radicales cedieron el paso a una tendencia hacia el capitalismo inclusivo con más preponderancia estatal en Brasil, Ecuador, Bolivia Argentina. Que ello tengas ribetes más o menos progresistas dependen de algunos temas de política en cada país. Como la ley de democratización de los medios de comunicación o la recuperación publica de los fondos de pensiones en Argentina, los programas sociales en Brasil, la cobertura social en Bolivia etc.

Ello ilustra la necesidad de identificar y posicionar que temas y políticas pueden llevar a marcar el rumbo más dinámico y progresista posible en las condiciones actuales. Sin perder de vista la enorme fuerza social que ha sido necesaria en los nuevos contextos nacionales para dar algunos pasos en otra dirección, con el agravante de la extrema rigidez del modelo chileno.

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