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Las leyes las hacen mayoritariamente los hombres, las costumbres en cambio suelen crearlas las mujeres (acerca de la despenalización del aborto). Por Ximena Valdés

Aunque se tenga que repetir una y otra vez, citamos las palabras de una suerte de animita que ronda todavía en las conciencias de los legisladores que insisten en seguir controlando los cuerpos femeninos, ahora, a propósito de la legislación sobre la despenalización del aborto por tres causales, ayer fue con la píldora del día después, anteayer a propósito de los condones y así siempre cuando se trate del control de la sexualidad y la reproducción.

“La madre debe tener el hijo aunque éste salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o aunque de tenerlo, derive su muerte. Una persona no puede practicar jamás legítimamente un aborto, porque es un homicidio y todas las consecuencias negativas o dolorosas constituye, precisamente, lo que Dios ha impuesto al ser humano”. Jaime Guzmán, exsenador QEPD.

En efecto, estamos frente a la extensión en el tiempo del legado de Jaime Guzmán, una idea que parece rara, arcaica y anacrónica en los tiempos modernos. Sin embargo, las ideas de dicho Senador parecen estar todavía penando en un país que se quiere moderno pero que no puede deshacerse de su pesada matriz conservadora, apegada a principios religiosos e incapaz de llevar adelante el proceso de secularización que caracteriza a la gran mayoría de las democracias modernas.

Se trata de la “defensa de la vida del que está por nacer”, consigna que hemos escuchado con reiteración en el frente parlamentario de las derechas, especialmente esgrimido por parlamentarias mujeres, eximias portavoces actuales de las ideas del citado Senador en estos debates.

Con todo y tal cual, las leyes las hacen los hombres como quedó inscrito en una Constitución fabricada en dictadura bajo las conservadoras ideas atadas a los principios religiosos del Senador Guzmán.

Sin embargo hay gran distancia entre la ley y la costumbre. En materia de hijos deseados y no deseados, de abortos por variados medios desde los domésticos, manuales, herbolarios, hasta químicos y los sanitarios, los permitidos y los prohibidos, muchas mujeres con una frecuencia que no se quiere admitir, han regulado su reproducción desde siempre y la siguen regulando hoy incluso en casos de aborto bajo amenaza de castigo carcelario. Es la cifra negra de los abortos clandestinos contemporáneos. Sin embargo esta es una costumbre antigua. En hospitales públicos ya por los años sesenta agentes de la salud –enfermeras, matronas, médicos/as obstetras- a menudo solidarizaban con mujeres cargadas de hijos ayudándolas a interrumpir otro nuevo embarazo en un contexto en que se introducían en el país recién los métodos anticonceptivos pero que sin embargo había aborto terapéutico legal desde los años treinta.

A menudo los agentes de la salud operaban por medio de prácticas en la frontera de la ley ayudando a las mujeres a ligarse las trompas sin el respeto a la norma de aquella época en que había que tener el permiso del marido para hacerlo e incluso a abortar aunque la mayoría de ellas pasaba gran parte de sus vidas en estado de preñez. En particular quienes no tuvieron acceso a la educación ni recursos sociales y culturales y tuvieron que tener los “hijos que dios mandara”, vale decir, media docena, la docena completa hasta la veintena lo que significaba pasarse la vida embarazada y pariendo hijos, uno tras otro sin descanso.

Ocurría en los campos y las ciudades hasta los años sesenta (gobierno de Frei Montalva) cuando se introdujo métodos anticonceptivos para acabar con el calvario de la crianza de por vida que portaban sobre sus cuerpos miles de mujeres. En esos tiempos poco se escuchaban las letanías en defensa “del que está por nacer” como hoy en que nos sigue penando (1980-2017) el ideario del Senador Guzmán que ayudó a elaborar una Constitución que restauró un principio religioso en la carta fundamental.

Concluyendo, pese a las leyes vigentes en Chile que criminalizan a las mujeres que abortan, muchas de nosotras, mujeres de distintas épocas y condiciones sociales, según los medios a nuestro alcance hemos tendido a tener los hijos que queremos y no los que la ley nos impone aunque muchas hayan debido someterse a la naturaleza.

En las últimas décadas fue difícil lograr el acceso a la píldora del día después, todavía no hay educación sexual universal en el sistema educativo, se trató de impedir el uso del condón, y ahora se lleva al Tribunal Constitucional la mayoritaria aprobación parlamentaria de la despenalización del aborto por tres causales haciendo a la vista de todos y todas prácticamente inútil la existencia de ambas Cámaras. No obstante, nosotras las mujeres chilenas hemos bajado las tasas de natalidad en las últimas décadas contándose entre las más bajas de América Latina las actuales, gracias y por todos los medios a nuestro alcance, incluyendo los abortos clandestinos que no necesariamente, en todos los casos, han resguardado la salud ayer de nuestras abuelas, de nuestras madres, de nosotras mismas y hoy de nuestras hijas, de nuestras nietas.

Ximena Valdés S, Geógrafa, Dra. Estudios Americanos, CEDEM/UAHC

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