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Las tareas inmediatas. Por Alicia Gariazzo

Uno de los peligros más grandes que atenta contra la política y los políticos, más bien contra los ciudadanos, es convertir los medios en fines. Así, pudimos ver cómo la dictadura del proletariado que solo era un medio para socializar los medios de producción y que pudiéramos vivir libres en una sociedad sin clases, se convirtió en un fin en sí mismo. En Chile, hace tiempo los políticos trabajan más en buscar las formas de perpetuarse en un cargo o ascender a otro, que cumplir con los programas prometidos. Si contáramos en horas malgastadas en esto, nos sorprenderíamos muchos más que con los millones que ha pagado SOQUIMICH. En los últimos meses, más de un año, todos los esfuerzos se han gastado en tapar, denunciar o ver la salida para que todo siga igual. ¡Qué lindo sería y qué efecto más maravilloso tendría en la tristeza y decepción de los engañados, que todos los miembros del Congreso renunciaran para llamar a nuevas elecciones! Sería tan impresionante como que Piñera hubiera donado su sueldo como lo hizo Mujica en Uruguay. Lo que todavía podría hacer ya que lo recibirá hasta su muerte, especialmente después haber subido un lugar en los rankings de los billonarios más ricos del mundo de la revista Forbes. Pero, la generosidad no está a la orden del día y lo que vale es cómo seguir detentando el poder sin pensar en lo que Chile necesita.

Ustedes dirán que más campañas y elecciones implican más plata, pero es posible recrear campañas como las de los años 60. Los grupos que tenían un candidato se organizaban en barrios y universidades, juntaban plata para comprar materiales y los más jóvenes salíamos en la noche a pintar la propaganda, al mismo tiempo que discutíamos y defendíamos las ideas respectivas en todos los ambientes posibles. Ahora las empresas que nos dirigen nos han metido en la cabeza, y en especial a los candidatos, que es más seguro que sean elegidos si las gigantografías son más grandes y sus fotos más retocadas. La publicidad de la TV de que ser joven y bello nos lleva al triunfo ha permeado todos los rincones.

Pero, aunque sigan pensando cómo salen del barullo, mi sugerencia es que piensen un poco más en los que pasa en el país. Especialmente aquellos que supuestamente quieren cambiarlo. Es por eso que hablo de tareas inmediatas, porque hay cambios que ya se están produciendo tan drásticos y radicales que vamos a tener que tomar medidas para convivir con ellos en las que participemos todos. Uno de los errores más grandes de los neoliberales y de los políticos antiestado es querer que desaparezca o que sea tan pequeño que solo sirva para facilitar lo que el gran capital necesita sin cobrar nada a cambio. No se detienen a pensar que la empresa privada no puede hacerlo todo. Sus propias leyes lo impiden. El ideólogo máximo del capitalismo, Milton Friedman, expone sin pudor que lo de la responsabilidad empresarial es una tontería, que la empresa y las corporaciones el único deber que tienen es cumplir con sus accionistas y lo principal es hacerlos más ricos. La empresa privada no tiene por qué preocuparse de los pobres, de los débiles o de los ancianos. A lo más de que sus trabajadores estén bien para que produzcan más. Sin embargo, en Chile, en los últimos dos años, hemos visto que pretender que haya derecho a huelga o que las empresas nacionales y extranjeras paguen algunos impuestos, es llevar al país al caos, al desempleo y a la pobreza. Es notable como el discurso se repite y los políticos, supuestamente contestatarios, no son capaces de discutir frente a la ciudadanía las falacias que hay en las críticas que proliferan en los diarios y en la TV.

Es notable como se juega con amenazas ya añejas y obsoletas, como por ejemplo el desempleo. Este se produciría porque los empresarios cansados de las huelgas o de pagar impuestos tendrían que echar personal e irse a sus casas o a producir a otros países menos exigentes. Se tendrían que ir a China donde no hay derecho a huelga y los trabajadores ganan un dólar al día. Bueno, pero eso ya pasó, ya los empresarios chilenos han mandado a elaborar todo a los países del Asia que usan mano de obra esclava. Pero lo notable es que nadie habla de un fenómeno que ya se viene produciendo hace tiempo en Chile y que en los próximos se intensificará. Este es las pérdidas de empleo por el desarrollo de la industria digital. Desaparecen a diario fuentes de trabajo por la modernización y se expulsa mano de obra, generalmente la de más edad y menos calificada. Esto es claro en los puertos de nuestro país. Las grúas que se manejan digitalmente, han eliminado cientos de estibadores. Para qué detallar los trabajadores eliminados de las agencias marítimas, las aduanas, cuyas funciones han sido reemplazadas por medios informáticos. En las labores más complicadas ya no pueden incorporarse los trabajadores antiguos que son considerados viejos a los 40 años, porque muchos no pueden aprender las nuevas tecnologías. La industria forestal puede cortar y pelar árboles a través de medios computarizados, el riego de plantaciones enteras se maneja por computador. Incluso digitalmente se analiza la leche de las vacas para decidir sobre la calidad de la alimentación que necesitan. Habría que mirar la minería, en la cual la mayor parte de las tareas se hace digitalmente incluida la conducción de camiones. La línea del Metro que se termina en 2018 ya viene sin conductor. En los últimos días Chilectra avisó que instalaría 50 mil medidores digitales. Se podrá ver el consumo on line. Nadie dijo cuántos trabajadores a cargo de los actuales medidores quedarán sin trabajo.

No propongo que quememos computadores, como hicieron los trabajadores en el siglo XVIII cuando entró la maquinaria a la agricultura, pero es claro que hay que prever de forma inmediata un fenómeno que crecerá exponencialmente en los próximos años. A los desempleados, hay que agregar los mayores de 60 jubilados, con sus capacidades intactas y una longevidad creciente.

Lamentablemente para los antiestatistas, el único que puede hacer algo por los miles que requerirán protección, es el Estado. Y es el único que puede protegernos, aunque les moleste a los dueños del país, pero tampoco les gustará que hordas de desempleados los asalten en sus barrios y sus casas. Algo van a tener que soltar. Por lo pronto el Estado tendrá que analizar alternativas solidarias de superación de los problemas. Todo no va a ser mejorar pensiones, ya que el ocio, aún con dinero, es una fuente de tristeza y depresión y es el Estado el que también tiene que cargar con deprimidos y enfermos. Organizar a ancianos por barrio en tareas solidarias y comunales es una salida maravillosa y que, en algunos países de Europa ya se aplica. Mujeres jubiladas pueden colaborar en ayuda a enfermos, discapacitados y niños. También en organizaciones de defensa social.

Pero, a los preocupados por hacer borrón y cuenta nueva, tengo que desilusionarlos: para que el estado cumpla un papel creativo deberá transformarse totalmente. En primer lugar, los antiestatistas, tienen que saber que el presupuesto fiscal de salarios no se gasta todo en los operadores apitutados, sino también en policías, médicos, fiscalizadores. Habría que calcular con los mismos indicadores que usan países europeos el número por habitante que se necesita de estos profesionales. Disminuir los cargos políticos a Ministro y Subsecretario, con un par de asesores, pero dejando a Jefes de División y otros con cargos pertenecientes a la carrera funcionaria. Se debe dar beneficios extraordinarios a los médicos jóvenes que puedan ir a trabajar a las regiones y a los barrios populares. Pero por sobre todo hacer concursos serios y públicos por oposición de antecedentes para elegir a los profesionales que formarán parte del Estado que deberá enfrentar la inmensa tarea de diseñar una nueva estrategia de desarrollo en que habrá miles de chilenos desocupados. Que debemos empezar a ser capaces de cuantificar con estadísticas serias. No podemos seguir aceptando que los chilenos en situación precaria deban recurrir al trabajo ilegal o al sobreendeudameinto para enfrentar el consumo al que nos llevan los cánones de la caja idiota.

A los que nos dirigen, por favor, piensen en lo que nos pasa y en cómo ayudar, creando o tratando de desaparecer silenciosamente.

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