La batalla contra los “híper”

En la época en que Émile Zola daba los últimos toques a su novela El Paraíso de las damas (1883), del otro lado del Atlántico ya existían verdaderas cadenas de grandes tiendas. En efecto, mientras que comercios como Le Bon Marché, Le Louvre, La Samaritaine o Le Printemps eran un fenómeno circunscrito a la ciudad de París, Woolworth, fundada en 1879 en Lancaster (Pennsylvania), ya poseía 59 sucursales en 1900. Veinte años después las radios locales estadounidenses, principalmente en Luisiana, se hacían eco de la resistencia a esos monstruos devoradores de la competencia, difundiendo consignas como: “Pueblo de América, ¡despierta! Podemos vencer por KO a esas cadenas de grandes tiendas”.

Un siglo más tarde, la llegada del mastodonte Wal-Mart causó la quiebra de decenas de miles de comercios, de proveedores y de subcontratistas de todo tipo. Un buen ejemplo es el Estado de Iowa. Según un estudio llevado a cabo por el profesor de economía Ken Stone (Universidad de Iowa), la llegada en masa de los supermercados Wal-Mart causó, entre 1983 y 1993, el cierre de 7.326 comercios en ese pequeño Estado. Se puede apreciar la agresividad de esa firma leyendo un extracto de su propia revista, Wal-Mart Today, de octubre de 1996, destinada a los “asociados” de la empresa. El vicepresidente de la misma, Tom Coughlin, admite en esas líneas: “En Wal-Mart vendemos polvo. A la competencia le hacemos morder el polvo. Literalmente”.

Muy a menudo ocurre que el propio Wal-Mart decide cerrar algunos de sus centros comerciales, esas famosas “cajas de zapatos” (en referencia a la forma que tienen dichos edificios), que así como pululan son abandonados por la empresa en cualquier región del país. En 2004, Wal-Mart había comprado unos 400 shopping malls –un total de 8.540.000 metros cuadrados–, pero luego los cerró por considerarlos “demasiado pequeños” o “poco rentables”. Todos esos datos, que se suman a la interminable lista de bajezas cometidas por la empresa, provocaron una reacción (...)