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Les daré pastores según mi corazón. A propósito de la beatificación de San Romero de América. Por Juan Pablo Espinosa

La Iglesia que peregrina en Latinoamérica ha recibido una gran noticia. Un proceso que había estado detenido se reactivó con la fuerza del sur del mundo. Óscar Arnulfo Romero Galdámez, “San Romero de América, Pastor y Mártir” de nuestro continente será elevado a los altares como Beato el 23 de Mayo. En este artículo quisiera presentar brevemente a este Obispo, profeta y mártir de San Salvador (Centro América), en quien podemos reconocer la imagen del Buen Pastor/Jesús. Monseñor Romero nos devuelve la esperanza de una Iglesia más evangélica, martirial y profética. En momentos de la Iglesia en donde algunos Pastores son criticados, en donde la desconfianza en la Jerarquía y en la misma Iglesia crece, creo que volver a la persona y al mensaje de Romero suscita una reflexión y un compromiso eclesial urgente.

1. ¿Quién fue Monseñor Romero?

Óscar A. Romero G., nació el 15 de Agosto de 1917 en San Salvador. Fue ordenado sacerdote en 1942 y luego ordenado Obispo 1974 para ser nombrado Arzobispo tres años más tarde. Su lema episcopal fue “Sentir con la Iglesia”, lo cual constituyó su programa de gobierno pastoral. San Salvador vivía por ese entonces climas de conflictos sociales, especialmente entre las Fuerzas Armadas, los partidos políticos más conservadores y las organizaciones de campesinos y proletarios. Ocurrían asesinatos y desapariciones a menudo. Uno de los asesinatos más recordados fue el de Rutilio Grande, un jesuita que había organizado comunidades populares y grupos campesinos.

La labor pastoral de Romero estuvo siempre ligada a la opción preferencial por los pobres, a hacer eco de las palabras proféticas de la Conferencia del CELAM celebrada en Medellín en 1968 que tuvo como misión traer el mensaje del Concilio Vaticano II a América Latina. Sus homilías dominicales tuvieron la sensibilidad de poder leer la Palabra de Dios desde el contexto de opresión en el que sus hermanos salvadoreños se encontraban. Se enfrentó abiertamente, como Jesús, a los grupos de poder y de armas que provocaban asesinatos y desapariciones. Así, el domingo 23 de Marzo de 1980 en la Catedral de San Salvador pronunció la que sería su última homilía. Su voz ha quedado grabada a fuego en el corazón de millones de latinoamericanos y de hombres y mujeres de fuera de nuestro continente: “Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar”… La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación… En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”. Al día siguiente, el 24 de Marzo, mientras celebraba la Misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia de San Salvador un francotirador entró al lugar santo y dio muerte a Óscar Romero en los momentos en los que iniciaba la Consagración. Murió mártir y su deceso provocó un sentimiento instantáneo del reconocimiento de su santidad, de su amor a Dios y a los pobres, y de su “sentir con la Iglesia”. Con razón fue llamado por los más pobres “San Romero de América”.

2. ¿Qué le dice Monseñor Romero a la Iglesia de hoy?

En una reciente encuesta publicada por Radio Cooperativa en conjunto con la Universidad Central en los primeros días de Abril del presente año, evidenció que la ciudadanía de nuestro país tiene poca confianza en la Jerarquía de la Iglesia Católica. Lo acontecido en la Diócesis de Osorno con el nombramiento de Monseñor Barros y la consecuente división del Pueblo de Dios peregrino en dicha ciudad, sólo como un botón de muestra, dan cuenta de esta crisis de credibilidad. Evidentemente la Iglesia no se agota, gracias a Dios, en la jerarquía, sino que y siguiendo la intuición del Vaticano II en Lumen Gentium, la Iglesia es todo el Pueblo de Dios, laicos y consagrados, los últimos al servicio de los primeros. La persona de Monseñor Romero a mi entender viene a mostrar la verdadera cara de la Iglesia que Jesús proyectó durante su ministerio público: una comunidad que es profeta (anuncia y denuncia), que es mártir (la palabra griega significa ¡testigo!), que es pobre y para los pobres (Jesús, Juan XXIII, Papa Francisco, Monseñor Romero).

Romero fue el “pastor que dio la vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Su ministerio pastoral y su vida entera fue una lectura de la profecía de Ezequiel, quien dice que el buen pastor buscará a la oveja perdida, irá por la descarriada, cuidará de la herida, fortalecerá a la enferma, protegerá a la gorda y fuerte, todo esto hecho con justicia (Cf. Ez 34,16). Dicha justicia es signo del Reino de Dios del cual fue testigo Romero. Esta hora de la Iglesia, convulsionada, desilusionada, dolida, que parece zozobrar en el lago de Galilea, necesita con urgencia pastores según el Corazón de Jesús y laicos y laicas que sean protagonistas del Evangelio. Esos pastores y esos laicos necesita la Iglesia hoy.

Para finalizar evocar palabras de Monseñor Alejandro Goic, Obispo de Rancagua, en un artículo titulado “Romero abre caminos a la Iglesia latinoamericana” publicado en la Revista Pastoral Popular de Mayo/Junio de 2005: “Sólo la fe permite la liberación definitiva y sólida, la verdadera y auténtica liberación… eso es lo que anunciaba (Romero) en cada una de sus hermosas y vibrantes homilías… sólo así podemos entender hoy, con la distancia que nos otorga el tiempo transcurrido, el significado más hondo de su sacrificio: su muerte fue fecunda, llena de esperanzas y portadora de vida, de la única Vida a la que nos llama e invita nuestro Dios” (p.15).

¡Beato Romero! ¡San Romero de América! ¡Pastor y Mártir de América! Ruega por esta, tu Iglesia en esta hora de contradicciones.

Juan Pablo Espinosa Arce

Profesor de Religión y Filosofía (UC del Maule) Estudiante de Magíster en Teología (PUC)


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