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Maniobras político-diplomáticas en los Balcanes

Los desafíos de Serbia

La secesión montenegrina y la probable independencia de Kosovo traen nuevamente al primer plano la “cuestión serbia”. La Unión Europea reconoce la independencia de Montenegro, pero muestra inquietud ante las reacciones de Belgrado. La integración del conjunto de la región en la Unión Europea parece la única salida para relativizar las fronteras. Pero las negociaciones de adhesión están estancadas.

El 5 de junio, el Parlamento de Serbia “constató” la secesión de Montenegro. Así, Serbia es probablemente uno de los pocos países del mundo que recuperó su independencia sin haberlo deseado. En efecto, el referéndum organizado en Montenegro el 21 de mayo puso fin a la unión que existía entre esas dos repúblicas, y Serbia se ve obligada a redefinir sus fronteras, su identidad y la esencia misma de su régimen político. Ya al día siguiente del referéndum, Vuk Draskovic, ministro de Relaciones Exteriores de la difunta Unión de Serbia-Montenegro, llamó a la restauración de la monarquía serbia. Pocos días después, el príncipe Aleksandar Karadjordjevic se declaró candidato al trono.

Para Serbia, 2006 se anuncia como un “año negro”. El referéndum montenegrino se produjo pocas semanas después de la suspensión de negociaciones con la Unión Europea: el general Ratko Mladic, un serbio de Bosnia acusado por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), permanecería oculto en Serbia. En 2006 debería además decidirse el futuro estatuto de Kosovo: Belgrado se prepara a perder esa provincia –que desde 1999 es administrada provisoriamente por Naciones Unidas–, lo que podría generar una nueva ola de éxodo entre los 100.000 serbios que aún viven allí.

Artículo completo: 289 palabras.

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Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin

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