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Los dilemas del movimiento social por Angel Saldomando

Apagados los fuegos fatuos del bicentenario, en el transcurso de un año el destape generado por el movimiento estudiantil desnudó al modelo de sociedad que durante dos decenios, después de ser impuesto a sangre y fuego, fue presentado como el único posible, cuando no como el mejor. Tigre chileno, paradigma, modelo, ejemplo, que no se dijo. La realidad y el malestar de la sociedad chilena lograron al fin salir a la superficie confrontada a la versión impuesta.

El movimiento estudiantil, como todo movimiento social genuino, concitó un amplio apoyo social y quebró las delgadas verdades establecidas oficialmente. Se llamaron las cosas por sus nombres, se hicieron evidentes todos los mecanismos de extorsión y fraude del modelo social y de sus defensores sobre la mayoría, se reveló la impotencia de la clase política para asumir su bancarrota para pensar otro país.

Una nueva coyuntura

Ahora, el movimiento estudiantil con los espacios que abrió, con la toma de conciencia aguda y revelada de todo lo que no va bien en esta sociedad, ha creado una expectativa mayor para lograr una sociedad más democrática y más justa. En este sentido el movimiento y lo que viene es dependiente de esas nuevas expectativas, el movimiento es hasta cierto punto prisionero de su propio éxito. Al mismo tiempo los analistas oficiales en los medios, los políticos, los intelectuales y los propios actores se interrogan sobre la significación de lo que está pasando y hasta donde puede ir. Aparecen los llamados a la razón, al realismo, a la doctrina del posibilismo para cambiar de a poco o de a muy poco, en lo posible.

Del otro lado, desde las reivindicaciones vinculadas al cambio de la educación, con justa razón denominada “de Pinochet” se ha llegado al punto en que la dinámica de la movilización, extraordinariamente exitosa, orilla las arenas movedizas de la negociación.

Y ahí aparecen nuevas realidades y no puede ser de otra manera. Una estrategia de movilización, exitosa ciertamente, no equivale a que la movilización por si misma haya impuesto una solución salida directamente de las reivindicaciones. Y no equivale a una estrategia de negociación exitosa, sobre todo, cuando parte de ella incluye inevitablemente a las trabas y cerrojos que sostienen el modelo que se quiere modificar.

El movimiento en su conjunto obtuvo un triunfo político reconocido por todos, abrió un nuevo espacio político en la sociedad, reveló el problema y tiene a la mayoría de la opinión. Pero no ha ganado nada concreto aun. El movimiento tiene allí un doble reto, en lo general conservar la vigencia de las expectativas y por otro lado, responder a su propia razón de ser el cambio en la educación. Pero no se le puede pedir específicamente al movimiento estudiantil que responda a los dos.

La dinámica generada por el movimiento estudiantil debería contribuir a forjar nuevas referencias políticas orientadas a una nueva propuesta de sociedad. La significación del movimiento estudiantil es no sólo reveladora en si del estado de la sociedad, de la disposición de las fuerzas políticas y del problema de la educación. Es una enorme experiencia de aprendizaje sobre lo futuros conflictos sociales. Pero en lo particular el movimiento estudiantil debe resolver su problema.

¿De la movilización a la negociación?

El movimiento estudiantil ha estirado la cuerda todo lo que ha podido para llegar con el máximo de fuerza a la negociación. Enfrente el gobierno ha esperado que la tormenta amainara, buscando debilitarla para al final buscar como surfear el movimiento con punto de forma, arreglos cosméticos y canalización hacia el terreno donde el interlocutor principal seria la concertación y no el movimiento, es decir al congreso. El embudo que se forma es evidente.

Formas más o menos, la salida en torno a una mesa de negociación se fue visualizando como la única posible. Pero aquí las cosas se tornan nebulosas, porque negociar el salario mínimo por ejemplo es comprensible, porque no implica ningún aspecto estructural. Pero el modelo educativo, en las condiciones de Chile, por sus implicaciones institucionales, legales, financieras y de grupos de interés, es una reforma estructural. La negociación seria viable solo si hubiera un acuerdo de fondo sobre la reforma y el debate fuera sobre como implementarla. Pero como ha sido reconocido y ha quedado claro en el debate que no hay acuerdo de fondo, el movimiento quiere refundar el modelo educativo el gobierno quiere hacerlo menos abusivo. Esto es lo ha generado el impase y la percepción de entrampamiento.

Dos caminos se abren, uno plantea que la negociación es lo único posible y exhiben tres argumentos. No se puede obligar a un gobierno democráticamente electo a aprobar una reforma que contraría sus convicciones. (Mercado en la educación, lucro y consumidores).

El gobierno y su sector político tienen derecho a defender sus intereses.

Los costos del movimiento y su intransigencia comienzan a ser demasiado altos y amenaza el funcionamiento y el financiamiento del sistema escolar en todos sus niveles. Pero, por el otro lado y nótese que ni siquiera se discute del fondo todavía, hay argumentos de otro tipo. El gobierno será democráticamente electo pero no puede negar el sentir mayoritario de la sociedad en un tema como el que está en conflicto. Si no hay acuerdo para dirimir esto, hay que convocar un plebiscito.

La demanda de reforma del modelo de educación no es una opción entre algo que la sociedad aprobó democráticamente y que ahora quiere cambiar. Es un modelo que se impuso dictatoríamente y que no puede alegar legalidad ni legitimidad democrática. Por lo tanto la sociedad está en su derecho de dirimir en completa libertad que desea tener como sistema educativo. La democratización genera un derecho de refundación de lo hecho por medios autoritarios por la simple razón que la regla de legitimidad política no es la misma. Los intereses creados pueden ciertamente resistir y es lo que están haciendo, pero no pueden escudarse en un pretendido principio democrático ni se les puede dar ese crédito.

Los costos son grandes porque se trata justamente de una reforma estructural. Pueden haber dispositivos transitorios para amortiguar la situación pero no arregla e problema. El gobierno en este caso es parte, árbitro y juez en un conflicto de una demanda de reforma estructural. Por eso ¿con quién negociar? Como lo acaba de reconocer el presidente de la FEUC. De allí que si no hay acuerdo de fondo, solo queda establecer quien tiene la mayoría sobre los principios de la reforma. Sólo después de eso se podrá negociar como se implementa.

Es probable que todos los conflictos importantes vinculados con cambios de fondo, enfrentaran esta configuración. El problema no está ni en la intransigencia, ni en la radicalidad, aunque para la derecha democracia sea igual a no tener más opción que la ella impone, derechos sea equivalente a subversión e igualdad una mala palabra. Es el modelo en su conjunto el que no tiene flexibilidad política, ella solo puede venir de nuevos acuerdos mayoritarios refundadores para que los cambios dispongan de suficiente respaldo y consenso, solo allí en ese tipo escenario se podrá negociar de verdad.

La negociación que la concertación hizo con la derecha no fue tal, fue entre el burro amarrado con el tigre suelto, ahora el burro se soltó y está pegando sus buena patadas. Más allá de la metáfora, la estrategia de salida del conflicto no obliga por el éxito de la movilización, a bajar las banderas para mostrar un resultado a toda costa. Puede que se logre algo, de esperar en lo esencial, pero el problema puede también quedar abierto, porque cualquier solución parche es a esta altura un éxito pírrico y solo afectaría la credibilidad del movimiento y sus dirigentes, con costos esta vez para todas las expectativas generadas. Las mesas de dialogo pueden llevar a la negociación sobre un acuerdo de fondo o a constatar que no se pudo lograr, la democracia también es reconocer el disenso y no solo los consensos, sobre todo los malos consensos. Si no hay negociación con acuerdo el movimiento puede crear aun muchos hechos políticos y propuestas, esta es una lucha larga.

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