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Matta, de Federica… y el arte público que hoy necesitamos todos NosOtros. Por Ricardo Espinoza Lolas

¿Para qué artistas en tiempos de Capitalismo salvaje? Con esta pregunta retorciendo a Hölderlin podemos pensar el arte hoy. Aunque la respuesta puede parecer obvia, no lo es; porque entre otras cosas el arte funciona hoy, precisamente hoy, también como una mercancía más; y, además, una mercancía muy apetecida por el mercado y la subjetividad voraz capitalista (es un muy buen negocio el mercado actual del arte, esto es evidente). Y en ello el artista se nos vuelve en otro “traficante de sueños” que literalmente opera en el mercado con todo tipo de sus productos y así busca generar valor agregado (el artista es otro emprendedor empresario que quiere ganar y ganar; y acumular prestigio, poder y dinero: es su reconocimiento en esta lógica capitalista). Por esta razón, la pregunta por el artista en estos tiempos no es ni banal, ni menos ingenua, puesto que en la actualidad estamos repletos de artistas que a la vez son formalmente “mercaderes “y ¿ese es el único tipo de artista posible para nuestros tiempos? ¡No lo es!

Pero a veces acontecen Artistas, con mayúsculas. Artistas que en su expresión estética no venden productos, sino que abren, en el Capitalismo mismo, espacio-tiempo para el Acontecimiento del Otro. Es lo que yo llamo: NosOtros (Véase, Capitalismo y empresa. Hacia una Revolución del NosOtros, Pascal, Santiago, 2018). Esos Artistas son de los que habla Brecht; son los imprescindibles. Y lo son porque su obra en tanto estética creativa trabaja materialmente en y desde el Acontecimiento, en plena advenimiento de la ideología capitalista total y hacendal y militarizada. Y con ello se perfora radicalmente el Capitalismo y así el tejido socio-histórico puede irrumpir y volverse “carne” y de esta manera abrir posibilidades nuevas para que la Comunidad se recree jovialmente y acontezca una calidad de vida en la medida que todxs puedan, de alguna forma, hacer suya esa obra. Ahí se juega todo, ahí acontece el juego material para que pueda darse un NosOtros.

Vayamos por partes, la obra, cual monolito de Kubrick en 2001: Odisea del Espacio (1968), en la medida que nos toca y en ello la tocamos, es el con-tacto por excelencia (en un doble momento, como la sentencia hegeliana, en donde la sentencia mira, a la vez, al objeto y al sujeto; tal como la sentencia el proa dionisiaca de Heráclito), podemos dar un paso adelante y ver que Sí se puede mejorar la vida plana y chata en la que estábamos viviendo en el desierto enorme y agobiante del territorio capitalista. La obra abre espacio y tiempo, en algo al estilo heideggeriano de Die Kunst und Der Raum (1969) pero sin la ontologización del filósofo alemán, para que nuestra subjetividad pueda volver a conectarse con su pasado; el cual fue devastado y aniquilado por el paso rotundo del Capitalismo por nuestra más íntima subjetividad; la ideología capitalista destruye la vida y la vuelve simulacro permanente (The Matrix, hermanas Wachowski, 1999). Y así en esa conexión de este presente con nuestro pasado, de ese tránsito de un yo egoísta a un nosotros social (Hegel dixit en la Fenomenología del espíritu de 1807) que nos constituye puede abrirse el espacio material situado de un NosOtros hoy que nos permite albergar la posibilidad de transformación real que apunte a experiencia de vida.

Y me refiero al hablar de obras de arte de cosas bien concretas. Obviamente no me refiero a las obras que están muertas en los museos, ni a las obras que se transan en el mercado, sino de obras que agencian acontecimiento en medio del Capitalismo actual. Y ese acontecimiento, como he dicho, posibilita generar Comunidad en distintos territorios posibles: ya empíricos, ya virtuales, ya inconscientes (estos territorios, los inconscientes, son los decisivos, en ellos se disputa actualmente la lucha por la libertad y es cosa que pensemos en el Seminario 17 de Lacan, 1969-1970, para saber lo difícil que es moverse creativamente y en libertad y entre todxs en estos espacios ya capitalizados y dominados).

La obra de Federica es expresión de esa Obra que acontece. Desde hace muchos años hasta nuestros días, Federica ha podido ir generando una obra en y por el otro en tanto que Otro. No podemos olvidar que la artista trabaja desde el horizonte de lo que llama magistralmente como “Acupuntura urbana” desde 1991; pues es una Obra que toca en la materialidad del territorio la propia materialidad de la piel existencial y en ello acontece un NosOtros. Pues es una Obra abierta, jovial, dinámica, dancezca, juguetona, invitante, etc. Su Obra ya sea plástica, muralista, escultórica, literaria, etc., es una obra que, como la de Pierre Huyghe en la actualidad, ya no es obra en sí, ni de autor, ni fetiche, ni objetiva, ni subjetiva, es formalmente una obra que media y media entre todxs NosOtros para poder en esa misma mediación activarnos a cada uno desde lo propio de su entorno y de su vida como tejido socio-histórico. La obra de Federica es realmente una Obra experiencia que nos atraviesa y nos vuelve a encarnar (literalmente nos vuelve cuerpo o nos trae de vuelta el cuerpo, ya que el capitalismo había licuado nuestra cuerpo y nuestra vida y nuestra capacidad de crear y de potenciar) en lo que somos y en ello, gracias, a esa “paleta magistral del color” (en sentido amplio, no solamente de su pintura) y a la sensación, nos vuelve, Federica, en lúdicos, en niños, en creadores, en agenciadores de nuestras vidas.

Tratemos de profundizar en esta idea, esto es, que la Obra de Federica es una obra que en su mediación afirma la Comunidad desde lo más propio de su tejido socio-histórico y, en ello, abre creativa y lúdicamente posibilidades de bienestar ciudadano. Su Obra, dicho en simple, hace bien, es sana, da vida, vivifica, nos vuelve corporales; en la inmanencia de la vida nos abre potencias telúricas para seguir adelante y bailando en plena realidad. Su obra expresa, como diría Deleuze, una lógica de la sensación y, a la vez, una lógica de la mediación comunitaria a lo Hegel. Por la primera lógica ,el trabajo es realmente innovador, ya por el uso del color, de la grafía, del espacio, de la performance, del otro en la obra, etc. Esa lógica de la sensación de la “paleta de Federica” y es realmente una “paleta” brillante y acontece siempre renovadamente. Por ejemplo, esos Juegos Escultóricos que se encuentra en la Plaza Brasil de Santiago (y que por fin han restaurado este 2018 y supervisados en detalle por la misma Federica).

Estos Juegos creados en 1993 no tienen nada que envidiar a ningún actual artista contemporáneo. En ellos acontece ese pasado republicano del chileno santiaguino que les permite conectarse, en plena barbarie pos-dictadura de Pinochet y dictadura del Capitalismo más duro y brutal, con ese pasado de lo público, de lo natural, de lo social, de unos con otros jugando, de un Chile naturaleza que está en el inconsciente de todos. Y en esa conexión con su tejido socio-histórico acontecemos todxs. Y además con esa lógica de la sensación pictórica abre la sensación de cada uno de esos caminantes capitalistas y los vuelve en joviales creadores, danzarines que ven potencias en el juego para abrir un futuro distinto al Fatum que se da necesariamente en este Santiago gris actual. Se puede revertir lo que aparentemente creemos que es un imposible.

Esto mismo ocurre, también, con los libros de Federica (y con sus murales, etc.), además esos libros son como de viajeros y móviles, están entre un lugar y otro; son en esos “entre-lugares” donde los libros, como artefactos de Parra, producen efectos de psicomagia a lo Jodorowsky. Esos libros son maravillosos. Yo que soy un amante de libros, y escritor de ellos, no puedo no quedar totalmente capturado y seducido por ellos, como en un trance “místico-mágico”. Esos libros están vivos, son orgánicos, o siguiendo a Deleuze, son expresión de deseos que nos abren y organizan el cuerpo muerto para que volvamos a vivir y así nos levantemos de nuestro sueño dogmático de este Capitalismo hacendal y neurótico en el que estamos siendo en el día a día del oscuro y mecánico mercado. En esos libros acontece la alegría por una vida que es lujo y donación. Esos libros son sanadores y debieran estar en cada casa de un chileno que solamente sobrevive en medio del tormento del trabajo agotador que nos extrae la vida y nos consume a diario. Esos libros son parte de esa lógica de la sensación que permite la re-significación del territorio y volverlo vivo; pero siempre en una vida con otros en tanto que Otros. Allí acontece la otra lógica que ya no es solamente de la sensación, sino de la mediación afirmativa. En esa lógica, esos libros, esos juegos, esos murales, esas pinturas, etc. de Federica, posibilitan generar nuevas lógicas que son realmente materiales y por lo mismo revolucionarias; pues son lógicas que nos subjetivan de modo más republicano.

El arte femenino de Federica, totalmente femenino (pues sus lógicas son de co-diseño y en cooperación ya con la materialidad ya con el otro en tanto que Otro; su “Acupuntura”), es una Acontecimiento revolucionario porque desde esas lógicas de la sensación y desde esas lógicas de la mediación se afirma un paso adelante con lo mejor del pasado del nosotros y por eso ese nosotros ya en tanto nos-Otros puede ahora “crear estrellas danzarinas” como diría Nietzsche en su Zaratustra. Federica que ha viajado por los confines de los múltiples territorios, de este pequeño planeta, ha podido sentir cómo se da esa mediación y sensación que nos sitúa y nos religa a lo que somos; y, por lo mismo, nos enseña a volver a bailar en tiempos que ya se nos había olvidado toda forma de baile.

Los invito a bailar con Federica; una artista de las que se nos ha vuelto imprescindible su Obra. Una Obra para NosOtros.

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