Mayo del 68 - mayo de 2018

En la vida de un pueblo, es un momento precioso. La tapa de las leyes sociales se levanta. De repente, la resignación, los hábitos, se convierten en temas de reflexión, luego son cuestionados. El “río de ciudades grises, sin esperanza de océano” se encuentra con otros, se ilumina y todos se unen al mar. El “¿Por qué no?” reemplaza al “es así”, aparece lo imposible. Un contagio de rebelión -hace cincuenta años no se hablaba de “convergencia de luchas”- nos recuerda que la historia no ha terminado, que las reformas y revoluciones que la forjaron, querían, a menudo, abolir la obligación de obedecer y someterse. En mayo de 1968, el ensayo general no fue seguido por un estreno. Un levantamiento general marcado por una de las mayores huelgas obreras en la historia de la humanidad, tuvo su posteridad manchada porque sus encarnaciones más mediáticas también fueron las que peor evolucionaron. El líder estudiantil Jacques Sauvageot, fallecido el pasado octubre. encarnó, por el contrario, una de las caras luminosas, y en consecuencia irrecuperable del movimiento de mayo del 68. Vio en este acontecimiento el “producto de colectivos que trabajaban en una óptica que superara las individualidades”. Recordó que los insurgentes de ese tiempo pensaban en la abolición del capitalismo, tema que -lamentó- “ahora casi nadie se lo plantea”. Sus compañeros y él se enfrentaron a una “modernidad”, basada en la racionalización del trabajo en lugar compartirlo o compartir la riqueza. La globalización a la que aspiraban estaba dirigida al “Desarrollo necesario de la solidaridad internacional”, no al flujo cada vez más rápido de mercancías. Finalmente, en mayo de 1968, se luchaba contra un poder que quería “hacer de la universidad un negocio rentable” y garantizar la reproducción social.

Tales precisiones relativizan el nuevo discurso dominante que quisiera constituir la oposición entre un progresismo cultural matizado de mayo del 68 -encarnado por Emmanuel Macron, Angela Merkel o (...)