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Ernest Pignon-Ernest en la cárcel de Saint-Paul de Lyon

Milagro del dibujo contra la amnesia

A mediados de los años 1990, Ernest Pignon-Ernest descubrió la cárcel de Saint-Paul, en Lyon, donde conoció a presos. En 2012, lo llamaron para que interviniera allí, antes de que las obras la transformaran en una universidad católica. Su voluntad: “Dar una cara nueva y honrar a quienes los verdugos franceses o los nazis encarcelaron, torturaron o ejecutaron entre sus muros. También recordar a todos los ‘presos comunes’ que sufrieron allí, algunos hasta suicidarse”.

“¿Pero dónde se puede encontrar en el presente la huella casi borrada del crimen pasado?”
Sófocles

Nadie entra en una prisión sin experimentar un doloroso sentimiento de angustia, una punzada de tristeza y la sensación de descender vivo a la tumba; ni sin oír resonar los primeros versos de La balada de los ahorcados de François Villon:
“Hermanos humanos que vivís después de nosotros 
No tengáis contra nosotros los corazones endurecidos 
Pues si tenéis compasión por nosotros pobres 
Dios se apiadará antes de todos vosotros”.
En Lyon, la cárcel de Saint-Paul está a un paso de la estación de Perrache. Está tan cerca que los detenidos incluso podían oír el ruido de los trenes que maniobraban y, asimismo, caída la noche, los gritos de quienes proclamaban su amor, su cólera o su desesperación bajo los elevados muros. Ya se trate de Paul, de Pélagie o de Lazare, hay una ironía macabra en dar a una prisión el nombre de un santo o de una santa…

Artículo completo: 262 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de mayo 2014
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Gérard Mordillat

Cineasta, escritor. Su última obra, Le Miroir voilé et autres écrits sur l’image, (Calmann-Lévy, París) enero de 2014.

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