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NO ESTOY VENCIDA: brillando desde la obstinada fuerza de la resiliencia. Por Paquita Rivera

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Estamos seguros que los primeros acordes de la canción de Andrés Calamaro “Mi Enfermedad” interpretada por la cantautora y actriz trasandina Fabiana Cantilo, no son ajenos a la memoria musical de quienes hemos sobrevivido a la vorágine de los ochentas y noventas de dictadura y “transición”, período más que sensible para los Chilenos que fuimos impelidos a transitar por oscuros callejones en donde la ignorancia forzada, la creatividad apagada y el desconcierto existencial pugnaban por imponerse por sobre la fuerza creativa y el discurso urgente y necesario de una juventud que aun habiendo crecido escuchando el discurso dictatorial que prohibía toda disidencia, y por tanto, toda expresión fresca; mantenía casi como un instinto de supervivencia, la necesidad creciente de sacar la voz a través de todos los canales expresivos que su propia creatividad les pusiese en frente. Esto finalmente fue lo que gestó los inicios de un renacimiento en lo artístico, que aun vivimos, y que surgió como respuesta lógica a un oscurantismo cultural impuesto por la fuerza del fusil y la mordaza. En este contexto en que América del Sur se vio inmersa, personalidades extremas y rebeldes emergen como íconos de la cultura pop que se yerguen como necesarios estandartes a los que un sinnúmero de jóvenes nos arrimamos como quien se aferra a un bote salvavidas en medio de la tormenta. Los músicos son un referente necesario e imposible de silenciar: “Somos música, amor, energía. Eso es lo que somos”. Y desde este discurso amoroso y libertario, paradójicamente surge la tarea urgente de derribar de forma violenta y feroz las murallas de prejuicios, del discurso moral impuesto y de las convenciones con las que fue necesario romper como modelo de supervivencia, ante la prohibición del pensamiento propio, de la libertad de reflexión y de la justa búsqueda de identidad, propia de la juventud. Y hablamos de violencia y ferocidad desde la comprensión de que hubo una generación que de alguna forma debió pagar el precio de la auto inmolación para que los adultos de hoy y las generaciones que les continúan, pudiésemos transitar ya no por oscuros callejones sino por avenidas que gradualmente se van iluminando con la esperanza de un nuevo discurso que renace como el Fénix desde las cenizas de aquellos que nos limpiaron el camino desde el ensayo error de una “juventud (como cita Carlos Cuauhtemoc) en éxtasis” que tuvo que llegar a extremos de desenfreno e irreverencia casi como por necesidad de equilibrio y expresión desesperada, para no sumergirse en el nihilismo y la desesperanza.

Una de las más fuertes personalidades del Rock Argentino es Fabiana Cantilo. Para muchos, conocida por su cercanía tanto en lo personal como profesional, con los íconos referentes de toda una generación: Charly García, Fito Páez y Spinetta entre otros. Pero ella es mucho más que su personalidad avasalladora, irreverente y extrema. Lo pudimos apreciar este 17 de agosto en Club Chocolate, en donde se reencontró con un público que la esperaba ansioso desde aquél incidente que en los noventas la llevó a auto exiliarse de nuestras tierras, cuando fue expulsada del programa de televisión “Siempre Lunes”, fiel a su rol de punta de lanza de la generación del exceso, por no reprimir el impulso de comunicar su molestia al animador ante preguntas machistas y misóginas. Lo que hoy sería considerado un “plus” para los programas que se nutren de audiencias ávidas de morbo y voyerismo, que superados los prejuicios noventeros, sería temática contingente, bandera de lucha del feminismo que hoy nadie se atrevería a denunciar como discurso anti valórico.

Así regresa a Santiago de Chile la icónica Cantilo presentándose con su misma irreverencia a cuestas, sublimada en el discurso del “vengo de vuelta”, presente como leitmotiv en varias de sus últimas composiciones. Hoy podemos ver y escuchar a una Fabiana madura, que no reniega sino que reconoce con honestidad y se reinventa desde su pasado de exceso y extremos que la llevaron a sucesivos altos y bajos personales, a períodos de desintoxicación alternados con recaídas, a la iluminación creativa y a las luchas por emerger entre el mar de genios que muchas veces sin quererlo, quisieron eclipsar su talento al ubicarla en segundos planos cuando su torrente creativo pugnaba por salir a la luz. La guerrera en medio del ejército de hombres brillantes que por paternalismo o tal vez incluso por un temor casi generacional a la arremetida de la mujer empoderada, la asociaban una y otra vez a papeles secundarios; ante lo cual su fuerza femenina consciente y consecuente, incluso en períodos de la velada lucidez del abuso de substancias, surgió con aguerrida fuerza hasta alzarla hoy en el personaje que sin complejos es capaz de modificar la lírica de Calamaro y cantar: “NO estoy vencida porque el mundo me hizo así, HOY puedo cambiar”. Una Cantilo con ya siete años “limpia”, como lo expresó en la inolvidable noche Santiaguina que nos donó, que se alza como símbolo de esperanza para las generaciones que creímos en la capacidad libertaria y espiritual de la música, como medio de salvación y redención.

Paquita Rivera
Colectivo Música y Filosofía:
“Desde la reflexión al sonido que palpita”

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