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Necesitamos una izquierda valiente que diga en voz alta que las crisis económicas deben pagarlas quienes las crean por Enrique Villanueva

El gobierno empresarial de Piñera continua caminando como autista, sin escuchar los reclamos ciudadanos, criminalizando al movimiento social y reprimiéndolo de manera brutal. Está atrincherado en el perfeccionamiento del sistema neoliberal, de su economía y del andamiaje político e institucional que garantiza su continuidad, un proceso que no es nuevo, se inició durante los años de dictadura y se mantiene hasta nuestros días.

Los ministros y los políticos-empresarios están conscientes de la crisis del neoliberalismo en Europa y de los problemas que han tenido esos países para resolver sus problemas, por ello les interesa de sobre manera consolidar las bases de una “sociedad de consumidores”, sin capacidad de dar respuestas organizadas al abuso y a la especulación mercantil. A eso apuntan los esfuerzos de los programas sociales de este gobierno, para refundar las relaciones interhumanas a imagen y semejanza de las relaciones que se establecen entre consumidores y objetos de consumo.

Hemos sido testigos del debilitamiento cada vez mas significativo del Estado-nación y de la pérdida de los referentes que tienen que ver con la identidad del individuo, tales como la organización ciudadana, la educación, la salud, la familia. Un modelo que es el fruto de una ideología individualista impulsada por los actores políticos en el poder y las élites económico-financieras.

Con todo esto y con un importante sesgo populista el gobierno empresarial de Piñera aspira a continuar su gestión o al menos, dejar bien amarradas las cosas para garantizar la fluidez de los negocios y la tranquilidad del mundo empresarial. Sus ministros empresarios de finanzas y economía saben que la crisis europea tarde o temprano va a golpearnos y que la solución que ellos recomendarán llegará desde el FMI, con sus recetas ultraliberales ya empleadas con los países en desarrollo desde comienzos de los años 80, tal como se esta haciendo en Europa, con la aplicación de planes de ajuste estructurales cuyo objetivo es una fuerte reducción de los gastos públicos, sin tocar a los grandes capitales, con el fin de encontrar los fondos necesarios para rembolsar prioritariamente a los acreedores.

Mientras esto sucede, la oposición concertacionista continua por un camino errático, divididos entre si y debilitados, sin una propuesta de país, con ideas de corto plazo y sumidas en el ciclo electoral. Su preocupación pareciera ser o al menos asi lo percibimos los ciudadanos, retomar los espacios perdidos en el ámbito municipal, mantener sus cupos en el poder legislativo y prepararse para recuperar el gobierno.

Pero los problemas que nos aquejan a la mayoría de los chilenos son otros, es la Constitución Pinochetista que impide cambios significativos en nuestra vida ciudadana, es la desigualdad social, el centralismo que ahoga a las regiones, la educación de mala calidad y cara, la salud mercantilizada y la atención deficiente, el abuso del Retail y de las empresas para con los consumidores, son los proyectos “amarrados” que irrumpen en el medioambiente sin consulta ciudadana.

Es el tiempo transcurrido y la experiencia de 20 años y mas, la que nos demuestra que la democracia nació con un problema de legitimidad de origen y que hoy su contenido no representa la voluntad del pueblo chileno. Chile es el único caso en el mundo que tiene una Constitución adoptada bajo una dictadura militar que sigue vigente en un régimen democrático.

Quiéranlo o no los políticos-empresarios el orden institucional y el sistema político están haciendo agua, el rejuvenecimiento de la actual Constitución por los gobiernos de la Concertación, no permite el ejercicio de la soberanía popular, porque se olvidaron que es la dimensión ciudadana de la democracia lo que permite su existencia. En este contexto, el llamado a unas primarias que organizaron los partidos de la Concertación no pasan de ser buenas intenciones, es bien difícil que con el binominal como camisa de fuerza la ciudadanía tenga la posibilidad de participar efectivamente en la elección de los candidatos, en este caso a alcalde para los comicios municipales del 28 de octubre, lo que hacen los militantes en este evento es marcar una preferencia entre candidatos elegidos por las dirigencias de sus partidos.

En Chile el ciento por ciento de los parlamentarios elegidos desde la restitución democrática hasta las elecciones del 2009 han pertenecido a dos coaliciones de partidos que debaten entre sí y se distribuyen los cargos parlamentarios, marginando a las demás fuerzas. El sistema electoral binominal heredado de la dictadura no permite el ingreso de nuevas fuerzas politicas o de caras nuevas que refresquen la política de cuoteo y de elecciones cupulares.

El binominalismo sólo acepta dos puestos por cada circunscripción o distrito y que una lista de candidatos (normalmente constituida por alguna coalición de partidos) para obtener los dos puestos debe doblar a la otra lista. En teoría, esto significa que si hay dos listas, la minoritaria, con un 34% de votos obtiene la mitad de los escaños. Por lo tanto el ejercicio de la democracia ciudadana y de los derechos ciudadanos quedan restringidos. La existencia de una comunidad política en que los ciudadanos ejercen sus derechos y participan en las decisiones que la afectan no se plantea bajo las actuales circunstancias, en relación con las dimensiones electoral y constitucional de la democracia.

En síntesis, la igualdad de los derechos ciudadanos y la participación en los asuntos públicos van más allá de la elección de representantes que supone la democracia electoral.

Los últimos hechos sucedidos en el país demuestran que las aspiraciones ciudadanas y los conflictos sociales no tienen solución bajo el alero ultraconservador que nos gobierna, en el cual los temas valóricos son defendidos bajo el prisma de una alianza ultraderechista con el Opus Dei. El asesinato de un joven por su condición sexual puso el acento en los derechos civiles específicos de las minorías; la negativa de legislar sobre el aborto; el conflicto mapuche sin ninguna solución hasta la fecha; la aplicación de la ley de Seguridad Interior de estado y la represión del movimiento social de Aysén, la participación electoral restrictiva por el binominal y la ausencia de instituciones de participación; el no otorgamiento de voto a los chilenos que viven en el extranjero (una gran mayoría de ellos expulsados por la dictadura o refugiados por ella); las leyes aun vigentes que sobre materias propias de leyes orgánicas constitucionales o de quorum calificado adoptó Pinochet y su junta legislativa en los últimos días antes de dejar el poder; la legislación que ampara la especulación de las ISAPRES, del Retail y de los bancos entre otros.

Así entonces el núcleo fundamental de la Constitución es un marco de hierro incambiable y perpetuo como protección del sistema económico creado bajo la dictadura de Pinochet, el que no fue modificado por las reformas constitucionales de 2005 bajo el gobierno de Lagos. Lo que resultó al fin y al cabo con este injerto fue que, al cambiar la firma de Pinochet por la de este y al proclamar él que se trataba de una nueva Constitución, se clausuró el debate constitucional sin que el pueblo chileno haya tenido participación alguna.

En suma, la democracia constitucional es la dimensión eje en todo régimen de este tipo, porque define el carácter esencial de la democracia como expresión de la soberanía popular, el que a su vez se define en la Constitución como el consenso fundamental en torno a los principios o fundamentos de convivencia de una sociedad. Sin embargo como se señalo anteriormente, Chile es el único país que heredó una Constitución de la dictadura que la gobernó por 17 años y que intento refundar la nación en sus ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales, por lo tanto, si en democracia no se ha generado una Constitución democrática sigue pendiente y aun sin resolver la legitimidad constitucional.

Esta es la realidad que vivimos como país y que día a día la sentimos en carne propia, la pregunta es que hacemos los chilenos entonces, seguimos como estamos, con una democracia a medias y participando en elecciones que solo traerán mas de lo mismo o pensamos en movernos en busca de una alternativa basada en la soberanía popular. El movimiento estudiantil, el conflicto de Aysén marcaron la pauta, sobre todo el primero el cual logró removernos y hacernos creer que nuestra situación tiene solución si tomamos la idea y la hacemos realidad desde cada una de nuestras posibilidades.

Ya no se trata de buscar solo la alternancia en el poder, sino que de nuevas ideas para responder a la altura de los desafíos que tenemos por delante, particularmente el de la desigualdad social.

Siendo estas reflexiones hechas desde un pensamiento de izquierda, creo que esta tiene que reflexionar su papel en el momento actual y desde allí, desde la izquierda, retomar su camino porque el espacio que le corresponde está abierto, las movilizaciones del año pasado asi lo demuestran, mas allá de la situación desmejorada y de dispersión en la que como organización aparecen hoy. Una cosa es que los partidos de la izquierda están atomizados y dispersos pero otra situación distinta, es que las ideas de la izquierda, anti neoliberalismo, de justicia social, de un país mas humano, están latentes y movilizan a las personas que pelean por sus derechos.

Si miramos estos últimos veinte años hacia atrás, pareciera que en algún momento hubiésemos dejado de pensar y que nos alejamos de nuestra identidad, aceptando de hecho o por omisión la teoría conformista que surgió en los años 90 (Fukuyama), que tras el final de la Guerra Fría y luego de la caída del socialismo real, los seres humanos íbamos a satisfacer nuestras necesidades a través de la economía de mercado y que la democracia liberal era el único sistema político viable. Bajo este alero, los partidos y muchos intelectuales, también los sindicatos y lideres sociales “se renovaron” asumiendo a cabalidad o en parte estas predicciones.

Junto con ello se fortaleció la idea que el Estado tendría una mínima injerencia, mientras que el capital privado se movería con absoluta libertad, se dijo también que las ideologías iban a ser reemplazadas por la economía y los conceptos de izquierda y derecha se convertirían en cosa del pasado, poniendo fin a la lucha de clases.

Veinte años mas tarde este castillo de naipes se derrumbo, el ciclo brutal de la especulación y la avaricia inicio el derrumbe de la propuesta neoliberal en la cuna de la libertad de mercado, Estados Unidos, luego siguió en Europa. Lo mas significativo es que el estado que no debía intervenir en la libertad de los mercados, lo hizo para salvar a los bancos y a las empresas que al quebrar ponían en riesgo la economía en general.

Sin embargo nos siguen vendiendo la eficiencia y las bondades de un modelo que detonó en EEUU en contra de la gente común. Aquí nos cuentan solo las maravillas pero no nos dicen que el volumen de endeudamiento de EE.UU es del orden del 225% de su PIB (Producto Interior Bruto). Si hacemos números podríamos decir que el PIB (2007 año de la crisis) de EE.UU. se cifraba, según el FMI, en 13.843.825 millones de dólares, por lo tanto el 225% de endeudamiento interno equivale a 31.148.606 millones de dólares.

Ante esta realidad desastrosa el plan de ayuda del gobierno estadounidense (sin contar las demás intervenciones ya realizadas por varios gobiernos, ni las que previsiblemente se realizarán) representa un capital de 700.000 millones de dólares, un aporte del ente que según la ideología neoliberal “pervierte” al mercado y coarta la libertad con su intervención en el economía.

Lejos quedaron entonces los cantos de sirena del neoliberalismo y las loas a la libertad del mercado, a la desregulación y a la no intervención de los gobiernos en la economía, lo que no significa que los defensores del sistema “han arrojado la toalla”. Ni mucho menos, lejos de reconocer sus errores, tal cual lo hacen aquí en Chile, persisten en defender la desregularización y la no intervención del estado, continúan insistiendo en que son las intervenciones externas lo que impiden el buen funcionamiento del mercado y en que este se autorregula.

Estos son los problemas que deben unirnos y en los que debemos ponernos a pensar para ofrecer alternativas viables y sustentables, tenemos que salir al paso de la obcecación de los economistas, de los ministros de Piñera y de la derecha chilena que son repetitivos y que simplemente emanan de una negación de la realidad y también de sus ambiciones y beneficios ligados a los de la minoría que detenta el poder económico. El modelo que tenemos en Chile se repite en el continente y esta abarcando todo el mundo, situación en la cual un porcentaje cercano o igual al 10% de la población usurpa el 85% de la riqueza, mientras que el 90% restante nunca había estado tan endeudada y dependido tanto de esta minoría abusiva.

Es importante entonces detener el paso y ponernos a pensar que mas allá de políticas de corto plazo, de seguir en el carrusel electoral sin una propuesta de país, estamos frente a un modelo económico que nos llevara a la crisis porque opta por generar riqueza (falsa) por la vía de la especulación en lugar de la actividad industrial creadora de bienes y servicios. Como ya esta demostrado en la Europa reciente, este modelo tiene unos costes que los neoliberales no valoran, unos costes sociales y económicos con efectos brutales para la ciudadanía que se traducen en desempleo, más pobreza, falta de cobertura social, de salud y en la educación.

Este es un aspecto que nunca ha preocupado a los defensores a ultranza del libre mercado, puesto que para ellos es más importante la propiedad que las personas, simplemente porque para los amos del capital el neoliberalismo les es útil en cuanto “justificación” de sus acciones encaminadas a obtener el máximo de beneficio, el control absoluto de la riqueza (y por consiguiente el poder político y social). Por tanto ahora aceptan como necesaria la intervención del estado, para garantizar la solución a la crisis y mantener su poder económico.

Quienes nos hemos opuesto desde siempre a este modelo neoliberal hemos sido tachados con frecuencia de vivir en el pasado, de ser incapaces de adecuarnos al presente y ver los elementos positivos que acompañaban la nueva visión económica del mundo. Pero la tozuda realidad se está encargando de demostrar que tenemos razón, porque nuestros planteamientos, hechos desde la izquierda popular, están mas vigentes que nunca.

Por eso es que necesitamos una izquierda anti-neoliberal, que proponga una nueva constitución y su validación a través del ejercicio de la soberanía popular, que reorganice al sindicalismo de clase, con presencia en los movimientos sociales, vinculada a las minorías marginadas, al pueblo mapuche, con ideas para dar una salida al modelo económico y político en beneficio del pueblo que trabaja, de los intelectuales, profesionales, de la juventud, la mujer y los inmigrantes.

Una izquierda valiente que diga en voz alta que las crisis económicas deben pagarlas quienes las crean, sus responsables, los especuladores financieros y los empresarios que pagan impuestos irrisorios por explotar y enriquecerse con nuestros recursos naturales.

“su tradición, su personalidad, su conciencia revolucionaria, permiten al pueblo chileno impulsar el proceso hacia el socialismo fortaleciendo las libertades cívicas, colectivas e individuales, respetando el pluralismo cultural e ideológico. El nuestro es un combate permanente por la instauración de las libertades sociales, de la democracia económica, mediante el pleno ejercicio de las libertades políticas”…. Salvador Allende en la ONU Septiembre de 1972

Chile merece un cambio de verdad y tenemos el deber de construirlo paso a paso tal cual lo hicimos cuando nos propusimos terminar con la dictadura de Pinochet……

Dr. Enrique Villanueva M, Ex dirigente Rodriguista

12 de abril de 2012

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