En la madrugada del 5 de junio de 1967, el ejército israelí destruyó en tierra la aviación militar egipcia. En seis días, conquistó el Sinaí, el Golán sirio y la parte de la Palestina histórica que había escapado a su control en 1948: Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza. Cincuenta años más tarde, la ocupación continúa, pero la estrategia de erradicación de la aspiración nacional palestina se topa con una resistencia arraigada en una larga historia.
Afines de abril de 2017, algunos representantes republicanos del Congreso estadounidense crearon un grupo (caucus) bautizado “Israel Victory”. “Creemos –dicen– que Israel triunfó en la guerra y que ese hecho debe reconocerse si se quiere lograr la paz entre Israel y sus vecinos”. Es necesario, explica uno de sus miembros, el docente universitario Daniel Pipes, que Israel “imponga su voluntad al enemigo”. Como respuesta, varios centenares de presos políticos palestinos iniciaron una huelga de hambre convocada por el más conocido de ellos, Marwan Barghouti: su manera de proclamar alto y fuerte que la resistencia continúa y que las ilusiones sobre su aniquilación se disiparán una vez más. No es la primera vez que Israel y sus aliados fantasean con la capitulación, o incluso con la desaparición de los palestinos...
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