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Pensar lo impensable

A que todo era posible. Una masiva intervención financiera de Estado. El olvido de las obligaciones del pacto de estabilidad europeo. La capitulación de los bancos centrales ante la urgencia de una reactivación. Poner en la mira a los paraísos fiscales. Todo era posible porque había que salvar a los bancos.

Sin embargo, durante treinta años, la más mínima idea de una alteración cualquiera de los fundamentos del orden liberal, con el propósito, por ejemplo, de mejorar las condiciones de existencia de la mayoría de la población, chocó con el mismo tipo de respuesta: ¿ustedes saben que el muro de Berlín se cayó?; todo eso es bien arcaico; nuestra ley es la globalización; las cajas están vacías, y los mercados no lo aceptarán. Y durante treinta años, la “reforma” se hizo, pero en el sentido opuesto. El de una revolución conservadora que entregó a las finanzas franjas cada vez más espesas y más jugosas del bien común, como los servicios públicos privatizados y metamorfoseados en máquinas de dinero en efectivo, “creadoras de valor” para los accionistas. El de una liberalización de los intercambios que atacó a los salarios y a la protección social, obligando a decenas de millones de personas a endeudarse para preservar su poder de compra, a “invertir” (en la Bolsa, en los seguros) para garantizar su educación, prever sus enfermedades y preparar su jubilación.

Esa deflación salarial y esa erosión de la protección social dieron origen y luego fortalecieron la desmesura financiera. Porque la creación del riesgo alentó a garantizarse contra él. La burbuja especulativa se adueñó de las viviendas, a las que transformó en colocaciones. Sin interrupción, fue inflada por el helio ideológico del pensamiento de mercado. Y las mentalidades cambiaron, volviéndose más individuales, más calculadoras, menos solidarias. Entonces el crack de 2008 no es, en primer lugar, técnico, corregible mediante paliativos tales como la “moralización” o el poner fin a los “abusos”. Es todo un (...)

Artículo completo: 859 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de noviembre 2008
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Serge Halimi

Director de Le Monde diplomatique, París.

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