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Prepotencia de clase. Por Luis Nitrihual Valdebenito

“La derecha está llena de privilegios, de prepotencia y solo implicará mayor pobreza y desigualdad para Chile” No cabe duda de que toda generalización es una imprudencia, sin embargo, pensada como hipótesis, puede ser una oportunidad para demostrar que el sentido común que envuelve mucha retórica de derecha es solo una apuesta política.

La derecha está llena de privilegios. La élite chilena es realmente pequeña, si pudiera graficarse se vería como un árbol genealógico que se reduce a un grupo de familias que ostentan buena parte de los cargos de poder. La movilidad social existe, pero sólo hasta un techo. Como un linaje, es posible encontrar que estas familias se reproducen entre ellos. Una consideración concluyente: usted difícilmente será parte de esta familia. Puede irle bien en la vida, pero no tendrá acceso a ese universo cerrado en sí mismo. Las grandes empresas son familiares, los grandes negocios son hechos por las familias de esos mismos millonarios. Los creadores de estas riquezas heredan a sus hijos estas posibilidades y, por tanto, el talento se reduce a las posibilidades que tienen desde su nacimiento. Un ejemplo concreto de ello es la presencia de los hijos del presidente en China. Es probable que este hecho no constituya delito o falta, pero muestra como la élite se reproduce una y otra vez. Los privilegios más allá de constituir cuestiones de orden material son en realidad posibilidades acceso, llaves que abren los cerrojos de mundos inaccesibles para la gente común. Está la élite y el resto de la población.

La derecha es prepotente. La clase es uno de los olvidados enclaves identitarios que la teoría social estudió de manera importante durante el siglo XX. De hecho, constituyó un punto esencial para explicar los antagonismos presentes en la sociedad capitalista. Pero más allá de la teoría, la clase se revela en situaciones bastante comunes como en el caso de Matías Pérez Cruz. Aquí se demuestra como la derecha se aglutina en torno a la defensa de intereses que creen heredados por derecho divino. Incluso la ministra (s) Alejandra Bravo, de un gobierno de derecha, tuvo que enfrentarse a la prepotencia de una mujer, cuya familia tenía cerrado el acceso a una playa en Pichilemu. Sólo ver los vídeos de estos casos revela la profundidad de esta pertenencia. Esta situación no es nada extraordinario, la defensa de sus intereses mueve de manera corporativa a la derecha. Lo cierto es la clase constituye un cemento que cristaliza una identidad construida durante generaciones.

La derecha es mayor desigualdad y pobreza. No se puede sostener que la derecha en Chile haya implicado mayor desarrollo económico. Incluso la actualidad muestra que un gobierno de derecha no es sinónimo de mayor crecimiento, este depende de variables internacionales incontrolables para cualquier gobierno. Ni aún menos se podría decir que la derecha chilena, salvo en contadas ocasiones, haya luchado por mayores garantías para los trabajadores. Antes bien, se han agrupado para defender sus intereses como gran empresariado. La realidad es que, aun siendo crítico, fue la coalición de centroizquierda posterior a la Dictadura la que redujo drásticamente la pobreza, aunque también es cierto, mantuvo y amplificó la desigualdad heredada desde la dictadura e instalada como modelo neoliberal por la derecha tecnocrática y militarista. La evidencia mundial también demuestra que gobiernos de derecha como el de Macri en Argentina, Bolsonaro en Brasil y otros, no han implicado una mejora en la vida de sus ciudadanos, antes bien, amenazan las libertades de estos.

Una pregunta al cierre: ¿existen excepciones a esta caracterización? Claro, estas reglas no funcionan de modo mecánico, siempre habrá quienes las rompen, crucen el techo de cristal y pasen a constituir parte de la élite. Además, la izquierda también tiene su propia forma de reproducción. No quiere decir esto, tampoco, que no existan buenas personas en la derecha. No se trata de personas sino de estructuras y formas de sentir su lugar en el mundo. Lo que si es claro es que mientras la gente apenas se aglutina para defender sus derechos como trabajadores, la derecha tiene plena consciencia de pertenecer a una clase que esta llamada a dirigir el país y, porque no, de modo internacional, el mundo completo.

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