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El impulso de la revolución de los soviets

Prioridad a la educación

La escena de la biblioteca de Yuriatin, una ciudad que Boris Pasternak imaginó en Doctor Zhivago, novela publicada en 1958, traduce la impresión profunda que debió sentir cuarenta años antes: el protagonista entra en una sala de lectura en la que, al lado de los representantes de la antigua intelligentsia, se encuentra gente del pueblo, endomingada, “con aire tímido, como si fuera una iglesia”. El autor testimonia allí la formidable sed de cultura que se apoderó, en 1917, de las clases populares, que habían sido mantenidas al margen del saber, así como las huellas que esa revolución iba a dejar por mucho tiempo en la sociedad soviética.

Para los bolcheviques, al elevarse al rango de organizadores de la sociedad, los obreros y los campesinos sabrían inventar un nuevo orden social que respondiera a los intereses de la mayoría. Cuando llegaron al poder, la politización de las clases populares y su sed de instrucción encontraron un eco en su proyecto emancipador. Entre febrero y octubre de 1917, antes de invadir las escuelas y las bibliotecas, la población había ido a la escuela de los soviets: en los consejos –más de 1.500 en octubre de 1917–, aprendía, debatía, organizaba la vida social y, finalmente, osaba reivindicar el poder. Los bolcheviques intentaron llevar lo más lejos posible esa aspiración a la cultura y liberar la creatividad que se despertaba...

Artículo completo: 238 palabras.

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Nicolas Fornet

Autor de Russie soviétique (1917-1927), la révolution dans la culture et le mode de vie, Les Bons Caractères, Pantin, 2016.

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