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Prohibido seleccionar alumnos. Educación al más puro estilo orwelliano. Por Humberto Palma

De seguro recordará usted la afamada novela de George Orwell que lleva por título “La Granja de los Animales” (1946), en cuyas páginas el autor desarrolla una inteligente y aguda sátira al régimen soviético de Stalin. Pero si no es el caso, no se preocupe, pues lo que aquí nos importa es hacer memoria del argumento de fondo, y no de la totalidad de la obra. Basta saber que el relato tiene por ambiente una granja donde conviven animales de distintas especies, al cuidado de un hombre ruin y expuestos a una vida miserable. Como en toda fábula, los animales de la granja hablan, pero no sólo eso, sino que además personifican en todo a los hombres. Y en cuanto pueden, se organizan para llevar adelante la revolución que pondría fin a sus males. Los cerdos asumen el control total, y animados por las promesas de un futuro notablemente mejor, todos los demás trabajan bajo sus órdenes, sin descanso y a niveles cercanos a la esclavitud. Lo único que les importa es alcanzar la realización de las promesas. Sin embargo, y ya casi al final de la obra, los animales constatan que los anuncios de libertad, justicia, igualdad y fraternidad para todos no se cumplen, o pero aún, se cumplen al revés, es decir, lo que antes se permitía ahora se prohíbe, y lo que antes se prohibía ahora se permite; los amigos son enemigos, y los enemigos amigos; se manipulan los mandamientos al antojo de quienes tienen el poder en sus manos; se inventa el terror, pero al mismo tiempo se cae presa de él. El desencanto suma y sigue, y la situación empeora hasta extremos insospechados. Los cerdos se reconcilian con su enemigo declarado: el hombre.

En la casa del granjero se reúnen ahora, y a puertas cerradas, quienes antes se repudiaban mutuamente. El resto de los animales de la granja se acerca a la casa para intentar ver lo que ocurre allí adentro. Y asomados a la ventana contemplan una escena que les provoca pavor: hombres y cerdos comparten la misma mesa y se engañan mutuamente. Incrédulos, pasan la vista del cerdo al hombre, y nuevamente del hombre al cerdo, pero ya era imposible distinguir quién era quién. ¿Por qué recordar la novela de Orwell bajo un título que nos lleva más bien hacia un tema de políticas educacionales?, pues sencillamente porque algunas de las medidas recientemente propuestas nos lleva a preguntar (y sospechar) si no estamos viviendo una versión más de la La granja de los animales.

Lo insultante de la prohibición

Entiendo que para algunos esta relación puede parecer exagerada y hasta insultante, pero en realidad no lo es tanto. De hecho, mucho más insultante y contradictoria es la reiterativa defensa de la selección de alumnos a favor de los así llamados “liceos emblemáticos”, y peor aún en boca del Rector del Instituto Nacional y del mismo Ministro de Educación. ¿Qué es lo insultante en todo esto? En realidad no es la prohibición en sí misma lo que provoca más molestia en directivos y apoderados de colegios subvencionados, sino la manipulación de la ley y de los argumentos para permitirles a unos lo mismo que se prohíbe a otros. Nótese que, según encuesta de La Segunda—UDD, el 64% de los padres respalda que sus hijos vayan a un colegio que seleccione alumnos con buenas notas y conductas (edición online del 23 de mayo). Entonces, cuando se sostiene que prohibir absolutamente que el Instituto Nacional o el Carmela Carvajal sigan seleccionando estudiantes, sería una medida que reportaría más daño que beneficios a dichas instituciones emblemáticas; que significaría, además, desconocer todo el bien que han hecho al país; o que tal vez ya no seguirían egresando de sus aulas potenciales presidentes de la República, magistrados e insignes ciudadanos; cuando son estos los argumentos con los que se pretende sostener tamaña excepción a un proyecto de ley, lo que en realidad se hace es decirle a ese 64% de padres partidarios de la selección por mérito, y de paso a todo el país, que existen ciertos alumnos privilegiados que tendrán el derecho y la posibilidad de optar a una mejor educación: los alumnos que viven en Santiago, porque, seamos honestos, lo que aquí se está intentando salvaguardar no es el derecho de cualquier alumno del país, sino el derecho que tiene el Instituto Nacional de seleccionar a sus alumnos. Si el proyecto que prohíbe todo tipo de selección, con la salvedad a favor de los “emblemáticos”, se convierte en ley, estaremos diciendo a aquellas comunidades educativas de provincia, con semejante y más mérito que el mismo Instituto Nacional, que no valen lo que éste, y únicamente por pertenecer a una categoría que, fruto de las posiciones ideológicas encontradas, ha llegado a ser vista como “pecado mortal”: educación particular. Dicho de otro modo, la autoridad ministerial reconoce y valora el mérito sólo para algunos estudiantes, y sólo para algunas instituciones educativas, mientras que en otros casos (la mayoría) el mérito simplemente no tendría lugar. Porque lo que en realidad tiene a la vista este tipo de propuestas no es el valor agregado de una comunidad escolar, sino exclusivamente quién la administra: o el Municipio (o a futuro el Estado), o un particular. Y en razón de ello, se premia o castiga.

Desde Orwell, todo calza y se entiende

No es fácil entender y aceptar que, como ha señalado el Presidente Nacional de Fide, Hno. Jesús Triguero, “los expertos y diseñadores de políticas educativas que defienden este nuevo proyecto de ley, se muestren ahora partidarios de una selección que es buena. Hasta el momento, la condena a la selección de alumnos era total, absoluta, cerrada y sin matices. Pero ahora, esta selección buena sólo la pueden aplicar algunos liceos privilegiados que no tendrán que hacer esfuerzos pedagógicos para mejorar los resultados (…). Al momento de tener que disponer de liceos de calidad, los diseñadores de políticas indefectiblemente han recurrido precisamente a tener que aplicar los métodos de los que acusan a todas las demás escuelas. Y por supuesto, ya algunos expertos encontraron el símil internacional, y recurrieron al comodín de citar las virtudes de los países desarrollados, descubriendo que éstos también seleccionan para tener ciertas escuelas de calidad. Hasta el momento no existían estas prácticas en dichos países o nadie se refería a ellas. Estaban más bien ocultas de la mirada de los expertos y era una anatema sin redención” (extracto de carta al Mercurio, edición del viernes 23 de mayo). Insisto que no es fácil entender y aceptar este sorpresivo giro argumentativo, si acaso pensamos bien; pero visto desde la sátira orwelliana, es perfectamente entendible.

Al final de cuentas nos queda claro que el argumento contra la selección de alumnos admite excepciones, pero no en vistas al bien común de las mayorías, sino en conformidad al exclusivo y antojadizo interés de quienes defienden los liceos emblemáticos. ¿Cómo se ha llegado a esto? Pues del mismo modo en que la revolución en “La granja de los animales” termina en la más grotesca de las negaciones, esto es, modificando leyes y normas, suavizando algunas posiciones iniciales, prestando atención y aceptando lo que antes parecía aberrante, y compartiendo la mesa según las propias y mezquinas conveniencias. De este modo, y siguiendo con el símil de Orwell, no se extrañe si en un futuro próximo miramos a través de las ventanas de la “casa de la Educación” y ya no logremos distinguir a los cerdos de los hombres.

P. Humberto Palma Orellana
Profesor Universidad Finis Terrae Facultad de Educación

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