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Psicología comunitaria en Chile: la articulación de las periferias y el fortalecimiento de la retaguardia social como estrategia de transformación. Por Marco Silva Cornejo

La idea de los padres fundadores de la psicología comunitaria latinoamericana, fue siempre que ésta se transformara en una herramienta de transformación social para aportar a procesos de construcción de mayor justicia social, solidaridad y liberación ( Borda, 1998; Montero, 1999; baro, 1984) . Este mandado original se ha difumado con el devenir del tiempo; la crisis de los socialismos reales, la acción hegemónica del neoliberalismo transnacionalizado y la masificación de los sistemas de reproducción de los patrones culturales del modelo desde los diferentes dispositivos tecnológicos han aportado a la dispersión de los imaginarios sociales y colectivos, torpedeando la matriz de sentido fundacional de la psicología comunitaria.

La disolución de la idea de vanguardia y la fragmentación de los espacios y tejidos sociales propios de los “sujetos de transformación” se ha traducido en una consecuente crisis en los campos de acción aplicada de la psicología comunitaria en chile desde la matriz fundacional, quedando demarcada su geografía de producción por dos espacios de desarrollo esencialmente: la policía pública y la academia.

Se advierte una fuerte presencia de los psicólogos comunitarios en dos campos específicos de desarrollo, siendo la característica de ambos, el distanciamiento con el espacio social y los sentidos que posibilitan la transformación material y concreta de las formas de reproducción del aparato y el modelo económico. La estructura, su desarrollo y reproducción no han logrado ser tensionados de manera pertinente desde un sentido de transformación por la actual psicología comunitaria,, la que de manera irremediable ha encontrado un buen nicho de desarrollo en el campo académico y otro en el campo de la transferencia y operacionalización de la política pública en el chile transicional.

Como se ha señalado en el párrafo anterior, Un sector importante de la psicología comunitaria ha tenido un alto nivel de desarrollo en el marco de la política pública, su desarrollo ha propiciado que estos psicólogos comunitarios desplieguen una acción bisagra entre los territorios, mapas sociales y las acciones desplegadas por el estado y los gobiernos. El entreguismo suicidario en el marco de lo institucional que estos psicólogos comunitarios hicieran de la práctica profesional derivo en una reproducción sin sentido y en algunos casos abiertamente alienada de las dinámicas dominantes de la estructura. Es por tanto una práctica comunitaria reproductora de statu quo, que entiende la participación en el marco de la institucionalidad y que no logra generar procesos de autonomía transformadora más allá de la subvención domesticadora del aparato.

Son parte de este espectro todos y todas aquello operadores sociales que entienden la práctica de su trabajo disciplinar en el campo de lo comunitario, pero sin poner en tensión las relaciones de poder que reproducen, sin potenciar procesos de irritación o agrietamiento de la acción hegemónica del modelo económico y que centran su acción en la integración al circuito institucional de los y las excluidas en el marco de los mismos dispositivos valóricos e ideológicos que relevan la competencia, la movilidad social a partir del consumo y el individualismo como formas de adaptación e integración.

De manera complementaria se advierte un conjunto de cuadros de la psicología comunitaria que han derivado en el espacio de la academia, logrando articular un alto nivel de producción de conocimiento pero que no se traduce de manera empírica un procesos de transformación aplicada. Quedando este campo constituido por una reflexividad que reproduce de manera tautológica lo que Baro (1998) definía como el “che de cafetín”, Configurándose de esta manera una psicología comunitaria que en muchos casos esta más orientada a la satisfacción de las necesidades de investigación de estos operadores del conocimiento más que a la disposición real de este saber al servicio de prácticas de transformación social.

La Psicología Comunitaria en Chile y en Latinoamérica tiene un desafío fundamental y este, está delimitado por las posibilidades reales de esta dimensión del campo disciplinar de aportar sentidos, perspectivas y saberes que aporten de manera real a la suma de experiencias transformadoras en el campo de la vida cotidiana de los habitantes de nuestras periferias sociales o quienes se sientan en condiciones de exclusión social.

Es necesario sumar esfuerzos, por liberar a la psicología comunitaria del corset institucional que la doméstico en el proceso transicional chileno, remover a quienes están situados en la cómoda complacencia de los espacios académicos y apostar por la construcción de una psicología comunitaria que desde la acción social directa y desde la articulación de la retaguardia social, avance en la construcción de un conocimiento transformador y empírico, que problematice de manera abierta las lógicas de reproducción del modelo, que reconstruya la matriz valorica fundada en la competencia y que entienda que la reconstrucción de los tejidos sociales tiene un sentido ideológico fundamental, cuya trayectoria no es sino, el agrietamiento y el debilitamiento a partir de la articulación de las subjetividades en descontento del modelo económico imperante.

Marco Silva Cornejo

Mg. En Ciencias Sociales Aplicadas UFRO

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