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Quo Vadis Domine por Juan G. Ayala

Tradicionalmente la interpelación, quo vadis domine, se interpreta desde la novela de Henryk Sienkiewicz (Nobel de Literatura, 1905), como ¿a dónde vas, Señor?, constituyéndose ésta en un llamado moral, un hacerse cargo de su historia y circunstancia (Ortega), un responder desde los hechos mismos pero trascendiéndolos, lo que obliga a una determinación conciente que acoja un problema desde una guía axiológica, nutrida por un lenguaje vivo convertido en acciones.

¿Quo vadis domine?, deberían preguntarse los responsables del defraude de la “multitienda La Polar”, escándalo que tiene lugar en esta “terra australis ignota”, donde vemos la mayor dignidad y la más grande injusticia, la piedad más acentuada frente a la “mejor mentira jamás contada”. Considerar el caso de La Polar como un accidente es una inmoralidad, así como argumentar que, “hay que esperar a que la justicia opere”, es otra burla a la fe pública, ¿hasta cuándo?.

Seguirá siendo así hasta que no se transparente un cambio cultural, que es de largo plazo, pero que puede acelerarse con una estrategia enfocada al sistema escolar. De que la juventud y la niñez, son la reserva moral de una nación no admite dudas. Esa juventud “privilegiada” que marcha, está consciente de que su manifestación es una esperanza de futuro, y esos jóvenes no dudan en llamar “a las cosas por su nombre”, para ellos no existen “accidentes ni eventos”.

Los académicos deberíamos demostrar sabiduría en escuchar esa voz, porque la Universidad debe ser la Casa de la Moral, amparada en la Casa de la Libertad. La primera no debe entenderse como un seudo catecismo “para portarse bien”, la segunda no es un dejar hacer, sino que un hacer desde un ser auténticamente libre, responsable de deberes y derechos regulados por un marco, desde allí surge la posibilidad de cuestionar: ¿Cómo estamos formando a los futuros Gerentes y Administradores del empresariado nacional?.

Desde la Etica de Aristóteles la Política es la expresión de la Moral, en tanto hecho público que afecta el Bien común, pero cuando convertimos la enseñanza universitaria en recetarios, y cuando la formación se convierte en instrucción técnica, sea en Derecho, Medicina o Ingeniería, los académicos solo contribuimos a generar mano de obra llamada profesionales exitosos, y no aportamos a la sociedad con ciudadanos que piensen, que critiquen y que contribuyan al Bien común.

¡Tantas acreditaciones, tantas certificaciones, tantos ISO!, ¿para qué?. Algunas universidades emiten “Manuales para decisiones difíciles en la Empresa”, que curiosamente abundan en temas genitales, acoso sexual es tema de moda. La solución no es si se usa o no se usa un preservativo, el problema país pasa por preservar una convivencia humana, no de caridades, sino que desde un convivir donde la fraternidad supere al individualismo, donde el condominio se abra al barrio, donde la universidad burbuja sea Universidad, donde la rentabilidad se mida en el largo plazo con balance social, donde la exigencia metacognitiva arrase con la preocupación por los “estándares de cumplimiento por competencia”, donde el esfuerzo lecto comprensivo importe más que los talleres de debate, donde el planteamiento de un problema de física importe, y no se valide solo la resolución alfanumérica, donde estudiar programación sea lo importante como formadora de un pensamiento abstracto, y la capacidad de programar sea apenas un resultado. ¡Quo vadis domine debiéramos preguntarnos todos los académicos!.

Profesor, Departamento de Estudios Humanísticos
Universidad Técnica Federico Santa María

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