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Reflexiones preliminares para una nueva alternativa. Por un proyecto de reencuentro social y de cambio. por Rafael Kries

Chile necesita un proyecto que permita enfrentar la crisis económica mundial que lentamente lame sus playas.

Las fuerzas de la hegemonía, que lideran la alianza de Gobierno y las fuerzas de derecha que adversan su política en el Parlamento, saben que nuestro país no puede escapar del reajuste que el capitalismo mundial intenta, al menos desde 2008.

Las fuerzas del cambio parecieran ignorarlo.

El presente documento intenta esbozar en grandes líneas la situación en que el movimiento social en América Latina y especialmente en Chile debe afrontar su reconstrucción orgánica, elaboración de propuestas, y construcción de estrategias.

.- ¿Cuáles son los temas que hay que abordar para aglutinar a la mayoría social y a los trabajadores? Reconocer los ámbitos de interés de cada sector y movimiento social, para pasar a buscar ámbitos de propósitos y tareas comunes a varios de ellos.

.- ¿Cómo generar de nuevo esa voluntad de poder que caracterizó a la Central única de trabajadores y a la coalición que llevó al Gobierno a la izquierda chilena?

.- ¿Cómo mantener el rumbo de largo plazo en medio de una crisis de valores, estrategias y programas?

Aquí se desarrollarán algunas ideas iniciales, que deberán ser cuestionadas y enriquecidas, al calor de la praxis.

En tanto los medios masivos de comunicación estén monopolizados en manos de los poderosos, debemos concentrarnos en vincular los grupos que pueden fraguar el cambio, debatir con espíritu fraternal, claro y unitario.

Al revés de la idea de vanguardia ideológica pre-establecida, debemos aglutinar al pueblo y trabajadores concentrado en luchas sociales, que están en la vanguardia de la protesta y movilización social, buscar y vincular a fuerzas que buscan y desean el cambio.

No debemos diluirnos en hacer grata una propuesta, cual si de lo que se tratara sólo fuera ganar elecciones, sino desarrollar un concepto y vínculos para que nuestro pueblo pueda plantearse metas superiores.

¿Cómo hacerlo?

Las siguientes páginas desarrollan pistas para contribuir a la comprensión del proceso que vivimos y para pensar formas de articulación y programas que deberemos desarrollar.

Se necesitan también las tuyas, para realizar de conjunto esta tarea.

Una visión panorámica de situación.

Una crisis secular, integral y de largo plazo se ha abatido sobre el planeta evidenciando el agotamiento del paradigma económico, político e ideológico central sostenido hasta el presente por el sistema capitalista mundial. Esa crisis abarca más relaciones sociales que las simplemente económicas y financieras, señalando una fase del capitalismo que hemos caracterizado como la de su ―crisis perfecta” pues abarca no sólo los ámbitos sociológicos y económicos sino también los de la conciencia y la psiquis, así como los medioambientales.

La humanidad vive una crisis geopolítica mundial sin precedentes, caracterizada en el presente de 2015, por enfrentamientos raciales, sectarios y nacionalistas que oscurecen el carácter global de la crisis y que amenazan en oportunidades a una internacionalización de sus enfrentamientos.

Las perspectivas reales a nivel de la economía mundial –a contrapelo de las afirmaciones de los organismos internacionales del sistema—apuntan a un empeoramiento cualitativo de la situación y a una reiteración de un desplome financiero.

El inicio de una fase de recesión económica global, distribuida por áreas, no logra ser ocultado a la opinión de amplios sectores, mostrando el contenido social de las políticas económicas aplicadas. Eso ya se hace evidente en los grandes países y economías que articulan los macro-procesos de producción, y de extracción y distribución del excedente económico a nivel de las regiones. Casos de Alemania y Francia, China, Japón, Rusia, India, Brasil y los propios EEUU e Inglaterra, lo cual los lleva a reordenamientos geopolíticos que serán seguidos por los de estructura económica y social, de ellos y sus áreas de influencia.

La primera fase de la crisis financiera, desatada el 2007/08 en EEUU se ha superado temporalmente empobreciendo a la población de ese país; a continuación se ha proyectado a Europa para depauperarla y desatar el fin de la fase expansiva del ciclo de los commodityes, y en particular de las materias primas en las economías del mundo dependiente y neo-colonial.

El FMI, obligado por su tarea a ser optimista, habla que se ha iniciado una nueva era de ―crecimiento mediocre‖. Pero desde luego no puede hablar de un desarrollo favorable dado que sus análisis, índices y estimaciones, están limitadas por su ideología y mecanismos de medición tales como precios, magnitudes dinerarias y ganancias empresariales o de mercados. El Financial Times habla de ―gestionar la depresión‖ y es lo que están haciendo los grandes bancos y Gobiernos para sostener vivo al enfermo.

La tendencia de los indicadores macroeconómicos muestra que desde el visible triunfo del neo-liberalismo en los niveles de dirección del sistema en los años 80 el PGB poseía una dinámica superior al de los ingresos medios, lo cual auguraba para el momento de contracción del ciclo un triunfo de las formas financieras –en el ciclo del capital a nivel de las unidades de capital, obligadas a endeudarse— para asegurar de conjunto la realización de su producción.

La forma en que ello se ha producido ha llevado al sistema a generar capital ficticio en tal magnitud que supera varias veces el patrimonio en activos reales de la burguesía mundial, abriendo las puertas –no a una nueva crisis financiera sino— a una posible crisis del sistema monetario e incluso a una modificación del eje global de las hegemonías nacionales.

No puede así extrañarnos que junto a una inyección de crédito astronómica, en un mercado financiero mundial pletórico de capital, la deuda mundial como porcentaje del PGB –Producto Geográfico Bruto— sea varias veces superior a éste, indicando que se aproximan los límites de dicho mecanismo. Si algo de realidad pudiesen tener las aproximaciones del FMI, desde que las deudas nacionales en los países del centro sistémico sobrepasaron el 100% estaríamos en inminente crisis de Pagos Internacionales.

Si EEUU realmente busca contener los efectos del QE3 –el tercer quantitative easing en menos de una década— procurando, sin lograrlo aún, diseñar alguna nueva forma de estímulo sistémico –con la excepción del fracking petrolero—, Europa, Japón y China contrarrestan esa acción aumentando la liquidez disponible en cifras superiores. Al mismo tiempo, todos ellos, para tranquilizar incautos, intentan mantener como secretos nacionales y grupales esa emisión inorgánica al igual que la FED americana.

Paraísos fiscales sin control político, políticas monetaristas que no asumen la magnitud del desempleo sistémico generado, y emisiones masivas junto a políticas monetarias laxas, son las que definen la lógica de corto plazo del sistema. La posibilidad de guerras comerciales es cada día mayor, para no mencionar la ampliación de conflictos bélicos.

El sistema afirma por diversos medios intentar —en este período— atacar la pobreza, la desigualdad y el desempleo, pero visiblemente no lo ha logrado. En el centro sistémico ha logrado reducir escuálidamente las cifras de desempleo, pero su temporalidad se hace evidente. En la periferia de países como los de América Latina ha procurado así mismo reducir la desigualdad, sin gran éxito, buscando destacar sus tasas de crecimiento aunque no de empleo.

Pocas oportunidades de inversión productiva –incluso con tasa de interés cercanas a cero, a nivel de las grandes estructuras proveedoras de la base monetaria— arrastran a los negocios hacia la especulación y la volatilidad financiera. Las grandes empresas acumulan efectivo en tanto los salarios han tendido a estancarse o a caer.

La descomposición de mercados en la periferia ha estimulado a grandes masas a buscar empleo en EEUU y Europa. Nadie abandona su hogar y entorno porque lo desee.

Se intenta reprimir la inmigración en sus fronteras, por parte de EEUU y Europa, sin reconocer que ha sido la expansión central del juego financiero, al desorganizar las comunidades pre-existentes y reordenar mercados locales —tras las orientaciones de la obtención de ganancias globales—, la que está produciendo un fenómeno de internacionalización, precarización y sub-proletarización que obliga a multitudes a buscar trabajo e ingresos en otras regiones.

La magnitud de ese holocausto es diariamente superior a la que causó el Muro de Berlín a lo largo de toda su existencia. Y va en aumento...

Por si fuera poco la política imperial de desarticulación de los regímenes nacional-desarrollistas en el Medio Oriente ha arrojado millones de personas al exilio interno externo a sus países de origen y generado conflictos que son aprovechados en este período por proyectos y fuerzas fundamentalistas.

La tasa en disminución de la productividad a nivel de los mercados, —a pesar del impulso de la caída de los precios de la energía—reduce la confianza de amplios sectores respecto a quienes controlan la economía. A esa pérdida de confianza de grupos medios se suma la de los sectores que no ven una salida al túnel de una evolución económica recesiva.

Por si ello fuera poco los efectos de la crisis climática auguran desplazamientos demográficos, cambios en los patrones de cultivo y otros fenómenos con impacto económico asombroso que acentúan la evidencia del desgaste de los mecanismos del metabolismo y dominación social y cultural actuales.

¿Qué hay de nuevo en la crisis?

La crisis actual no constituye simplemente una reiteración de las crisis económicas seculares conocidas. Ella no sólo amplifica e integra nuevos aspectos y áreas de la vida social al reordenamiento sino que constituye un nuevo nivel de la vida social y de su metabolismo con el planeta. Es una sinceración social y un intento de cambio de piel de la culebra. Al respecto remito a quienes interese profundizar este tema a mi libro “La crisis Perfecta”.

Una comparación con las modalidades de respuesta implementadas en el plano económico en la crisis de los años 30 puede permitir advertir diferencias en las modalidades de comprensión y de búsqueda de solución por las clases dominantes.

A partir de 1929 es constatable una caída del PIB, los Ingresos Fiscales, los Salarios, el empleo, y del comercio internacional en magnitudes que dependen de cada país pero que no se diferencian demasiado de los fenómenos hoy constatables. Sin embargo en los años 30 observamos caídas de precio que hoy solo son perceptibles en la energía y las materias primas.

Cuando se citan los antecedentes de la crisis del 29 están, desde luego los efectos de la 1a Guerra en los que cabe incluir los costos y reparaciones que una masacre de más de 7 millones de personas dejó en Europa.

A nuestros efectos es notable que el grado de apalancamiento, es decir, de préstamos sobre el capital propio, fue en esa época de casi el 100% límite que hoy al menos hemos triplicado.

En el famoso Martes Negro de 1929 los títulos y acciones cayeron en valor en la Bolsa de Nueva York en casi un 40 % en tanto en el crash del 2007/08 la disminución fue menor y en torno al 30%. No hay que ser muy perspicaz para ver que en el crash que viene ese porcentaje será superado.

En ese período (años 30) la política monetaria se centró en la defensa del oro, mantenido como reserva y en contener la liquidez y salvar el patrimonio, aumentando las tasas de interés. Hoy (en el sXXI) el sistema financiero internacional ha abandonado esas limitaciones y el sistema monetario está sostenido en papeles, y con tasas internacionales cercanas a cero por ciento (%).

Al igual que en nuestra época, los desequilibrios profundos de la depresión desatada el 29 se manifiestan para el corto plazo en una tendencia deflacionista junto a una fuerte caída del consumo y baja productiva. No hablaremos acá de la explicación que da la teoría del valor-trabajo para seguir el análisis descriptivo propuesto, aunque eso debe consultarse por quienes quieran profundizar el tema.

En EEUU hay en 1932/33 una caída del PIB del 27%, una producción industrial que cae a la mitad y un desempleo del 25 %. En ese mismo período el Índice de precios cae un 36 %, y como era de esperar la industria pesada cae con mayor intensidad que la liviana, así como la construcción de viviendas.

Hoy el centro imperial –a través de Obama— se ha decidido por otra política contingente, aunque manteniendo los mismos objetivos de salvaguarda del sistema, que le permite mantener débilmente el empleo y sostener el consumo, en tanto la concentración, la centralización y la liquidez aumentan sostenidamente.

¿Hay algo nuevo allí para contrastar?

No tanto a nivel de los fenómenos económicos como de los políticos e ideológicos. Corridas bancarias, acentuación en el agro, baja la Inversión en el exterior y disminuyen las importaciones etc. En la crisis de los años 30 tal vez lo más destacable fue que la URSS en plena represión stalinista, y con gran control burocrático, se salva de esta caída general. O que Alemania abandona el patrón oro, declara una moratoria de deudas, evita la destrucción del Marco y lleva a Hitler a la Cancillería.

Tal vez puede mencionarse también la pérdida de sus reservas en oro por parte de los países periféricos, o el inicio en España de la 2a Guerra Mundial que permitirá aumentar la producción para los objetivos militares y a EEUU recobrar en 1940 los niveles de actividad económica previos al crash de 1929 con el que se inicia la crisis de los años 30.

En los laboratorios del pensamiento burgués el derrumbe de las teorías monetaristas neoclásicas, trae al primer plano a las teorías macro tales como la de Keynes. Para un sector importante de la intelligentzia del sistema, ante la contracción de demanda la respuesta es hacer intervenir al Estado a través del Gasto y la Inversión.

Para ellos y su clase, pero también para un segmento del movimiento de trabajadores, en los diversos países del centro del sistema convenía desarrollar lo que se denomina una política anti-cíclica aunque fuese a expensas de un déficit fiscal, si la recaudación de impuestos en las clases pudientes no alcanzaba para sostener los planes fijados de común acuerdo.

Es como si las grandes figuras de la época Roosevelt, Stalin y Hitler se pusieran de acuerdo en Política Económica: precios de apoyo a la agricultura, asegurar viviendas a la población, reglamentar transferencias, reorganizar la industria, aplicar el Taylorismo en los procesos, estimular la industria de guerra.

La planificación aparece a sus ojos, en ese período, como una técnica sin ideología. Con ella se buscaría cambiar la asignación sectorial o regional de recursos, aunque por ninguna parte se observa en los años 30 una redistribución de la riqueza o una disminución del control y dominio de las masas por parte de los poderes existentes.

La guerra permitiría renovar los aparatos administrativo y productivo y orientar los esfuerzos científicos en las fronteras del pensamiento racional.

También permitió dar empleo militar y renovar el parque citadino. Una vez puesta en marcha permitió no sólo el pleno empleo sino recuperar los niveles de producción previos a la crisis. Ante esos resultados pocos epígonos del sistema le quieren atribuir a la crisis como costo adicional los 70 millones de personas que murieron en la IIa Guerra Mundial.

El escenario internacional para un proyecto de cambio radical.

Tener una perspectiva global de los conflictos, tendencias y contradicciones del sistema es esencial para analizar las posibilidades de una propuesta alternativa a las que están en el escenario actual.

En América Latina desde la última década del s XX sucesivos gobiernos progresistas han logrado abrirse paso por vías institucionales. Sus proyectos son diversos como las formaciones sociales de las que derivan, sin embargo puede definírselos sumariamente como proyectos populares y estado- nacionalistas, esto último en el sentido de su oposición abierta a los diktats de EEUU y por sostenerse estructuralmente en el aparato gubernamental.

El ingresos de nuevos actores –el caso de China—o el rol de agente ordenador otorgado a Brasil pero no ejercido sino a través de alianzas regionales, dan prueba de un espacio de autonomía relativa del que ellos disfrutan. Si ese espacio se está cerrando con los reordenamientos que la crisis desata, es cosa que veremos probablemente en los próximos meses.

El proyecto bolivariano ha sido el más vigoroso con el ALBA, CELAC, UNASUR, etc. en la búsqueda de afianzar una soberanía regional, tal como la imaginaran el APRA y los Partidos Socialistas de inicios del s XX. Sin embargo la soberanía no es sólo confrontada a nivel ideológico y político sino en la economía, y los países del eje bolivariano así como los del resto de América Latina giran en torno a los mercados financieros y de commodityes, y los poderes que los controlan.

Opuesto a ese proyecto bolivariano está el ALCA, la Alianza del Pacífico, la vieja OEA y los nuevos Tratados de Libre Comercio que vinculan a países como Chile a una red definida desde otros centros, particularmente Europa y EEUU. Sin embargo la importancia de la demanda de Cobre de China, ha proporcionado a Chile a inicios del s XXI un espacio temporal de aparente autonomía relativa.

Desde luego es necesario tener una visión de los otros segmentos de las diversas estructuras económicas nacionales para poder precisar el grado y forma de la dependencia que de allí surge. Así mismo se requiere de una caracterización de los grupos hegemónicos y de Gobierno, y observar la asignación del excedente económico en cada uno de los sectores sociales.

Por otro lado la crisis ha abierto un período de reorganización sistémica, en las potencias centrales, que algunos autores describen como de ―transición hegemónica, aunque no militar‖, aludiendo al progresivo ascenso chino. Un concepto que atiende a la articulación política, pero que se hace más confuso en los planos del dominio de clase.

En América Latina ello es visible no sólo en el reforzamiento de la presencia militar de EEUU sino de la amplitud en que ellos y sus aliados controlan las estructuras de comunicación y los media, en una tarea que no sólo está al nivel de la ideología individualista y de consumo sino del plano comunicativo, en su conjunto.

Los cambios y reacomodos políticos que muestran los actuales límites del neo-liberalismo en esta área del mundo no han modificado el régimen de acumulación sino en cierta medida el modelo económico a través del cual el complejo nacional se inserta en el actual reparto del excedente planetario. Las luchas por elevar la competitividad y los esfuerzos por basarla en incrementos de la productividad del capital –en tanto valor de cambio— expresan la contradicción en que se encuentran los proyectos nacionales.

¿Cuáles son los espacios de autonomía e industria en los actuales niveles de interdependencia económica, con lo que nos referimos a las formas sociales posibles en los actuales niveles de articulación y concentración del capital así como de centralización de magnitudes tan elevadas de capital ficticio?, eso es algo que pocos desean plantearse.

¿Son los proyectos populares, estado-nacionalistas de América Latina modelos o vías pos-neoliberales? ¿En qué sentido paradigmático? ¿Sobre qué visión de relaciones sociales y formas de producción y distribución del excedente?

El debate entre V.I. Lenín y Rosa Luxemburg, de inicios de siglo, se centraba en el carácter progresista o no –a la luz del proyecto de los trabajadores— de las luchas de sectores no capitalistas o las de ámbito nacional. Del concepto optimista del primero se nutrió el proyecto de Stalin del Socialismo en un solo país. De la mirada pesimista de la segunda la incapacidad de la izquierda europea para encontrar el eslabón débil de la cadena imperialista.

¿Cómo responder a las luchas, grupos y procesos que se imaginan a sí mismos como de ámbito nacional? ¿Qué son estos gobiernos bonapartistas, de carácter anti-imperialista y alianza popular, pero limitados por su conformación clasista o la urgencia social y nacional? ¿Qué espacios abren, en el corto o y/o largo plazo, para un cambio de hegemonía social, de modelo o de régimen de acumulación?

No basta hablar, a modo de respuesta, en esos casos de poseer una mirada regionalista o latinoamericanista, incluso anti-imperialista. No sólo porque, como indica Antonio Negri, el imperialismo sufre también de una globalización en su núcleo director sino porque ese mismo centro desarrolla estrategias convergentes con aspirantes sub-imperiales.

¿Cómo perfilar una política, en dicho marco de contradicciones, respecto de Brasil o Venezuela? ¿Cómo solidarizar condicionada y públicamente, o discrepar diferenciadamente respecto del fascismo interno y el accionar del Imperio?

El neo-desarrollismo, propugnado a escala regional, se diferencia del proyecto socialista regional que la izquierda marxista, autónoma respecto de la URSS, propugnó a principios del siglo pasado. Tiene más paralelo con el proyecto del APRA y su evolución probable tendrá similitudes con él, pues requiere articular ciertos niveles de consenso con las burguesías nacionales que le entregan a éstas el control del excedente y del estado.

No se trata de menospreciar el carácter movilizador de esos proyectos, ni de su esfuerzo de reformas políticas y económicas, incluidos los esfuerzos constituyentes y de democracia, sino de reconocer sus limitaciones. No se trata de separar reforma de revolución sino de aglutinar a los grupos subordinados por la actual hegemonía en torno a conflictos de base y de clase.

¿Cuáles son éstos? En primer lugar las luchas sindicales, políticas, sociales e ideológica en las que se dirimen confrontaciones estructurales. En segundo lugar parafraseando a F. Gaudichaud –un atento observador de la historia política de este país— ―sin unidad de los de abajo y sin independencia de clase, sólo habrá populismo desde arriba o neoliberalismo de guerra‖.

La re-primarización de las economías nacionales, el carácter de los aparatos de estado y la consolidación de la ideología individualista/consumista, no han sido afectadas por los regímenes nacional populares de América Latina, a pesar de la reorientación parcial del excedente.

Con el inevitable desarrollo de la crisis, que afecta al sistema, el extractivismo se acentuará así como el deterioro de los términos de intercambio.

En ese marco las posibilidades de hacer política desde el Estado, sin afectar la masa y estructura del capital social y el patrimonio de las grandes fortunas, se reducirá y pondrá en evidencia no sólo los límites de los Gobiernos latino-americanos sino las orientaciones de las clases medias y populares.

Esa es la ambigüedad en la que se mueve el neo-desarrollismo latino- americano —incluido el chileno—, que coquetea con el corporativismo junto a esfuerzos de cooptación del liderazgo social, que así mismo se radicaliza por su necesidad de responder a las agresiones del imperio.

El Estado, tal como existe en América Latina, como ente regulador, moderador y estabilizador del mercado, sufrirá en la contracción. ¿Qué sectores van a sufrir en primer lugar esas modificaciones y en qué sentido irán en el largo plazo?

En el mediano plazo ya no será suficiente respuesta en el plano de las economías del continente el endeudamiento del Gobierno, así como el de la población, y resurgirá la búsqueda de un proyecto productivo ante el neo- liberalismo globalizado.

El problema es que, en un mundo unificado en sus estructuras de producción, consumo y aprovisionamiento como jamás lo ha conocido la historia, hoy una alternativa no puede ser simplemente un programa industrializador y de transformación del patrimonio natural en activos financieros como lo supone un segmento de la socialdemocracia.

Algunas ideas preliminares básicas.

Un proyecto alternativo para un cambio radical es tanto una convicción subjetiva –ética y moral—como la resolución a una contradicción de la realidad. Es ambas cosas simultáneamente. Es tanto un compromiso y una forma de conciencia –y en ese sentido una utopía negativa— como la actividad en búsqueda de la resolución de un conflicto real de las clases fundamentales del capitalismo.

No es un ámbito que se resuelva centralmente en la política sino en la vida social.

Hemos afirmado y escrito en el exilio chileno de los años 80 que no existe virtud o vocación revolucionaria de las clases y otras formas de subjetividad social, que no sea la que se exprese en la crisis revolucionaria.

La revolución no se conforma con lo bello de la esperanza sin la movilización social y de clase, ni se entusiasma por lo blando o duro del camino que recorre. El más profundo legado dejado por Marx es que la revolución es posible, aunque haya que empezar cada vez de nuevo a instituirla.

Se nos dice que la dominación está inscrita en la naturaleza del hombre. Pues bien, nada detiene la dominación social, salvo la vigilante acción solidaria de los dominados.

El proyecto revolucionario de izquierda es más que una utopía. La contiene como utopía negativa, tal como lo han mostrado los filósofos de la Escuela de Frankfurt, así también como utopía positiva en cuanto a la libertad instituidora. Pero la supera en cuanto ella es una realidad en proceso, una lucha de contrarios reales y no meramente subjetivos.

La libertad —en su aspecto negativo— es la lucha en contra del dominio, ella es más profunda que la democracia, que es sólo el respeto de la mayoría. La lucha en contra del dominio determina en las clases sus respuestas a los espacios de democracia que ellas otorgan.

Desde un punto de vista de clase Marx habló del dominio proletario como una Dictadura igual a la que ejercen los burgueses en sus estructuras políticas, disfrazadas de representatividad, cuando les es posible. Sin embargo desde el punto de vista de la subjetividad social e individual la libertad política –en su lado positivo— es la posibilidad de crítica y control, que se ejerce sobre el poder y el dominio —y quienes lo encarnan— sin que éste pueda reprimir a su oponente, lo que determina los espacios mutuos de libertad y democracia.

El concepto de dictadura, al igual que el de tiranía, no posee hoy el sentido ambivalente que poseía en la sociedad clásica greco-romana. En la contemporaneidad remite al uso despiadado de la fuerza y la violencia tal como ella fuera ejercida por los Gobiernos fascistas y neofascistas que sucedieron a los estados absolutos del s XIX. Hitler fue elegido por mayoría electoral y era una expresión de la conciencia democráticamente expresada de su pueblo, pero era una dictadura y una tiranía, como Pinochet quien no intentó elegirse por elecciones.

La idea de Poder Popular constituye en su polisemia una aproximación acertada del dominio y ejercicio del control institucionalizado y la participación directa y política de la mayoría de una población, ya sea en formas individualizadas, como grupales y electorales. Es el ejercicio de la hegemonía de la multitud constituida como pueblo. (Acá no entraremos en el planteamiento de Negri respecto a Hobbes).

Si los espacios de democracia son los espacios que una clase acepta que posea su adversario, los espacios de libertad son las restricciones que una clase dominante le otorga a la otra en el dominio propio.

La construcción de una acción colectiva tras un programa de cambios estructurales puede surgir de la articulación de diferentes estrategias. La ilusión de que una de ellas encarna el interés general y a la clase como sujeto universal es el retorno por la puerta trasera a las ilusiones del leninismo. No hay partido revolucionario sin una clase revolucionada, aunque pueda ser válida la afirmación inversa.

Poner el excedente económico al servicio del bienestar de la población y el interés general es el primer paso de una perspectiva de recuperación del patrimonio planetario expropiado por las clases gobernantes. La segunda tarea simultánea es empezar a pagar la deuda que el capitalismo ha hecho contraer a la humanidad con respecto a los sistemas ekopoiéticos.

El Capitalismo ha roto el pacto inter-generacional y con los eco-sistemas, y un Gobierno de transición y de cambio deberá empezar a pagarlo.

Sin embargo estos dos conflictos no sólo remiten al uso del excedente sino a su carácter de valor, por lo cual la Nueva Economía no puede reducirse a ellos, pues debe abrir una perspectiva de decrecimiento y reducción de los ámbitos valorizables y de explotación del hombre por el hombre.

Un segundo nivel de ese conflicto es el mencionado como de orden ideológico. El ser humano es un creador de sentido. La historia de la Humanidad no sólo es la historia de los conflictos de clase sino de su capacidad creativa, es también una historia de la Mitopoeia, de las creencias a través de las cuales la sociedad le dio sentido al mundo que creaba, así como de la Ekopoeia, de la naturaleza de la que se apropia.

Sobre estos temas deberá surgir a futuro una Crítica a la Economía Política contemporánea.

Lo que está en juego en el actual conflicto social.

Lo que está en juego no es sólo el modo de extraer excedente de la fuerza de trabajo o el uso social que de ello se deriva sino la capacidad del sistema de transformar nuestra relación con la vida activa en una insaciable sed de consumo, al que muestra como eje de la realización de la vida humana.

Que esa escasez sea artificial y que las necesidades sean permanentemente incrementadas, al mismo tiempo que la potencialidad de su realización sean absurdas, no constituye problema al sistema. Su problema y leit motiv es obtener ganancia. Los restantes problemas o daños colaterales deben, en su lógica, ser resueltos por las diversas instituciones del Estado.

Debemos restaurar el pacto inter-generacional que el capitalismo está destruyendo así como mantenernos dentro de los límites de la resilencia del ecosistema para la futura expansión de las potencialidades humanas, que constituye la sociedad en transformación. Acá no hablamos centralmente del Estado sino de la sociedad.

Detengámonos un momento en esa tarea.

La sociedad que el capitalismo ha globalizado no es una sociedad libre. No sólo por las múltiples imperfecciones de la representación democrática sino porque no posibilita ni permite una reapropiación del mundo, hoy expropiado no sólo a la clase trabajadora sino progresivamente a los propios empresarios más débiles.

La evidencia de la decisión sobre procesos políticos, repartos del excedente, y distribución de objetos y tierras, por parte del capital ubicado en grandes Bancos y paraísos fiscales no es sólo de la esclavitud del proletario o del consumidor sino de los propios grupos que ayer se adueñaron del mundo, o que no concentraron y centralizaron capital en magnitudes equiparables, y que hoy son parcialmente desplazados.

Si en la Primera Guerra algunos economistas podían atribuir a la iniciativa del empresario las grandes líneas de desarrollo de Capitalismo, a un siglo de esa fecha es visible que es la propia lógica interna de la masa muerta del capital la que establece el escenario de las grandes decisiones económicas, ya sea en Davos, en la ONU, o en los altos de cada uno de los países Capitalistas.

Esa dictadura de la explotación del hombre por esa estructura e inercia del capital, y su fundamento en la vida e historia de la gente es la base de la enajenación contemporánea. Ella abarca la del trabajador pero tal como lo señala Marcuse incluye también la del conjunto de la sociedad.

Si los conflictos del s XX mostraron algo éste fue la inmensa capacidad del Capital para movilizar estructuras políticas, ilusiones y creencias ancladas en nuestro pasado para defender la no-propiedad para los trabajadores que requiere, y los procesos del ciclo de reproducción de sí mismo.

Los supuestos ―hechos económicos‖ que los medios de comunicación nos presentan diariamente así como sus conceptos, solo cobran vida y realidad como expresión del carácter alienado de esta sociedad. Todos ellos son productos históricos de las relaciones hasta ahora construidas en cada lugar del planeta y consecuencia de la relación externa del trabajador y de la sociedad con respecto a la naturaleza y a ellos mismos.

Cada concepto es un acontecer de la historia del ser humano y su realidad efectiva, que no se agota en el hombre como trabajador o en el sujeto económico sino que hunde sus raíces en las estructuras de la conciencia y de aquello que está en la base del Mito y de la relación externa de la gens con la Naturaleza.

La superación positiva de la apropiación privada requiere de un reencuentro del hombre social, capaz de conservar la riqueza de su historia y de hacerlo como existencia concreta, producida por él individual y colectivamente como instituidor.

Eso nos remite hoy, tal como lo destacara Marcuse, no sólo al Marx de las obras clásicas sino a sus reflexiones en los Manuscritos Económico- filosóficos, a los debates de Korsch y Lukacs y la Escuela de Frankfurt, a la actividad de Rosa Luxemburg, Lenín y Trostky como también a todo el espectro de luchador@s sociales no sólo europeos, que jalonan los últimos siglos.

No es aquí el lugar para hacer justicia a tantos brillantes intelectuales, teóricos y dirigentes que jalonan la historia de la humanidad encadenada.

Si hay algo que caracteriza al pensamiento de Marx es el rechazo al economicismo y al juego del poder, a la ilusión de que de lo económico o del dominio abstracto surge la realización de la libertad y no de la lucha de los trabajadores por la emancipación y los esfuerzos por la apropiación del universo.

La lucha emancipatoria de los trabajador@s y de la población oprimida requiere organización así como conciencia de lo que está en juego. A esa confluencia de pueblo y trabajadores, algunos le han puesto el nombre de ―multitud‖, base popular, los oprimidos del sistema.

Si no llegamos a establecer como eje del conflicto y su reordenamiento las luchas de clase, nuestro país así como la Humanidad toda no sólo se verá arrastrada a salidas autoritarias y/o de orden fascista, sino envueltas en la confrontación de segmentos y grupos que se articulan bajo otros paradigmas y contradicciones. De lo cual es evidencia el Medio Oriente.

Sobre las luchas a enfrentar en el presente.

Sin pretender definir este tema como una secuencia estructurada de luchas, conflictos y tareas, es imprescindible —además de ver la dinámica de la acumulación y del uso del excedente—, en particular tener una apreciación de los grupos que concentran y centralizan el capital en los procesos de acumulación a escala mundial, regional, nacional y local, así como sus diversas articulaciones.

Esos estudios están hoy por hacerse aunque en los 70 conocimos aproximaciones valiosas para la época con los intelectuales de la teoría de la Dependencia, el Subdesarrollo y del Capital Global. El capitalismo como formación compleja no sólo se desarrolla en el ciclo global o en el de las economías centrales, cuyas fronteras hoy están cada día más diluidas.

Para plantearse a cuales luchas responder en el presente es fundamental distinguir, además, la base paradigmática sobre la que se construyen las formas de conciencia grupal en la sociedad contemporánea. Esos patrones, estructuras de creencias y valoraciones político-sociales, así como las prácticas a ellas asociadas, deben ser entendidas con claridad.

La vieja izquierda utiliza un esquema binario estructuralista y una ética cristiana que está, además, en contradicción con su enfoque nacionalista. Esa mirada sirve de muy poco y explica su incapacidad para retomar vínculos con la población, la lucha de clases y los enfrentamientos fundados en la actual consciencia paradigmática de grupos.

Uno: Saber qué bandos están en lucha, quienes se agrupan en ellos, y con qué formas de conciencia y visiones es fundamental.

Dos: ¿Qué relaciones sociales y fundamentos paradigmáticos los aglutinan y sostienen en el futuro previsible? ¿Qué temas y contenidos ponen en juego?

Tres: ¿Cuál es la identidad social en torno a la que se aglutina el grupo y cuáles son sus estrategias?

Cuatro: ¿Cuál es el paradigma propio?

La vieja izquierda compartía legítimamente el fundamento kantiano de la ilustración europea. Los derechos del individuo y del ciudadano, la idea del progreso y de solidaridad nacional y/o el estado, de la disciplina laboral y el deber cumplido, de la contraprestación en los roles y funciones sociales. Visiones que el siglo XX mostró en su inconsecuencia, limitación y derrumbe.

Fueron los extra-parlamentaristas, Korsch y los filósofos de la Escuela de Frankfurt quienes rescataron el valor del pensamiento y método dialécticos.

Los niveles alcanzados por la acumulación del capital y la subsecuente explotación del hombre y la naturaleza, llevaron al individualismo y otras formas de conciencia derivadas, a la ilusión en amplios sectores –no sólo de la clase dominante—de que la sociedad no existía como unidad sino que era simplemente una aglomeración de sujetos individuales. Margaret Thatcher y Reagan encarnaron ideológicamente ese predicamento, en los años 70, el cual era respondido en diversas formas de agrupamiento e ideologías.

―Sálvate a ti mismo‖, ―tú eres el actor y absoluto responsable de tu drama personal y colectivo‖. Monsergas reiteradas por todos los medios del sistema al mismo tiempo que acepta que ―el derecho a elegir la vida no posee límite o restricción alguna, fuera de la que imagine la voluntad‖. La ruptura del pacto inter-generacional y el cambio climático muestran a qué extremos esta visión central del capitalismo, ha conducido a la humanidad y a los grupos que no se detengan a reflexionar sobre las luchas y tendencias sociales en desarrollo.

Por otro lado la ausencia de una teoría consistente respecto a lo que significa en la esfera cultural el desplazamiento del nudo de la acumulación desde la producción a la circulación —señalada por Pollack ya hace casi un siglo— y el nuevo espacio social logrado por la esfera comunicativa, ha dificultado al mundo del pensamiento materialista la comprensión de los fenómenos que están en la base del fundamentalismo y del propio fascismo.

En el último tercio del s XX la vieja izquierda se ha negado aún a realizar una crítica radical del stalinismo y del reformismo, y se ha desplomado sin permitir que la reflexión crítica se profundice y renueve.

La historia no está determinada hacia fin alguno, sino que abre posibilidades, incluida la de la extinción y el mutuo derrumbe de las clases en conflicto.

En el panorama incierto de la prisión y la segunda guerra mundial Antonio Gramsci nos insistió en la importancia de la lucha por la hegemonía en las condiciones específicas en que la coacción y la subordinación se ejercen, en una sociedad determinada, y resaltó la importancia de una fuerza orgánica dirigente para mantener en curso a la revolución.

La izquierda se niega todavía, así mismo, a aceptar que tiene que leer a Foucault, además de a Marx, para lograr entender por qué se enfrenta en el s XXI a los paradigmas construidos en torno a la soberanía y la norma biopolítica – y agrego— a los paradigmas en torno a la pertenencia/permanencia, si desea escapar a su complicidad con el mundo fascistizado por el sistema y lograr volver a poner en el centro de la resolución del futuro, el conflicto entre los trabajadores y la población respecto del capital y su dominio.

¿Hacia adonde renovar los Métodos de lucha?

1.- La continuidad

La continuidad del nuevo movimiento anticapitalista con la izquierda es su insistencia en que los objetos y servicios deben ser considerados como bienes comunes, que la obra del hombre –la ekopoeia y la mythopoeia— nos pertenece a todos, que el planeta es parte de nuestro patrimonio común y el de las futuras generaciones de las que sólo somos sus albaceas.

Es la propia lógica del capitalismo la que lo conduce a crisis cada vez más fuertes, amplias y globales. La coordinación e intervención a niveles supra- estados surge de la propia dinámica central del capitalismo, que obliga a los estados y mercados a coordinarse progresivamente.

Al mismo tiempo segmenta la respuesta que le oponen diversos grupos y corrientes sociales, multiplica los paradigmas que se contraponen a la lógica de mercado y también a la de la socialización lineal del mundo del trabajo asalariado.

La izquierda fracasada defendía sólo un mejor estado, la nueva multitud defiende una mejor sociedad y vida. Frente a la ideología que invita a ser un consumidor insaciable, un competidor y un autista conectado a la red, la nueva apuesta es una persona solidaria con todos aquellos a los que se les impide ser actores de su propia existencia, un constructor de redes cívicas y un sujeto crítico que no está dispuesto a dejarse manipular. En definitiva un luchador por una nueva sociedad, libre, fraterna y sin clases.

2.- La ruptura de los equilibrios

La Nueva Multitud no es sólo ambientalista en el sentido de su conciencia de la necesidad de preservar los equilibrios del ambiente. Es ecologista en el sentido de su conciencia de que el Capitalismo no se detendrá ante nada para continuar y ampliar el dominio expoliador del hombre y la naturaleza.

El Capitalismo ha roto el pacto inter-generacional al interior de la propia especie humana e igualmente respecto a los equilibrios que permiten la resilencia de los sistemas naturales del planeta.

Es necesario establecer las alianzas que permitan poner límites a ese desafuero. Los científicos han denunciado esa dinámica y ellos al igual que otros grupos sensibles pueden aportar a establecer las normas que impidan la Hecatombe.

El reequilibrio de las riquezas, entre ricos y pobres o entre países, no es posible sin una transformación radical de las formas de conciencia que el sistema capitalista promueve. El promedio de nivel de vida de los países desarrollados no es un promedio sostenible en este planeta, así como tampoco la generalización —en ningún país— de los niveles de consumo que tienen sus grupos más ricos y poderosos.

Si no se tiene conciencia de lo anterior toda promesa de igualdad es una promesa vacía.

La promoción de una nueva conciencia tendrá que ser paralela a la de nuevas formas de vida menos dañinas al planeta y a la psiquis. La expansión del individuo no pude ser a expensas de la esclavitud y el embrutecimiento de sus vecinos, ni a dejar detrás de sí un basurero. E igualmente las alternativas de desarrollo local, o de un país no pueden significar deteriorar las posibilidades de habitabilidad del futuro.

En este sentido no sólo el incremento desaforado del uso energético sino su forma de obtención y formas de consumo deberían ser discutidos en la transición como parte de un nuevo pacto social y con el eco-sistema planetario. La polución generalizada o la actual destrucción de capas tectónicas con el fracking petrolero son evidencias de esa enfermedad en que avaricia, poder y dinero amenazan el futuro del planeta.

No es el único ejemplo citable. Recuerden los esfuerzos de las corporaciones por expropiar la base genómica, los desastres nucleares, el irresponsable manejo del control de plagas, plaguicidas y químicos, etc. La ausencia de responsabilidad en los contenidos y valores formativos de las nuevas generaciones, los desequilibrios ambientales, el uso sin mesura por parte del sistema o segmentos sociales sin capacidad auto-crítica, respecto de la tecnología al servicio del poder, los prejuicios o el dinero.

La vieja izquierda no fue internacionalista, no fue anti-hegemónica ni anti- nacionalista. Nos referimos particularmente a la del s XX en sus agrupamientos, corrientes y tendencias centrales. La teoría del Socialismo en un solo país estuvo siempre como bandera o epistemología de sus acciones.

Hoy cree haber comprendido el rol que juegan las relaciones económicas en la estructuras de dominio, y desde allí busca rescatar la solidaridad política que requiere su utopía. Su disparo va siempre en atraso al correr del conejo.

Si ya en el surgimiento del fascismo clásico hitleriano se evidenció su incapacidad para advertir el desplazamiento del eje del ciclo desde su cara productiva a la de la circulación, hoy es incapaz de advertir el rol del capital financiero y del patrimonio monetizado en la actual dinámica internacional.

Hoy el capital ficticio sobrepasa con creces al capital expresable en valor y trabajo humano. Las magnitudes de activos financieros decuplican todas las estimaciones patrimoniales y centuplican las cifras de ingreso nacional conocidas. ¿Qué hacer en esas circunstancias?

No basta conquistar el control de las estructuras económicas internas a los países sino se pone bajo control la estructura financiera internacional alojada en los paraísos fiscales. E igualmente no basta controlar la inversión productiva o financiera si no se expropia el poder económico y mediático que posee el 00.1 % de la población mundial que en su ceguera conduce a la vida del planeta a su extinción.

En esa evolución la lucha por la ampliación de los bienes comunes y de los derechos colectivos será algo fundamental.

La Caravana de la Vida y la construcción de solidaridad.

Lo primero a responder es cuál es la modalidad específica que ha adoptado el ciclo de producción capitalista en la presente fase de su desarrollo. En otras palabras como se articulan producción, dinero, e intercambio, entre sí y respecto a la relación propiedad/no-propiedad.

Al respecto a partir de las observaciones de Robert Kurz, sobre la nueva determinación del cambio, parece ser necesario advertir que la renta ha ingresado de pleno derecho como condición interna de la realización del ciclo.

Si ello se asume como razonable la financierización de la economía no es un fenómeno atribuible al uso del capital productivo excedentario sino a un dislocamiento del ciclo que está afectando la estructura de valorización.

La especificación de la clase productiva en esta modalidad del capitalismo la hemos desarrollado en nuestro libro sobre ―La Crisis Perfecta‖, en donde señalamos el surgimiento de un nuevo segmento de la clase trabajadora vinculada a las estructuras comunicativas y de procesamiento de datos, así como la emergencia del ―general intellect” estudiado por diversos teóricos italianos denominados autonomistas.

Si la concentración del excedente económico en el último tercio del s XX depende de la manipulación de la demanda y de la financierización, y ya no de la intensidad de la explotación de la fuerza de trabajo, el accionar estratégico de las clases hegemónicas se desarrollará en la esfera comunicativa. El consumo es sólo una variable derivada, en estructuras de necesidades cada vez más manipuladas por las necesidades de la esfera de la realización.

¿Cómo construir una nueva solidaridad de clase y anti-hegemónica?

La pertenencia de la clase trabajadora tradicional a una identidad comunitaria en el siglo pasado estaba reforzada por sus vínculos poblacionales y por su proximidad territorial. Prueba de ello fueron los Cordones Industriales, las JAPs y los Comités de Abastecimiento Directo durante el proceso de la UP en los años 70.

La Unidad del movimiento sindical en la CUT de Clotario Blest en los años 50 fue también un hito fundamental para que el proyecto allendista pudiera emerger en Chile así como, igualmente, el proceso que trasladó masivamente a campesinos a la periferia urbana y los sacó del inquilinaje.

Si miramos el accionar de la dictadura de Pinochet —más allá de la represión que realizó y los latrocinios y reordenamientos políticos inmediatos—, debe señalarse que estimuló un proceso de expropiación colectiva, concentración y centralización, de capital inéditos, el cual se sostuvo en una feroz desarticulación de las estructuras de la clase trabajadora chilena, del robo a la nación, y no sólo de represión de los Partidos de la Izquierda.

Lo que denominamos el modelo neo-liberal en Chile se estructuró para cumplir, ciertamente, objetivos político-militares y de hegemonía social y estructural, pero también para posibilitar la reinserción de este espacio económico –Chile— en los grandes circuitos del capital regional y global.

Al servicio de esos objetivos se permitió e hizo posible la reapertura democrática, gradual y controlada, iniciada con Aylwin, y ello es lo que hace entender el monopolio que aún se conserva por parte de las fuerzas pinochetistas de los Media, así como sus nexos privilegiados con la FFAA.

La dictadura abrió una nueva fase de la acumulación y de la lucha de clases en Chile, y para ello se dotó y construyó para el futuro una institucionalidad que la asegurara. Entre ellas, desde luego, estaban el sistema binominal, las mayorías calificadas, las bases de acuerdo iniciales y secretas entre los herederos de la dictadura y las fuerzas que buscaban una apertura que aceptaban controlada, así como el Código Laboral y las leyes que permitieran manejar el excedente económico bajo el nuevo enfoque globalizado y globalizador, etc.

Esa armadura de hierro –o mejor dicho de cobre— que se le ha impuesto a la sociedad chilena, y en especial a su clase trabajadora, es la que es necesario romper.

A 25 años de la votación por el NO a Pinochet, el juego político en el escenario pre-diseñado por el imperio y la tiranía ha producido en Chile una democracia raquítica en la que vota sólo el 40 % del electorado, una concentración de capital que entrega a un pequeño número de grandes empresas más de la mitad del ingreso nacional, a lo cual cabe agregar un pequeño grupo de empresarios a los que se les ha permitido adueñarse de un patrimonio tres o cuatro veces el que representa el país en su conjunto, etc, etc.

Lo más importante de esa estrategia de dominio, sin embargo, ha sido que ha logrado mantener dividido y atomizado al movimiento sindical y que ha sido capaz de integrar a la dinámica política parlamentaria, —en un Congreso de bisutería, a los grupos políticos más significativos de ideología marxista o de izquierda.

Todo lo anterior se amplifica por el marco general de derrotas que la izquierda política —a nivel mundial— ha venido sufriendo desde el Golpe contra la Unidad Popular y Allende en la década de los 70. Entre las que cabe mencionar el derrumbe de la URSS, la caída del muro de Berlín, y el paso al neoliberalismo de los más diversos gobiernos, partidos y grupos socialdemócratas y comunistas.

No podría a nadie extrañar que en América Latina las banderas de la oposición al Imperio fuesen retomadas, desde los años 90 por coaliciones de fuerzas en los que el movimiento de trabajadores siempre ha sido fuerza secundaria, tal vez con la excepción de Brasil y el proyecto inicial del PT.

Ha sido sólo a partir de los primeros brotes de la crisis a principios del s XXI que se ha ido produciendo algunas respuestas articuladas a la lucha de clases, por parte de sectores de la izquierda social —vg los Indignados, Occupy Wall Street—aunque aún no de la masa laboral.

Lo que el período de repliegue 1970-90 permitió.

La debilidad de la solidaridad de clase estimuló, a nivel mundial, no sólo la emergencia de otros paradigmas en competencia con el paradigma y cultura liberal (vg los diversos fundamentalismos, así como el fascismo y el nacionalismo) sino que los Partidos que ayer se reclamaban del marxismo fuesen desplazados o arrinconados en la arena política y que muchos de ellos abandonaran la crítica estructural al sistema

Acá se plantea un nuevo problema a resolver en la presente fase de evolución del sistema. Este es cómo encontrar modos de articulación que respeten la voluntad e independencia a que aspiran las nuevas formas de subjetividad social creadas por el desarrollo social del último medio siglo.

En segundo lugar ¿qué puede aglutinar a diversos grupos preexistentes con el flujo subterráneo de las fuerzas sociales a quienes despierta la crisis social, económica, cultural y ecológica rampante que vivimos?

De lo que se trata en lo inmediato es de definir un programa mínimo común que estimule la movilización y la participación y que su desarrollo e implementación sea factible en el marco de un proceso transicional.

Si en vez de encerrarnos en la esfera nacional, pensamos estos problemas en el ámbito global, regional y de clase que debería permitir una confluencia de fuerzas, tanto la respuesta política inmediatista como la tarea de reconstrucción de una organización global no se corresponden con las fuerzas y tareas posibles, en los ámbitos en que las nuevas luchas sociales de clase se plantean.

Entre otras iniciativas cabe imaginar:

.- Controlar la actividad económica para dar respuesta a la crisis. En primer lugar programas de solidaridad social y de control del gran capital financiero. En segundo lugar control del excedente económico y su asignación a los objetivos de afianzar la alianza social que se busca establecer como fuerza anti-hegemónica.

.- Contener los procesos de deterioro social, ambiental a través de programas de recursos para el desarrollo social e individual. Recabar recursos para la vida social, gratuidad a la 3a edad, renta básica universal etc

.- Retomar los valores enarbolados por la izquierda social y revolucionaria tales como la unidad de clase, el internacionalismo, integración de América Latina y respeto a los pueblos originarios, con instituciones puestas al servicio de una vida más libre y feliz.

.- Marchar hacia la expropiación de los expropiadores y a la abolición de la explotación del hombre por el hombre. Asegurar el libre desarrollo de las capacidades humanas, según las distintas potencialidades de cada uno. Hoy no es suficiente retribuir a cada capacidad según su trabajo, hoy hay que afirmar el derecho y posibilidad de sustituir el gobierno de los partidos por la administración colectiva de las cosas: El Poder Popular.

Estas ideas son hoy exclusivas sólo de un pequeño segmento de la población porque la lucha de clases, y su expresión en la confrontación de visiones paradigmáticas, ha sido desplazado por diversas tensiones religiosas, étnicas, nacionalistas y chovinistas, promovidas desde el propio imperio para segmentar el antagonismo de la población a la evolución del sistema.

El antagonismo de clase es el único que asegura la resolución estructurada de los diversos conflictos que emergen muchas veces favorecidos por la cultura y paradigma central del sistema. Pero nada asegura que sea colocado nuevamente como eje ordenador de las fuerzas y conflictos, tal como lo fue por casi un siglo desde 1850 a 1930.

Al mismo tiempo una alianza de clases subordinadas exige articular respetando la voluntad e independencia de grupos y otras figuras de subjetividad.

¿Cuáles formas de lucha aparecen vinculadas a los desafíos presentados en las líneas precedentes? Allí no basta una mera actitud reivindicativa o de defensa de la Educación, la Salud, el Medioambiente, etc. Necesitamos revalorizar la iniciativa popular, la rearticulación sindical, ampliar la defensa de los bienes comunes. El desarrollo individual no es contradictorio con el avance del grupo, pero exige reivindicar el uso de recursos dando prioridad al bien común, tal como lo afirmaba el viejo cristianismo. Conseguir recursos para los movimientos de género, anti-hegemónicos, de indignados, de wikileaks, y otros que también se reconocen en la reivindicación y simpatía recíproca.

Si somos el 99% de la población, tal como señalan los indignados, debemos buscar formas de organizar esas fuerzas en torno del conflicto de clase, aunque ellas mantengan y fortalezcan su especificidad y voluntad propias. Es la vieja idea de resolver los problemas y tensiones internas a cada estrato o segmento social, con solidaridad y en el seno del pueblo.

No se trata de un tema cuantitativo sino de cómo entenderse a uno mismo. El viejo Mendoza reiteraba en las conversaciones del Cordón Vicuña Mackenna en 1972: ―somos el núcleo de los trabajadores y la mayoría de este país... ellos mismos aún no lo saben, pero nosotros necesitamos siempre tenerlo presente‖.

La defensa de la naturaleza, el rechazo al sufrimiento gratuito de los animales, y los diversos movimientos éticos de rechazo a la deriva del paradigma y política neo-liberal, como la expropiación de la base genética de nuestros cultivos, los riesgos nucleares, las manipulaciones biológicas deben permitirnos establecer un puente con sectores transversales que cruzan el espectro de clases. Enfrentemos la ética del dinero y la ganancia con la reflexión solidaria que denuncia y pone en evidencia las bases de la alienación y estupidización colectiva, un nuevo conglomerado que dialoga con la ciencia para buscar salidas a problemas y que escucha a la población.

La última idea de las señaladas es la de promover el Poder Popular. Ella aparece como algo utópico en relación a ideas como la de promover una Asamblea Constituyente, sin embargo no es así. Ellas no se contraponen y el poder popular tiene la cualidad de no pretender ser una institución sino un movimiento instituidor, en lo local, así como en lo macro social y el accionar político.

La lucha anti-imperialista, contra el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y la islamofobia, solo puede articularse en oposición al paradigma y proyecto central del capitalismo contemporáneo y en una solidaridad política que no segmente a cada una de esas luchas alter-mundistas respecto del proyecto internacionalista de los trabajadores.

La dinámica inercial de la estructura de clases está buscando –incluso con el concurso de viejos sectores liberales o de izquierda— su nuevo chivo expiatorio y debemos impedírselo.

Sobre el sujeto colectivo del cambio

La progresiva unificación de los diversos movimientos sociales y agrupaciones políticas alter-mundistas como fue señalado anteriormente, pasa por la centralidad del paradigma de la lucha de clases, aunque puedan esperarse diversas configuraciones de programas y organizaciones.

Hay que concebirse no sólo como un movimiento cuantitativamente mayoritario y con eje en los trabajadores sino como fuerza convocante de la posibilidad de administración social de este país. La acción política se da dentro de los límites que la propia historia abre y permite.

Hoy la decisión política se concentra en mayor grado en Directorios bancarios o en la cocina del Sr Zaldívar que en las salas del Congreso de la República o en algunos de sus ministerios. Este fenómeno de vieja data se ha acentuado y ha llevado a muchos, erróneamente, a confundir los espacios de la política partidaria con los de la política nacional. El abstencionismo es útil a veces en períodos de revolución permanente pero no sirve cuando es simple testimonio opositor.

Uno de los intentos fracasados pero más lúcidos de la izquierda mexicana ha sido la de luchar por la ciudadanía-republicana. Enfrentar a la coalición de clases hegemónicas y fracturar su dominio, que logra —en oportunidades claves— aglutinar clases y segmentos de otras clases propietarias, puede ser posible si se atiende al carácter rentista de buena parte de ella así como al carácter parásito, especulativo y ficticio de su proceso de concentración y centralización del capital.

Ya en los años 30 del s XX, sectores de izquierda visualizaron la posibilidad de impulsar un amplio movimiento latinoamericano de reapropiación de la economía regional del subcontinente. Entre ellos estaban los Partidos Socialistas de esa época. Desafortunadamente la II guerra mundial impidió esos desarrollos, y contrapuso y escindió a dichas tendencias.

En la crisis que se avecina en América Latina, como tercera fase del reequilibrio de la caída de Wall Street del 2007/2008, los grupos hegemónicos buscarán descargar la mayor parte de ella en el nivel del salario real, en el empleo, y en el endeudamiento de la población y los trabajadores.

Estos a su vez mirarán hacia quienes respondan a sus necesidades y visiones de esa lucha. Allí también tienen espacio los movimientos cooperativos de producción y/o consumo, nuevas formas de distribución y de vida solidaria, nuevas luchas por la reapropiación del universo y por las condiciones para construir el futuro.

También, las de redes de servicios y comercio solidarios, formas de trueque y monedas sociales, defensa de las pensiones a jubilados y minus-válidos, a la infancia etc. Programas de boicot y denuncia, con convocatoria y tras finalidades colectivas y no sólo grupales.

La reapropiación de lo económico no es sólo tarea del o de la ciudadan@ individual, es y debe ser al mismo tiempo tarea grupal y social.

Las clases dominantes al acentuar el individualismo como norma general de conducta, han conducido a un solipsismo que ha roto con los valores del iluminismo y la modernidad. En ese espacio vacío generado por el debilitamiento de las creencias del bien y de un proyecto comunes a una nación o país han surgido grupos de acción que retomando banderas e ilusiones religiosas expresan, mediante el terror y el amedrentamiento, la voluntad de poder de cada grupo y su jerarquía.

Al contrario de lo que pudiera pensarse, ese fenómeno ideológico-político no surgió en la periferia del sistema capitalista. Por el contrario sus manifestaciones espirituales y manifestaciones políticas encuentran sus raíces en los restos del fascismo de entre-guerras, en los neo- conservadores de EEUU y Europa y en la filosofía de los dos Strauss.

Los fenómenos del fundamentalismo musulmán y en general de diversos grupos religiosos fueron alimentados en primer lugar por los esfuerzos en la guerra fría de los grupos hegemónicos y posteriormente por segmentos radicalizados de entre ellos.

Observamos en la estigmatización generalizada del sentimiento y cultura

musulmán o de la judía, que se abandona el campo del análisis concreto para justificar prejuicios que ocultan las raíces, evolución y dirección de esas estructuras y movimientos culturales, impidiendo a la multitud y población del mundo contemporáneo comprender esas contradicciones, así como las del sistema global en el que ellas participan.

La reapropiación de lo político pasa hoy por la esfera comunicativa. Quien logre mantener abiertos los canales de comunicación y participación con la población tiene la ventaja de confrontar sus valores y paradigma cultural con los elementos centrales de la ideología que el sistema segrega y promueve por los media. Quien prevalezca en la esfera de la comunicación abrirá las puertas a la sociedad de mañana.

¿Por dónde empezar?

Aunque constatemos en el presente la existencia de un desplazamiento de la psicología social hacia la razón instrumental, respondida por los paradigmas de socialidades temerosas de la autonomía y la autodeterminación, —cuyo enfrentamiento es visible en las luchas del Medio Oriente— debemos impulsar la reapropiación de la idea de libertad y de apertura de espacios sociales, fundada en un re-arraigamiento individual y colectivo en la base social y en el pensamiento crítico y solidario junto al de la utopía socialista.

Así como en la Inglaterra victoriana el dominador estaba atado al control de las rutinas y procesos del dominado, la época de la modernidad posterior a la segunda guerra mundial está cada vez menos ligada al confinamiento territorial y físico de las relaciones del capital y el trabajo.

Las redes de respuesta popular al poder de la hegemonía (de la elite) pueden tener bases territoriales al modo de los viejos Cordones Industriales, las Comunas Populares, u otras pero no podrán sólo estar basadas en ellas. Hoy el internacionalismo proletario no puede ser una actividad inter-naciones sino también intra-naciones, es decir inmediatamente interna a cada ámbito.

La actividad crítica que no desea ser sólo teoría del consumo o de su difusión como destino último, acepta la variedad en la lucha contra los totalitarismos modernos. La autoafirmación y la libertad de elección individual debe ser paralela a la colectiva, o éstas entrarán en conflicto en contra de la emancipación humana.

El aceptar que la identidad posible se proyecta cada día como existencia, exige también estar consciente que al ser figuras de subjetividad social expresamos así mismo el fenómeno colectivo.

No es cierto que la sociedad no existe –como proclamara Margaret Thatcher—o que Snowdon o Asange plateen problemas menores. Es la

dependencia recíproca y social la que conforma las individualidades, sus clases y segmentos religiosos, culturales o regionales. Pero ello no es algo dado, o un destino manifiesto, uno se transforma en lo que es. Como Marx escribiera ―la historia de la humanidad es la historia de sus luchas de clase‖.

¿Basta que la figura de subjetividad contemporánea –transformada en un proyecto egoísta de individualismo consumista y aislado— se transforme en un ciudadano, tal como aspiraba la vieja sociedad mercantil griega? Es decir una persona que se sentía y actuaba como responsable y co-partícipe de las decisiones y del futuro de la polis, un custodio de su propiedad y de sus conciudadanos, frente a los bárbaros?

Desde el presente enfoque eso no es suficiente, porque no integra a la totalidad, aunque tal vez sea imaginable como respuesta al desorden político en una transición. Sin embargo un enfoque solamente republicano, en el sentido de la defensa del escenario público y político, sigue colonizado por la expropiación colectiva.

La simple conexión como respuesta precisamente a la hipertrofia en los procesos de valorización de la esfera de las comunicaciones, no supera la necesidad del rea-arraigo y ello explica porqué a principios de siglo vemos diversas sectas fundamentalistas, fascistas y nacionalistas apareciendo en lucha en contra de las fuerzas centrales del sistema.

La construcción de una comunidad en red, aunque frágil y en muchos aspectos efímera, puede ser un camino hacia una intervención colectiva en ámbitos locales, regionales y globales, cuyas formas de control y auto- afirmación deberemos ensayar. Ella puede ser un respaldo a la lucha política y también una proyección más allá de las actuales fronteras nacionales.

La historia nunca se repite, pero si de algo se puede aprender es de la historia. Desde luego realizar una aproximación dialéctica en su estudio no es algo siempre resuelto en el curso del análisis, tal como Marx lo muestra en los Grundrisse, en donde reclama en ocasiones de ser arrastrado por la racionalidad abstracta, por lo cual él requiere retomar el problema que reflexiona, nuevamente desde su raíz.

La crítica al sistema capitalista durante el s XX osciló entre el sectarismo de clase-contra-clase a las grandes alianzas del Frente Popular. La política de mayor éxito en Chile en el siglo pasado por parte de las fuerzas alternativas al sistema fue la de la Unidad Popular que además de grupos ideológicos marxistas, laicos y cristianos, agrupó a capas medias e incluso algún segmento de la burguesía, además de la población y a sus trabajadores.

Su política e ideología, han sido analizadas desde diversos ángulos, pero aún requieren de mayores reflexiones. Para quienes sostenemos que no se asumió la centralidad de la clase trabajadora al interior de la alianza, y que el cretinismo parlamentarista permitió ceder la iniciativa estratégica a las fuerzas pro-imperialistas hacia fines del segundo año del Gobierno de Allende, el balance y crítica de las debilidades propias sigue pendiente.

Por el contrario las fuerzas del imperio y del reformismo sacaron muy rápido, después del Golpe militar de Pinochet en 1973, sus conclusiones. De ello ha sido expresión la forma de salida de la dictadura y la democracia vigilada que hemos vivido hasta el presente.

Imaginar una línea de conducta que recoja el legado de los Cordones Industriales, así como del Poder Popular exige desmitificar su capacidad y nivel de desarrollo en esos años, concebir nuevos esquemas de alianza política, de programa y de transición que no sólo sea una extensión de la lucha de clases, aunque la reconozca como central a esa propuesta.

Necesitamos una política diseñada para obtener la hegemonía de los trabajadores sobre el ámbito nacional, e integrar respuestas a contradicciones más amplias que las que otorgan las fronteras nacionales y de clase. La crisis ecológica o el derrumbe moral y cultural, que la dinámica del capital genera en esta fase no pueden ser dejadas como banderas sectarias de tendencias que el propio imperialismo promueve en sus inicios.

En el seno de la previsible crisis habrá que mezclar durante un periodo, cuya extensión no sabemos, la regulación con espacios de autonomía y de mercado. Abrirse al debate y organización en la base de la población, es la única garantía de profundizar el proceso cualesquiera sean sus formas inmediatas externas.

La validez de una línea de conducta se prueba en la práctica, en la audiencia que convoca y en la continuidad que otorga a una perspectiva de liberación social.

Una nueva Democracia exige el desarrollo de una nueva alternativa que la dirija y respalde. La validación de la participación directa, así como la aspiración a un sistema de Cabildos locales y articulados puede ser una vía del desarrollo de una unidad democrática anti-imperialista, anti- fundamentalista, y anti-fascista.

El Poder Popular —que algunos en sorna denominan ―el sujeto revoltoso‖, pues es ―aquello que insurge sin solicitar la aquiescencia de los que dominan‖. Fenómeno social al que nosotros podríamos darle también el nombre de Buen Gobierno, local o regional, en cuya base están hoy ―los descontentos‖, aquellos que se movilizan por presiones sociales, ecológicas y/o de género, y en definitiva los pobres de la tierra y la ciudad enfrentados a la ―elite‖—, es ciertamente un concepto heterogéneo.

Si su flexibilidad es su fuerza, su ambigüedad puede ser su talón de Aquiles.

Sin irrupción y movilización del movimiento de trabajadores y del pueblo, sin control de base y capacidad autónoma no hay poder popular.

Su desarrollo no es ni podrá ser una proyección de la política —al modo de los Comités de la Unidad Popular—, vendrá de los propios problemas sociales, valorativos y económicos o ecológicos que emergen para transformarse en conflictos políticos de grupos reales y no meramente ideológicos.

La re-apropiación de espacios de vida trae consigo la re-integración de la población en la búsqueda de alternativa. No es sólo el rescate de las tradiciones sindicalistas y mutualistas de Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest, sino también el desarrollo de luchas contra el Patriarcado, por el derecho a la ciudad, por la agricultura peri-urbana, por el control de base y rotación de dirigentes, por un bio-poder alternativo, auto-gestionado, autónomo y auto-organizado.

Organizar el bloque contra-hegemónico exige aceptar la existencia de una contradicción diagonal a cada formación social capitalista que no seagota en el conflicto capital-trabajo pero que no puede ignorar su rol de fundamento. Así como tampoco idealizar la autodeterminación sin diálogo con el sujeto colectivo.

Interrelacionar, enlazar y coordinar las respuestas a diversas opresiones sin abandonar el reto de la centralidad del conflicto que el Capital encarna. La lucha de clases es tarea explícitamente no asumida por la vieja izquierda, lo cual ha facilitado un tacticismo oportunista o estrategias voluntaristas.

¿Es, en consecuencia, el proyecto esbozado tan sólo una reforma del proyecto anterior o una salida oblicua hacia la consolidación de un nuevo referente y una nueva alternativa? Eso lo dirá la práctica, en una totalidad que no se agota en la formación social chilena y que se moverá y resolverá al calor de ―una crisis perfecta‖, en su profundidad y en su carácter.

Que el poder social-ciudadano sea en sí mismo una alternativa al poder y sistema social dominante –al modo en que lo plantea Gabriel Salazar— depende de una adecuada resolución del problema de las relaciones movimiento social con lo institucional, así como de la restauración del diálogo sindicatos-organización política.

A diferencia de Salazar pensamos que la lucha de clases no es algo que pueda ignorarse, suprimirse o estimularse por voluntad partidaria, sino un hecho de la vida social que permite reconocer la dinámica de las fuerzas sociales y adoptar una posición de articulación ante sus líneas de desarrollo.

El poder constituyente no puede reemplazar al poder instituyente que le da su base. Este a su vez tiene su fundamento no sólo en las clases sino en la subjetividad individual y de grupo.

El tema central, entonces, no es simplemente el instaurar un nuevo Estado a través de una nueva Constitución; el verdadero problema es resolver de nueva manera el conflicto del Dominio social, planteado por la actual articulación de fuerzas productivo/destructivas en el escenario de las confrontaciones históricas que vive la humanidad a inicios del siglo XXI.

Rafael Kries. Fue dirigente de los Cordones industriales en Chile. Dr en Economía y Ciencias Sociales de la Universidad de Kassel, Alemania. Especializado en Historia Económica, Planificación y Ecología. Ha escrito sobre la actual crisis económica global.

Santiago 15 de marzo 2015

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