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Reforma de la Carrera Docente bajo la lupa de Richard Elmore, Por Humberto Palma

Lo que no ves en el núcleo pedagógico, no existe

Hace apenas cuatro años que Ricardo Lagos Escobar, ex Presidente de nuestro país, analizando las transformaciones que estamos experimentando como sociedad y cultura, escribía lo siguiente:

“El panorama de Chile es otro, ha cambiado fuertemente. Surgió una protesta, que primero fue estudiantil pero luego abarcó otros sectores de la sociedad, en donde quedó de manifiesto un malestar que no tenía una expresión política clara, sino que reflejaba el sentir profundo de un país, de una sociedad que parecía entender que no había una orgánica política clara que pudiera interpretar y canalizar sus demandas cabalmente. La marcha de aquellos que iban tras un lienzo que decía “El pueblo unido va sin partidos” era un llamado de alerta y de atención muy profundo para el país que queremos construir entre todos” (Lagos, R., & Landerretche, O., 2011, p. 7).

A la luz de la actual situación política y sociocultural, es imposible desconocer la precisión y pertinencia de este sintético y agudo análisis. De hecho, ese llamado de alerta y de atención, al que refiere Lagos, parece lejos de terminar. Y en materia de Educación, el país entero exige el término de promesas incumplidas, pero también sentimos la urgente necesidad de poner punto final a la postergación de la calidad y equidad de la formación que reciben los más pobres y vulnerables, tardanza que hoy se hace insostenible e inexplicable para una nación que ha hecho todos los esfuerzos necesarios a fin de ser reconocido como miembro de una organización internacional cuya misión es, precisamente, promover políticas que mejoren el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo. Eso es la OCDE. Pero de qué manera estamos haciendo justicia a dicha membresía.

El nuestro dista mucho de los sistemas educacionales de países verdaderamente desarrollados, pues en ellos sí se hace realidad una educación mayoritariamente pública y gratuita (OCDE, 2013). En Chile,

“las personas acceden al tipo de educación que sus familias pueden pagar. Ello tiene como consecuencia la conformación de tres grupos relativamente homogéneos en su posición social, determinada por su capacidad de pago: dado que el costo de la educación de los tres sistemas es muy diferente, la calidad de la oferta educativa de los tres subsistemas es también muy diferente” (Rosas, R., & Santa Cruz, C., 2013, p. 14).

Consenso en calidad y equidad

No me cabe duda de que luego de los abundantes debates sostenidos respecto de nuestro sistema educacional, hemos llegado a un punto en que coincidimos en la necesidad de concentrar los esfuerzos para que la formación recibida por todos los estudiantes del país, y no sólo por un sector privilegiado, responda al menos a eso que el sentido común entiende por excelencia y calidad, esto es, una educación tal que les permita incrementar su capital cognitivo, vale decir, los aprendizajes logrados como consecuencia de la educación recibida. Y si por inteligencia entendemos “la capacidad de asignar significado, o la capacidad de hacer distinciones significativas en el mundo” (Rosas, R., & Santa Cruz, C., 2013, p. 18), es indiscutible la relación que existe entre ésta (inteligencia) y los estímulos que un estudiante recibe en el aula. Principalmente a ello se debe que, mientras algunos niños, jóvenes y adultos pueden establecer múltiples relaciones significativas (concretas y abstractas) entre los más variados elementos de la realidad, otros sólo logren unas cuantas, y mayoritariamente unidireccionales y concretas.

Hacia esa calidad (y equidad) hemos querido transitar con reformas y ajustes de currículum, con la mirada puesta en la educación pública y en la gratuidad, pero igualmente atentos a lo que ocurre con las prácticas pedagógicas y directivas de quienes ya hemos abrazado esta vocación. También con la mochila cargada de importantes recursos económicos destinados a los más variados fines educativos, entre muchas otras medidas. Todo eso alienta la marcha y entusiasma a quienes vemos en la Pedagogía un camino eficaz, para cambiar —ya ahora— la vida de muchas personas, quizás no el único, pero noble y posible a fin de cuentas. No obstante, es honesto preguntaros ¿hasta dónde, y en qué medida, lo que hemos venido haciendo, incluyendo la actual discusión sobre carrera docente, repercute directa y positivamente en los aprendizajes que están logrando los alumnos en el aula?

Elmore: lo que no ves en el núcleo pedagógico, no existe

Richard Elmore, reconocido académico e investigador de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard, ha dedicado gran parte de su carrera a observar lo que ocurre en la sala de clases y la relación que tienen con ello las reformas, mejoras y políticas educativas. Una de sus conclusiones fundamentales se condensa en lo que él mismo ha dado en llamar “núcleo pedagógico” (Elmore, 2010). Un concepto que responde al dónde, cómo y cuándo se produce un aprendizaje de mejor calidad.

El núcleo pedagógico está compuesto por el profesor y el alumno en presencia de los contenidos, pero sin separar ninguno de esos tres elementos. Digamos que el núcleo es en realidad la relación que se da entre ellos. Si cambiamos uno de los componentes, es necesario intervenir los dos restantes. En otras palabras, si deseamos una verdadero incremento en los aprendizajes de los alumnos, hemos de mejorar el nivel y complejidad de los contenidos que el alumno debe aprender, el nivel de conocimientos y habilidades que el profesor aporta al proceso pedagógico y, junto con ello, el grado de compromiso de los alumnos con el proceso pedagógico. Todo lo demás puede ayudar de modo instrumental, es decir, como insiste Elmore, “todo lo que no está en el núcleo pedagógico sólo puede afectar el aprendizaje y desempeño de los alumnos, por la vía de influenciar, en alguna medida, lo que sucede dentro del núcleo.” (Elmore, 2010, p. 21).

Esta conclusión nos va ya dando una pista para discernir y juzgar lo que estamos haciendo en relación con el aprendizaje de nuestros estudiantes. Podemos preguntarnos, por ejemplo, de qué forma y en qué medida las recientes y futuras decisiones políticas en educación (e.g. carrera docente, reforma curricular, creación de superintendencia y agencia de la calidad, incremento de la subvención, fin del financiamiento compartido, fin al lucro y selección, entre otras tantas) afectan directa y positivamente el núcleo pedagógico. Si usted no ve el impacto que una medida cualquiera o una acción concreta tendrá en la relación que se da entre contenidos, profesores y alumnos; o peor aún, si no es capaz de explicar claramente de qué forma esas decisiones institucionales, o iniciativas personales, ayudarán al desarrollo de los conocimientos y habilidades del docente en el aula, a elevar el nivel y complejidad de los contenidos, y a mejorar el trabajo que el alumno —efectivamente— hace en la clase (y no lo que el profesor piensa que hará el alumno), entonces esa medida o acción educativa, por loable e interesante que sea, simplemente no existe.

Carrera Docente: que el aula pueda más que la política

Estamos de acuerdo en mejorar los aprendizajes de los estudiantes chilenos. Pero no son pocas las decisiones y acciones a nivel de gobierno central, o en el contexto propio de una comunidad escolar, que no están centradas en el núcleo pedagógico, sino en todo aquello que le rodea: estructuras, procesos, instancias, hábitos o gobierno de la escuela. Todo ello sirve, sin dudas. Pero si queremos que algo realmente incida en la mejora de los aprendizajes de los estudiantes, habremos de responder con claridad a la pregunta por el modo concreto (i.e. visible y medible) en que ese algo agrega “un plus” a lo que el profesor hace en el aula, a los contenidos enseñados y al trabajo específico que realiza el alumno. Recuerde que si no es capaz de verlo y decirlo con certeza, lo más seguro es que la mejora esperada jamás exista.

La reciente decisión de legislar sobre la carrera docente puede considerarse como éxito o fracaso, según el lado político en el que usted se encuentre. Pero el punto no es ese. Lo que verdaderamente importa para la Reforma educacional es saber en qué medida este acuerdo incidirá en el núcleo pedagógico, y no sólo en uno de sus elementos (los profesores), sino simultáneamente en los tres. Caso contrario, los alumnos más vulnerables seguirán pensando y creyendo que avanzan hacia la mejora en la calidad de sus aprendizajes, y más temprano que tarde esa convicción se traducirá en esperanza perpetua, y así permanecerá, como ya tantas otras iniciativas. Esperemos que esta vez el aula pueda más que los intereses de la política partidista.

P. Humberto Palma Orellana
Profesor Facultad de Educación Universidad Finis Terrae

Bibliografía

Elmore, R. (2010). Mejorando la escuela desde la sala de clases. Fundación Chile.

Lagos, R., & Landerretche, O. (2011). El Chile que se viene. Ideas, miradas, perspectivas y sueños para el 2030. Santiago, Chile: Catalonia.

Rosas, R., & Santa Cruz, C. (2013). Dime en qué colegio estudiaste y te diré que CI tienes: Radiografía al desigual acceso al capital cognitivo en Chile. Santiago, Chile: UC.

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