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Revista ANÁLISIS. Aquella lejana luz en las tinieblas

Ha pasado el tiempo desde aquellos días del exilio en los que Análisis me mantenía conectado a ese país tan alejado de mi cuarto de trabajo en Hamburgo. A veces desde una ventana que daba justo al puerto veía pasar un mercante de bandera chilena y naturalmente que me emocionaba, algo de mi se iba en ese barco. En otras ocasiones desde el mirador de Weddel era testigo de la hermosa costumbre de un capitán jubilado que instaló una suerte de faro junto al Elba, y desde dos poderosos parlantes despedía a los barcos: “Ahoi tripulantes del Lebu, mercante de pabellón chileno y con destino a Bilbao, Lisboa, Sao Paulo , Guayaquil, Lima y Valparaíso. ¡Ahoi hermanos del mar, buen viento y buen regreso”!

Entonces volvía a mi escritorio, ponía un folio en la noble Olivetti y empezaba a escribir mi artículo para Análisis. A veces, cuando las tinieblas nos rodean y perdemos toda referencia, es necesario abrir los ojos y dejarlos abiertos hasta que se acostumbran a la oscuridad, entonces se empieza a pensar, y se vislumbran los leves destellos salvadores. Precisamente eso fue la experiencia de Análisis, mantener abiertos los ojos durante la peor época de tinieblas que se cernió sobre Chile.

Entre mis recuerdos más queridos (porque ha pasado el tiempo, y los años - como dice el Poeta Juan Gelman, nuevo Premio Cervantes – envejecen conmigo) está ciertamente el honor de haber contribuido a mantener la existencia de la libertad de información como articulista de la revista más censurada, maltratada, quemada, requisada, allanada, con periodistas asesinados, encarcelados, perseguidos, de la historia de Chile.

Como todos lloré la muerte de Pepe Carrasco, cuando mataron a Pepone quisieron matarnos a todos, pero los asesinos de uniforme gris asno se encontraron con que todas y todos habíamos heredado su ejemplo y rebeldía. Nunca lograron silenciar a Análisis, a ese débil rayito de luz que iluminaba las conciencias y practicaba el más noble de los deberes; el de informar desde la verdad siempre enemiga del poder.

Nunca olvido mi regreso a Chile. En el aeropuerto estaban Juan Pablo Cárdenas, el Sambo Espinoza, Ignacio con sus chistes atroces pero bien contados, y volví a sentir lo que era ser parte de un equipo en mi lengua y en mi patria. Análisis resistió a la dictadura, fue una publicación ejemplar, fue periodismo de vieja escuela, consecuente, mal pagado, la casa de Manuel Montt se llovía y en los inviernos era un témpano, pero había tecito y ganas de seguir dando duro a la tiranía. Paradojalmente la revista fue molesta para esa democracia por la que tantas y tantos se jugaron.

Una publicación como Análisis era demasiado limpia, demasiado rebelde para los gestores del modelo económico impuesto por la dictadura, y los gerentes de la herencia atroz de Pinochet se valieron de todo para ahogarla . Se impuso una extraña libertad de expresión que no permite la crítica, y la verdad fue sacrificada en beneficio del mercado.

No hay que ser muy agudo para saber que en Chile se precisa urgentemente una publicación de izquierda pero alejada del poder, con la suficiente independencia que avala la calidad informativa y garantiza la libertad de expresión. Es tiempo de sacar Análisis nuevamente a la calle, así que, Juan Pablo Cárdenas, ya lo sabes; sólo debes indicar la extensión de los artículos y los tendrás, como en los viejos tiempos de lucha y de valor ciudadano.

* Esta columna fue escrita por Luis Sepúlveda en diciembre de 2007 para la edición especial de Revista Análisis 30 años.

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