Una de las certezas del periodo actual es que el orden económico construido a partir de los ochenta está en crisis, y esta crisis es de carácter multidimensional y se expresa tanto en el mundo desarrollado como en las regiones periféricas. En el primero, ésta se condensó en la crisis financiera, en el estancamiento secular de sus economías y en la crisis de la democracia hoy. Pero subyacente a esto, existe una crisis de más largo aliento: la sobre explotación de la energía fósil y el híper consumismo típico del mundo capitalista desarrollado que, en su retroalimentación (creciente consumo equivale a una creciente huella ecológica), hacen que la sustentabilidad medioambiental esté puesta en jaque.
El mundo subdesarrollado, por su parte, tampoco goza de buena salud. El boom de los commodities a partir de la demanda china ha dejado a América Latina anclada en una reprimarización exportadora (el ‘nuevo extractivismo’), una desindustrialización de su matriz productiva y un estancamiento general, tanto económico como social. Así, finalizado el ciclo de super-precios de commodities, la región ha entrado en un nuevo estancamiento económico...
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