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Teología popular (de la Liberación) y dictadura represión y esperanza. Por Juan Pablo Espinosa

Sin duda una de las formas teológicas más propias de nuestro continente latinoamericano es la conocida como Teología de la Liberación (TdL). La apuesta social que ella realizó, significó para el Gobierno Militar un peligro, ya que veía en la Iglesia, defensora de los pobres, un incipiente hervidero de comunistas. Lo que pretendemos hacer en estas líneas es indicar algunas perspectivas de cómo se aborda la articulación TdL y Dictadura Chilena desde la represión que la segunda supuso sobre la Iglesia especialmente en poblaciones y centros de reflexión que practicaban y predicaban una forma de pensar la fe comprometida con el mundo popular, las ideas socialistas de Allende o la incipiente TdL.

1.0 Contextualizando y clarificando conceptos

Una primera palabra para clarificar conceptos y contextualizar algunas nociones. Situémonos en la mitad de la década del 60’. El mundo vivía un periodo de revoluciones, programas de gobiernos inspirados en los ideales comunistas y socialistas, especialmente venidos de la URSS y de la Revolución Cubana. La Iglesia de esa época asume la necesidad pastoral de dialogar con el mundo moderno, no para condenarlo sino que para rescatar sus aspectos positivos y para criticar de manera fraterna aquello que a juicio del cristianismo no asumía un proyecto de humanización desde Jesucristo y el Evangelio. Para ello Juan XXIII convoca al Concilio Vaticano II (1962-1965) para que la Iglesia experimentara un proceso de aggiornamento, es decir, de renovación en cuanto a su ser y hacer Iglesia. En el Concilio la naciente Iglesia latinoamericana tuvo un lugar protagónico, es más, fue en los periodos inter sesiones que los Obispos y delegados del continente propusieron la convocación para la II Conferencia del CELAM (Conferencia del Episcopado Latinoamericano) a realizarse en Medellín, Colombia para el año 68’. En dicha reunión se pretendía leer las orientaciones pastorales del Concilio desde la realidad latinoamericana.

En la Conferencia de Medellín, se definió que uno de los signos de los tiempos, es decir, un proceso histórico denso en el cual por medio del discernimiento evangélico se comprendía que Dios estaba presente hablando a la Iglesia era la realidad de la pobreza. Así, se comprendió a Latinoamérica como un continente pobre y cristiano. Fue gracias a esta experiencia de adultez de la Iglesia continental que comenzó a fraguarse lo que posteriormente se conocería como TdL. Fue gracias a un sacerdote dominico peruano, Gustavo Gutiérrez, que se instauró una reflexión propiamente latinoamericana. Así entre el 69’ y comienzos del 70’ publicó su obra Teología de la Liberación, perspectivas. En la obra, Gutiérrez define a la TdL como

“una nueva manera de hacer teología, una reflexión crítica de la praxis histórica, una teología de la transformación liberadora de la historia de la humanidad (…) una teología que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través del cual el mundo es transformado (…) en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de los hombres (…) en la construcción de una nueva sociedad, justa y fraternal”

La TdL era una reflexión desde la praxis histórica eminentemente comprometida con la suerte de los pobres, a los cuales Jesucristo les anunció primero el Reino y por los cuales la Iglesia debe empeñarse en el proceso de liberación. Justamente por la opción preferencial por los pobres, la TdL comenzó a verse como comunista especialmente por Estados Unidos, esto por la crítica que abiertamente realizaban los teólogos latinoamericanos al desarrollismo capitalista al cual querían desenmascarar por ser un factor ideológico que predicaba el subdesarrollo y prácticas de dependencia y dominación.

La experiencia de la TdL se articuló a su vez en formas de espiritualidad, de lectura popular de la Biblia, del nacimiento de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) y de la presencia de muchos misioneros del primer mundo que venían a América Latina a empaparse en las poblaciones de esta nueva forma de vivir la fe. El propósito de los misioneros y misioneras era claro:

“eran modernos cruzados movilizados por el soplo del Concilio: no portaban armas sino la Buena Nueva del comunitarismo; no buscaban conquistar Jerusalén, sino construir en el Nuevo Continente el Reino de Justicia. No había moros a vencer, sino millones de pobres hacinados en las periferias de las ciudades, dictaduras con doctrinas de seguridad nacional, pero también campesinos, sindicatos y universitarios que se movilizaban por sueños colectivos como el allendismo en Chile o el sandinismo en Nicaragua”

2.0 La situación en Chile

En Chile las CEBs comenzaban a organizarse especialmente en las poblaciones populares de Santiago. Las Parroquias y los alientos de los sacerdotes, religiosos y religiosas, mujeres y hombres comprometidos con la opción por los pobres, se convertían en centros de reflexión y de búsqueda de los ideales del hombre nuevo y de la nueva sociedad que se construía en el seno de la historia y que tendría su consumación en la Eternidad. Además, el presidente Allende durante su Gobierno había demostrado simpatía por la Iglesia Católica .

Fue así como la represión contra la Iglesia y en las poblaciones inmediatamente ocurrido el derrocamiento del Gobierno de la UP no se hizo esperar. Así ocurrió el allanamiento de las parroquias Cristo Rey, San Cayetano, Santa Rosa de Lo Barnechea, Cristo Nuestro Redentor y Santa Helena entre otroas. También aconteció el ingreso de tropas en las Vicarías Oriente y Poniente en Santiago. Se arrestó a miembros del MOAC (Movimiento Obrero de la Acción Católica) y de la JOC (Juventud Obrera Católica). Se invadió el Colegio del Sagrado Corazón y la residencia de las monjas inglesas. Se invadió el Saint George de la Congregación de la Santa Cruz, porque allí había “adoctrinamiento marxista”. Se clausuraron medios de la Iglesia como la Revista Pastoral Popular, Mensaje y Mundo 73 .

Y uno de los hechos más trágicos que aconteció fue lo sucedido con la tortura, la desaparición y el martirio de varios misioneros extranjeros, religiosos y religiosas, encargados de CEBs y cristianos de a pie. Resaltan Miguel Woodward, Joan Alsina y Antonio Llidó. El primero fue llevado a bordo del Buque Escuela Esmeralda en donde no pudo resistir las torturas falleciendo en las bodegas del Buque. Joan Alsina fue asesinado el 19 de Septiembre. Él trabajó fundamentalmente en la Juventud Obrera Católica (JOC) y en el Movimiento Obrero de la Acción Católica (MOAC). Para el 73’ Alsina vivía en la Población José María Caro en Santiago y estaba encargado del Personal del Hospital San Juan de Dios, lugar desde el cual se lo llevaron para asesinarlo en el Puente Bulnes sobre el Río Mapocho. Su muerte fue un ejemplo de valentía y consecuencia, ya que al momento en que su asesino le colocaba la venda sobre los ojos, el Padre Joan le pidió: “no me coloques la venda. Déjame mirarte a los ojos para darte el perdón”. El otro caso emblemático de los cristianos asesinados fue el Padre Antonio Llidó quien fuera arrestado el 01 de Octubre y que hasta el día de hoy permanece desaparecido.

3.0 El camino abierto continúa expandiéndose

Lo que hemos querido hacer es sólo una pincelada de un trabajo que puede ser mucho más grande. Sólo hemos querido poner sobre el recuerdo y la memoria algunos nombres y algunas comprensiones teológicas que significaron para muchos y muchas el martirio. Mártir es una palabra griega que significa el testigo. Estos hombres y mujeres, sacerdotes, consagrados y laicos fueron testigos del “otro mundo posible”. Sacerdotes como Mariano Puga, el “cura de la Legua”; André Jarlán y Pierre Dubois en la Victoria; Obispos como Enrique Alvear, Raúl Silva Henríquez, Carlos Camus o Alfonso Baeza; mujeres catequistas, animadoras litúrgicas, sacristanas, profetas y profetisas que esperaron, creyeron y anunciaron el mundo que venía y que se fundaba en el respeto de la igualdad de todos y todas, especialmente en la defensa de la vida de las víctimas del terrorismo de Estado.

En ellos se cumplen a cabalidad las Bienaventuranzas y el corazón mismo del Evangelio de Jesús de Nazaret. Ellos son los felices por ser constructores de la paz y servidores de la justicia. Ellos son los mártires, que como sostenía Tertuliano, escritor cristiano del siglo II, que constituyen la semilla de nuevos cristianos. Ellos y ellas son nuestros Padres y Madres de la Iglesia.

Quiera Dios que su consecuencia evangélica constituya esa motivación para seguir construyendo la Iglesia pobre y para los pobres, deseo de Jesús de Nazaret, del Concilio Vaticano II, de Medellín, de la TdL y del Papa Francisco.

Juan Pablo Espinosa Arce.
Licenciado en Educación (UC del Maule) Profesor de Religión y Filosofía Docente de Ética en IP Santo Tomás – Rancagua

@juanpirancagua

Rancagua 14/09/2014

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